“Un buen gobierno es como una digestión bien regularizada; mientras funciona casi no la percibimos” dijo Erskine Caldwell.
Que viene a ser lo mismo que como quien goza de buena salud, que se da parabienes a sí mismo, al tiempo que disfruta de un cierto aire de satisfacción de sí propio. Solo que hoy los momentos son más duras de roer, o acaso demasiado complicados para entenderlos fácilmente, es posible que por tan enrarecidos y extraños. Ahí tienen al lúcido y pensativo espectador, que hoy ve o escucha una cosa y mañana ve o escucha otra que en nada se parecen. Me refiero al políticos que, pese a que parecen dar pasos de gigante, solo ensayan dudosos intentos, que nadie sabe a ciencia cierta qué sea lo mejor (ya que lo peor, como las malas noticias, se sobreentienden enseguida).
Se ve todo tan raro. De una parte, es como si a España se le hubiese echado encima una extraña torre de Babel; de otra, la peligrosa idea de estar pasando el Rubicón, con lo que sabemos lo que conlleva eso. Luego resulta que tanto lo uno como lo otro son puras alucinaciones, dudas, miedos, fantasías; algo que en verdad yo no recuerdo nada parecido en los ya cuarenta años viviendo en democracia, Y eso se pega al alma.
Que lo que está ocurriendo en estas casi vísperas del 20-D parece que todo el mundo ya lo sabe… Bueno. Piénsese, pongo por caso, en las muchas posibilidades de que un nuevo partido catalán llegue a La Moncloa, y gobierne, aunque sea con pactos; en tanto Cataluña intenta separarse del conjunto de España. O que haya partidos que la mayoría de los ciudadanos rechaza por razones más que sabidas – inconfesables-, y que vuelva a gobernar. O aquel otro que no hace nada se veía en la cuneta de castigo, acogotado, por su descalabro en las pasadas elecciones, y que el 20-D pueda convertirse en el mandamás de España. Y el cuarto, que comenzó volando alto, altísimo, tan alto que aparecía haber nacido para comerse el mundo, ahora resulta que se va cayendo poco a poco.
Pero ¿qué sabe nadie…?
Hoy puede ser un buen día para dilucidar muchas de estas dudas. Una, por ejemplo, que los independentistas tengan que recular. Otra, que es muy posible que el paisaje político español cambie tanto, que sea del todo irreconocible. Falta poco. Ya veremos. Pero lo cierto es que, de confirmase lo que parece, el inmediato paisaje que se avecina será mucho más bello y positivo para todos, que el que todavía tenemos Así será si nos dejan tranquilos los fantasmas yihadistas, claro.