Entre Rusia y Estados Unidos
Se observa que Europa experimenta dificultades para establecer unas relaciones mutuamente beneficiosas con su vecino oriental. No es difÃcil identificar lo que parece ser el principal obstáculo para ello: la polÃtica exterior de Estados Unidos, como consecuencia de su expansión imperial, acelerada desde mediados del pasado siglo.
En el marco de esa expansión, Europa ha ido entregando a la potencia norteamericana las claves de su defensa, depositándolas en la OTAN, alianza polÃtico-militar que confirma a Estados unidos en su calidad de imperio destinado a la hegemonÃa global. Aspiración siempre presente en la filosofÃa polÃtica, en los documentos y en las proclamas de los lÃderes estadounidenses, como cuando el pasado mes de mayo Obama -el presidente que prometió que siempre actuarÃa multilateralmente dentro de la comunidad de naciones- arengó a los cadetes de West Point. Les dijo que “hasta en la fibra más intima de su ser creÃa en el excepcionalismo americanoâ€, esa indefinible condición por la que Estados Unidos no se rige por las mismas normas que los demás Estados, y para cuyo sostenimiento “debÃa poseer las mejores fuerzas de combate jamás conocidasâ€. Peligroso modo de entender un mundo cada vez más multipolar.
La guerra frÃa contribuyó además a imbuir en algunos sectores del pensamiento europeo -y sobre todo en el español- el hábito de un enfrentamiento continuado y peligroso, olvidando las largas etapas históricas de cooperación entre el Oriente y el Occidente europeos; ahondando la desconfianza mutua y la obsesiva percepción de riesgos, engaños y trampas “maquinadas en Moscúâ€.
El machacón anticomunismo oficial del anterior régimen español hizo mella incluso en nuestras bases culturales, incapaces de entender que Rusia era algo más que el extinto Imperio de los zares o la odiada Unión Soviética. Tan notable falta de perspectiva dificulta entender los motivos que impulsan la actual polÃtica rusa y hace más difÃcil alcanzar puntos de encuentro.
Tras una reunión con su homólogo estadounidense en ParÃs a mediados de octubre, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergéi Lavrov, fue entrevistado para una cadena de televisión.
En su opinión, durante la Guerra FrÃa existÃa una “estabilidad negativaâ€; los conflictos armados se orientaban hacia las regiones periféricas del mundo. Esa estabilidad permitÃa abrir negociaciones sobre la base de un conocimiento recÃproco entre ambos bandos y de una cierta seguridad sobre quiénes eran los aliados y quiénes los adversarios.
Ahora, la situación ha cambiado: han aparecido nuevos actores en la escena internacional como China, India, Brasil y también la Unión Europea, que a pesar de que hoy está manejada desde Washington, podrÃa orientarse en el futuro hacia una mayor independencia. Además, han surgido varias organizaciones terroristas que se han propagado por el mundo tras la agresión occidental a Irak en 2003. La desintegración iraquà ha tenido paralelismos en Libia y en Siria. Por último, ha surgido el Estado Islámico (EI), una amenaza general para todos.
Lavrov resalta la paradoja de que Washington por un lado busca el aislamiento de Rusia y fuerza a otros paÃses a secundarlo, pero por otro lado pide a Rusia que intervenga apoyando a Estados Unidos en Irak, en Siria, contra el EI. Esto “es una caracterÃstica tÃpica de Estados Unidos: su planteamiento ‘consumista’ de las relaciones internacionalesâ€. Es decir, se reserva el derecho de castigar a los paÃses que no actúan según su criterio, mientras les exige cooperar en lo que considera vital para la polÃtica de Washington.
Y puntualizó: “Si hay que combatir el terrorismo, hay que hacerlo siempre y en todas partes. No se puede ayudar a los terroristas ‘buenos’ porque sirven para derribar un régimen que no gusta, aun elegido democráticamente y aceptado por la ONU. No se puede considerar solo como enemigos a los terroristas que asesinan norteamericanosâ€.
Es probable que aquel “fin de la Historiaâ€, enfáticamente anunciado desde Estados Unidos cuando desapareció la URSS y que auspiciaba un nuevo mundo, no fuera sino un fracasado ensayo de relaciones públicas a nivel internacional. Que la Rusia de hoy esté levantando cabeza como si nada hubiera ocurrido es algo que rompe muchos esquemas elaborados al otro lado del Atlántico. La Guerra FrÃa y sus modos de actuar y de pensar han caducado: Europa necesita nuevas ideas y nuevos planteamientos en sus relaciones con Rusia, y deberá ser ella, y no Estados Unidos, la que trabaje en ese sentido.