El progreso de la CyT debería proteger la salud, la igualdad y los derechos de poblaciones vulnerables, dice experto en desarrollo rural Bhavani R. V.
La ciencia y la tecnología (CyT) son cruciales para el progreso económico y social. Pero excepto que el ‘empujón’ de la tecnología se combine con un ‘tirón’ de la ética llevando los beneficios de ese progreso a todos los sectores de la población a nivel de país, sexo y clase, los productos de nuestros cerebros serán una maldición en vez de una bendición, para parafrasear a Einstein. [1]
Hay innumerables ejemplos, desde descubrimientos como la penicilina, que ayudan a salvar millones de vidas por un lado, hasta el uso potencial de agentes biológicos para la guerra, que destruyen vidas, por otro lado.
Del mismo modo, mientras las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) han marcado el inicio de una revolución de la información, son capaces de infringir las vidas de las personas de manera negativa, desde el acceso a la información privada a los ciber delitos.
Es en este contexto que necesitamos un enfoque de la responsabilidad científica basado en derechos humanos.
Ciencia responsable
Hoy, los principales desafíos que enfrentan los países en desarrollo en África, Asia y América Latina son garantizar el acceso a la atención sanitaria y la alimentación asequibles, y asegurar el uso equilibrado y sostenible de recursos naturales.
Muchos países tienen grandes poblaciones que dependen de la agricultura. El desafío ahora es producir más, al tiempo que disminuye la tierra cultivable per cápita y los recursos hídricos frente a tensiones como climas extremos y plagas.
La biotecnología brinda una oportunidad de convertir los recursos biológicos en riqueza económica, con avances en la modificación genética que prometen altos rendimientos y cultivos con resistencia a la sequía y las plagas. Pero esto debe ser hecho de modo que proteja el ambiente y la salud humana y animal.
Los esfuerzos para aprovechar la biotecnología también deberían tomar en cuenta los derechos de los indígenas y de los agricultores de bajos recursos, así como la conservación de la biodiversidad. La tecnología puede permitir que las grandes empresas de semillas socaven el derecho de los pequeños agricultores a guardar, cultivar e intercambiar semillas, empujándolos hacia un circulo vicioso de altos costos y dependencia.
Las protestas del año pasado en contra de la comercialización de la berenjena Bt en India resaltaron estas cuestiones. La misma preocupación ahora ha llevado a que un comité parlamentario permanente pida una moratoria en los ensayos de campo de cultivos genéticamente modificados hasta que exista un mecanismo regulatorio fuerte y efectivo.
La ciencia causa las brechas
El rápido ritmo del progreso tecnológico ha aumentado la brecha entre aquellos que pueden disfrutar de sus beneficios y los que no tienen acceso a ellos.
El potencial de la telefonía móvil para abordar los problemas de la pobreza —desde brindar información a los pequeños agricultores sobre precios de cultivos hasta ofrecerles servicios de telemedicina en lugares remotos— es inmenso. Pero existe una barrera digital, y los beneficios de las TIC aún no llegan a muchas partes del mundo.
Una brecha de género es visible en la baja cantidad de mujeres que trabajan en ciencia, y el acceso diferencial a los frutos de la CyT. En países como India, esto se refleja en la proporción desequilibrada entre hombres (favorable a los niños, adverso para las niñas), pruebas ilegales de determinación del sexo y el feticidio femenino.
Y la actual tendencia a la globalización ha agravado las divisiones socioeconómicas, pues el desarrollo tiende a ser dirigido por las fuerzas del mercado global en lugar de la investigación financiada con fondos públicos y las prioridades nacionales.
Proteger la salud
Esta aplicación dirigida por el mercado de la ciencia puede notarse en las enfermedades tropicales olvidadas que reciben menos fondos de investigación que aquellas que afectan a países desarrollados.
Los derechos de propiedad intelectual, las patentes y los precios determinan el acceso a atención sanitaria asequible, lo que plantea el desafío de redirigir los recursos mundiales hacia iniciativas de I+D que aborden las prioridades de salud en países en desarrollo, y de la elaboración de fármacos y vacunas más accesibles a su pueblo.
Cuestiones similares se aplican a los ensayos clínicos. Mientras la conducta ética de la investigación debería ser un requisito básico, puede ser pasada por alto por compañías farmacéuticas y otras con intereses poderosos.
En un caso reciente, unas investigaciones que seguían las muertes de chicas jóvenes que participaban en un ensayo clínico para la vacuna del virus del papiloma humano (VPH) en India resaltaron serias violaciones éticas.
Por ejemplo, no se les advirtió de las implicaciones de la vacuna y no hubo apoyo en el seguimiento.
Frente a sistemas regulatorios débiles, el bajo valor otorgado a la vida en los países pobres a menudo resulta en una falta de adherencia a los requisitos de procedimiento. También alimenta un comercio ilegal de órganos que abastece a la demanda de trasplantes.
Pero es aquí donde la responsabilidad ética de la comunidad científica para proteger los derechos humanos es incluso mayor.
Ciudadanos por encima de las corporaciones
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la ONU en 1948, ha sido seguida por varias declaraciones y compromisos que exigen el uso de la CyT para el beneficio de la humanidad.
Un enfoque en los derechos humanos para la responsabilidad social forma parte de esos compromisos. Adherir a ellos significa fortalecer la investigación pública y la priorización, y defender los derechos de los ciudadanos sobre los intereses de las corporaciones y el poder de los grupos de presión en países desarrollados. Eso supone naciones, organizaciones e individuos responsables.
Si no hay un compromiso serio en CyT para hacer que los derechos humanos y la ética sean primordiales, las desigualdades solo continuarán creciendo y los objetivos del desarrollo quedarán como metas ilusorias.
Bhavani R. V. es director de la Fundación de Investigación M. S. Swaminathan, en India, y coordina el proyecto Impulsando la Agricultura para la Nutrición en el Sur de Asia (LANSA, por su sigla en inglés). Bhavani puede ser contactado a través del correo electrónico bhavjoy@gmail.com.
Este artículo es parte del Especial sobre El vínculo entre derechos humanos, ciencia y desarrollo.
REFERENCIAS
[1] Albert Einstein (Wikipedia, accessed 2012)Bhavani R. V.
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