Debe “estar dispuesto a escuchar la voz de Dios que resuena en el desierto del mundo a través de las Sagradas Escrituras” (Benedicto XVI. La fe se ilumina con la Palabra divina. La Grey Zuliana pág. 2).
Un político – lo quisiera escribir siempre con mayúscula – se hace, diría, más bien, se tiempla como el acero.
Sufrirá avatares y partiendo de su condición de hombre o mujer dirá, más de una vez, “Dios mío, no desistas hasta encontrar la forma que deseas de mí…” (COELHO, Paulo. Como templar el acero. Alquimia. El Nacional 12-12-10).
Nelson Mandela, un Político que huele a Santidad, ha debido orar, meditar, reflexionar, reconsiderar, muchas veces, en su larguísimo cautiverio carcelario, en esa dirección. Se ha debido preguntar ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué cometí tantos errores? ¿Por qué me dejé llevar por el odio así tuviera razón? ¿Por qué no era capaz de perdonar? ¿Por qué no pude entablar el diálogo con los enemigos? ¿Por qué no fui capaz de atraerles y tenerles cerca? ¿Qué puedo hacer para perdonar a los blancos? ¿Cómo puedo unir a mis hermanos? ¿Qué sueño puedo tener para hacerlo común en Sudáfrica, mi sufrido país?
Esas han debidos ser algunas de las interrogantes – reflexiones o conversaciones con Dios o consigo mismo, que ha debido tener en esos 27 años de presidio, el patriarca sudafricano.
Dios tiene sus procederes y sus caminos que sólo Á‰l conoce. El sabe elegir a sus criaturas para confiarles una misión. ¿Resultaría temerario pensar que en Mandela actuó Dios?
Pienso que no.
Razón tiene Ángel Lombardi cuando, afirma, que, Mandela es, junto a Gandhi y Martin Luther King, “…una especie de santidad laica por sus luchas, valor e integridad”
Mandela no quiere ser sacralizado; pero, a mi criterio, es un Político que huele a Santidad.
Hay quienes piensan que los grandes hombres y mujeres de la humanidad – incluidos en un lugar privilegiado los santos – no cometieron errores ni pecaron durante sus vidas. No están en lo cierto.
Fueron pecadores y cometieron errores, y la fortaleza de ellos radicó en reconocerse como tales y aceptar sus debilidades y limitaciones. Seguro estoy que la batalla más difícil que sostuvieron fue con ellos mismos, cuando, después de venir de derrotas, lucharon para ser “diferentes y mejores” (LOMBARDI, Humano, demasiado humano. La Grey Zuliana. Pág. 5).
Un Político que huela a Santidad, que siendo católico, tenga por reto al actuar en política, el hacerlo como católico y discípulo de Jesús (PIERRE, Cristophe Mons. La Grey Zuliana pág. 2) requiere la humanidad. Que, en una concepción holística, sea capaz de amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Urge.