La economÃa moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea en una orgÃa de envidia, de ahà su éxito expansionista. Pero la humanidad es demasiado inteligente para ser capaz de sobrevivir sin sabidurÃa.
Hoy se habla de volver a Keynes. Pero John Maynard Keynes, acaso el economista mas importante del siglo XX ya criticaba hace tres generaciones que todo se reduzca a valores económicos: «destrozamos la belleza de los campos porque los esplendores no explotados de la naturaleza no tienen valor económico. SerÃamos capaces de apagar el sol y las estrellas porque no nos dan dividendos. En sus últimos años Keynes señalo a un joven economista alemán como el más indicado para continuar su legado. Se trataba de E. F. Shumacher, que en los años 70 publicarÃa un libro de referencia de la economÃa ecológica, Lo pequeño es hermoso, en el que criticaba la obsesión moderna por el gigantismo y la aceleración y proponÃa algo insólito: «una economÃa como si la gente tuviera importancia». Schumacher sabÃa que las teorÃas económicas se basan en una determinada visión del mundo y de la naturaleza humana. TodavÃa hoy, en el siglo XXI, pese a la fÃsica cuántica y la psicologÃa transpersonal, la economÃa imperante se basa en una ontologÃa decimonónica: Ve el mundo como una suma aleatoria de objetos inertes y cuantificables, es reduccionista y fragmentadora y tiende a oponer a los seres humanos entre sà y contra la naturaleza. Schumacher diagnosticó en 1973 que «la economÃa moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea en una orgÃa de envidia, y ello da lugar a su éxito expansionista», y añadió que la humanidad es «demasiado inteligente para ser capaz de sobrevivir sin sabidurÃa».
No pocos bioeconomistas y economistas ecológicos, conscientes de que el crecimiento económico se habÃa convertido en una carrera contra la geologÃa, contra la biosfera y contra el sentido común, veÃan venir esta crisis desde que se aceleró la globalización. Otros parecen haberla intuido mucho antes. El economista suizo Hans Christoph Biswanger analizó en Dinero y magia la segunda parte del Fausto de Goethe como una crÃtica premonitoria de la fáustica economÃa moderna. El dinero (nuestro sÃmbolo favorito de inmortalidad) se vuelve adictivo y el individuo entrega su alma por el. En el cuarto acto, Fausto define asà su deseo más profundo: «Â¡Obtendré posesiones y riquezas!» (y anticipando nuestra sociedad hiperactiva añade: «La acción lo es todo»).
La alquimia ha sido sustituida por la especulación financiera: se trata de crear oro artificial que a partir de la nada pueda multiplicarse sin lÃmites. Más del 98% de las transacciones monetarias que se efectúan hoy en el mundo no corresponden a la economÃa real, sino a dinero ávido de beneficios a corto plazo que circula por mundos virtuales, desligados de bienes reales y de criterios éticos, sociales o ecológicos.
Jordi Pigem
Autor de Buena crisis, Kairós