Existen momentos de total confusión en los que todos tus conceptos se desmoronan.
Sientes que nada de lo que has aprendido tiene algún valor, que la vida se empeña en dejar claro que nadie es más listo que la propia naturaleza.
En esas ocasiones mueres.
Acto seguido tienes dos opciones:
- Dejar que tu mente se hunda en ese abismo.
- Renacer como el fénix.
Si optas por la primera opción tu autoestima bajará tanto que perderás incluso la perspectiva de tu propia personalidad. Pudiendo llegar a contemplar lo que algunos llaman infierno, con el correspondiente peligro de quedarte vagando por allí para siempre.
Bien es cierto que si logras mantenerte sereno contemplando tales abismos, conocerás tanto de ti mismo que podrás volar como un águila.
Acto seguido podrás pasar a la segunda opción. La diferencia partiendo de esa primera posición es que el conocimiento adquirido en tal proceso te hará enfrentarte a las situaciones que te han llevado a desmoronarte con mucha más confianza.
Si optas por la segunda opción sin pasar por la primera, evitarás inconscientemente esas mismas situaciones. Lo cual te puede llevar a una mayor felicidad. El único problema es que a medida que mueres y renaces sin pasar por el aprendizaje del abismo, generarás una bonita realidad paralela; La cual hará mucho más difícil el intentar trabajar sobre las neurosis producidas por las situaciones antes mencionadas.
Tampoco se puede pasar por alto que el vagabundear por tales abismos es de lo más atrayente, con el consecuente peligro de permanecer de una manera consciente o inconsciente en la inmensidad de los recovecos de la mente.
Muchos han recomendado que para tales situaciones lo mejor es acudir a un profesional. Por lo que he podido comprobar en algunas personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida, tal decisión puede resultar completamente beneficiosa o, por el contrario, completamente destructiva. Obviamente depende de si dicho profesional puede llegar a adaptar una terapia a tu propia necesidad o no.
Otros muchos optan por el camino espiritual, adentrándose en alguna de las religiones existentes.
Lo más común es que en Europa se elija el cristianismo. Aunque también se está poniendo de moda el Budismo, por su mayor conocimiento de los procesos mentales.
Como todo lo demás, puede resultar beneficioso dependiendo de quién sea el guía y de si te llegas a creer todo lo que te pueden llegar a contar. Obviamente son puntos de vista sobre algo intangible, por lo que si alguno de esos guías te llega a contar que posee la verdad absoluta, deberías desconfiar.
Otro de los peligros de adentrarse demasiado en los preceptos religiosos es empezar a juzgar a todos aquellos que no han elegido tu camino, creyéndote que posees un conocimiento superior a ellos. Esto mismo puede suceder, e incluso en mayor grado, adentrándote en los abismos antes citados por tu cuenta.
Como dice el músico Manuel Molina: “ Lo más importante es permanecer humilde”, porque muy pronto la vida te mostrará de nuevo que todos los conceptos son relativos y volverás a llegar al punto del principio en el que nada parece poseer sentido. Teniendo que comenzar de nuevo todos los procesos.
Muchos han recomendado el famoso equilibrio, punto medio, estabilidad o como lo quieras llamar. Sin lugar a dudas es el método más beneficioso para no llegar a las situaciones mencionadas. Pero hoy en día somos amantes de la libertad, de la experiencia y del exceso, lo que provoca que muchos más individuos que en tiempos atrás lleguen a conocer ciertas parcelas de la mente humana que por lo contradictorio de su naturaleza deriven en verdaderas enfermedades mentales.
Uno de esos vehementes, obviamente, es el que firma el artículo. El cual, por su excesiva necesidad de conocimiento, ha llegado a experimentar todas las fases expresadas.
La conclusión que puedo dar es que cada uno se deje llevar por sus propios instintos. Pero el que decida subir y bajar por la escalera del exceso, que tenga muy claro cual es la salida de emergencia.
La mía siempre es recordar aquellos momentos de niño en los que me sentía plenamente feliz.
Lo que podría definir como mi Esencia.
Por último me gustaría dejar una pequeña frase para los que gusten de lo contradictorio:
“El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría” William Blake
PAZ