La letra equis, antepenúltima del abecedario español. La equis sirve para muchas cosas y está presente en frecuentes aplicaciones. Acude en nuestra ayuda para múltiples situaciones: resolver una ecuación matemática, marcar o señalar una opción en exámenes, cuestionarios… Hasta en el Impuesto de la Renta la encontramos.
Y aquí me detengo para lanzar una propuesta de reflexión, al mismo tiempo que una alternativa a ver si se podría llevar a la práctica. La parada es casi obligatoria por cuanto la letrita de marras adquiere una relevante importancia hasta el 30 de junio.
Imagino que ya saben, queridos lectores, por dónde van los tiros, porque, sin lugar a dudas, es la equis más polémica y controvertida en este país por esta época del año. Muchos la defienden y otros tantos la aborrecen desde que a alguien se le ocurrió semejante idea para dividir a todo un país. Una simple equis.
¿Qué elegir, me pregunto, ante estas opciones? ¿La equis para asuntos sociales, para la Iglesia católica o, sin más, la dejo en blanco? Y aquí entran en juego, mezcladas con lo económico, la fe y la religiosidad. Una mezcla un tanto rara y agridulce (creo). Muchos dicen que esa equis es para ayudar y sostener a la Iglesia de la que se consideran fieles seguidores, la Santa Madre. Respetable. Otros dicen que para dárselo a organizaciones laicas, que ni de coña. Respetable. Y un resto afirma que esta financiación es «injusta», pues el porcentaje «lo detraen de todo el conjunto de lo recaudado anualmente». Por ello, defienden que el culto y el clero de «cualquier» organización religiosa y de las organizaciones a su servicio se financien «exclusivamente» por sus fieles. Más respetable todavía.
Y en este sentido va mi alternativa. Así que propongo crear un nuevo escenario. A partir del año que viene, claro, porque en este está todo el pescado vendido.
1) Fecha 02/01/2013. Que se sienten a la mesa las dos partes, Estado e Iglesia, y que lleguen a un acuerdo para derogar las famosas leyes de Mecenazgo y Concordato. Bueno, bueno, si esto ocurriera (que lo dudo), habría fiesta nacional.
2) Eliminar todas las equis del Impuesto sobre la Renta que conciernen a este asunto.
3) Que cada persona perteneciente a una organización religiosa aporte mensualmente de su sueldo o de sus ahorros, ya sea en efectivo o mediante ingreso en la cuenta de su parroquia o del obispado que le corresponda, la cantidad que dicha organización estipule. Pongamos un tramo: de 20 euros hacia arriba, según la fe, el fervor y el grado de creencia que se tenga. Si se cree que aportando más pasta se tiene asegurado el pasaporte para salvar su alma, pues adelante. «No problem», como dirían los británicos. Todos los meses, sin retraso, más que nada porque los que están al servicio de las distintas comunidades también tienen que comer. Estamos hablando de, aproximadamente y según la estadísticas del año pasado, 7.454.823 declarantes católicos simpatizantes o practicantes. Bien, si ponemos una media de 100 euros mensuales por contribuyente afín a esta organización religiosa, daría una cifra mensual de 745.482.300 euros. Una cifra más que digna, creo. Me imagino la escena, por ejemplo, en una boda, en un entierro o en las fiestas del pueblo: “Queridos feligreses, a partir del año que viene, dejaré de cobrar el sueldo por parte del Estado y serán ustedes, católicos fervientes, los que con su aportación mensual, tendrán que pagarme por los servicios prestados, esto es: misas, comuniones, entierros, bautizos, clases y otras necesidades”. Eso sería lo normal, de pura lógica y sentido común. La equis se iría a cumplir su función: despegar la incógnita. Y muchos de los que ahora la marcan, se irían a la playa en vez de a misa. Eso, fijo. Qué fácil y cómodo es recurrir al conjunto del Estado.
Se acabó la discusión y el debate. Siento tremenda curiosidad por saber si se alcanzaría esta cifra. Y es que, señoras y señores, no es lo mismo marcar una equis orgullosa y silenciosa en un papel que soltar del bolsillo todos los meses, sin anestesia, 100 euros para sustentar, por ejemplo, a un cura como yo (en caso de haber seguido en el sistema) o a cualquier otro sacerdote que, por cierto, puede caer como una patada allí donde más duele al feligrés de turno.
Me gustaría leer y escuchar a todos los que defienden la equis para la Iglesia católica. Me muero de ganas por saber su decisión y también de pena e inanición, porque no me comería una rosca.