Sociopolítica

Una luz en la niebla del mundo

LA CASA SE NOS VIENE ABAJO

Hemos construido este mundo materialista a nuestra imagen y semejanza. Pero ¿a imagen y semejanza de quién? ¿Acaso tal imagen se corresponde con nuestro verdadero ser? Donde quiera que fijemos nuestra mirada en este mundo no presenciamos más que calamidades. Si miramos el Planeta, vemos la devastación a que está siendo sometido en todos los aspectos. Contaminación,  y envenenamiento de los elementos vitales de la naturaleza (tierra, aire, agua), depredación salvaje de animales y exhaustiva explotación de recursos que también son causa de guerras,  nos sitúan ante un panorama sobrecogedor. Y si observamos a la comunidad humana nos horrorizamos de los niveles de insolidaridad, injusticias, enfermedades, hambre, ignorancia, y  miserias infinitas que ya solo el pensar en ellas nos abruma. ¿Responden todos estos horrores a una forma correcta de entender a la naturaleza y de entendernos entre nosotros? ¿Reflejan nuestro ser espiritual? (¿Qué piensas, amigo lector?)

NOSOTROS, LOS CIVILIZADOS (¿?)

Estos son los tiempos del Apocalipsis (término que la propia Comunidad Europea ha reconocido oficialmente en 2011), pero que Dios ya anunció en febrero de 2001  a través de la profetisa alemana Gabriele revalidando así la visión de Juan de Patmos. (Tranquilo, amigo lector, no pertenezco a una secta peligrosa porque no soy obispo ni banquero ni tengo sillón en el Parlamento).

En estos tiempos de confusión, la inmensa mayoría de seres humanos confunde tecnología con civilización, de tal modo que esta se mide en función de aquella. Pero si consideramos los efectos que la tecnología (cuya explotación corresponde a minorías) produce sobre el patrimonio de la humanidad que son los recursos del Planeta, no vemos en ello avance civilizador alguno, sino destrucción progresiva. Si fuéramos hinduistas veríamos en ella la encarnación de Shiva, el Destructor, pues esta devastación a que da lugar destruye los materiales naturales necesarios para una vida digna de seres divinos que somos mientras los sustituye por materiales  sintéticos y de derribo con códigos de barras y fechas de caducidad estampadas en sus cuerpos. Este remedo de la naturaleza no es otra cosa que la consagración de la vulgaridad; el asiento de una vulgaridad desprovista de otro fin que la propia consunción, un remedo de civilización, en fin, tal falsa como los objetos que produce. Y esto tiene, entre otras consecuencias, un gran  sufrimiento.

Exceptuando  los dramas derivados de los cataclismos naturales, el sufrimiento es hijo del deseo, efecto de las causas que se siembran; causas que se originan en la mente inferior (dominante en nuestro mundo) y que perturban no solo el cuerpo emocional ( o alma) y el cuerpo físico de quien las produce, sino que tienen su propia onda expansiva y efecto multiplicador por ser energía. Y esta onda expansiva “contamina” la atmósfera espiritual del mundo. Conocedores de esta realidad, los profetas, iluminados y espíritus libres de todas las épocas han tratado de instruir a sus semejantes sobre  la Ley de siembra y cosecha o de causa y efecto, y de proporcionar pautas para conseguir que fuéramos capaces de controlar nuestros pensamientos, palabras y actos recordando que nuestro origen es divino y hemos de volver a nuestro Creador.

 PODER DEL DESEO  Y DESEO DEL SER

Del mismo modo que el deseo sexual acaba en una relación de pareja, y al acabar termina a menudo con la pareja misma, el deseo de poder, convertido en religión, es el verdugo de la espiritualidad. Es sin embargo alrededor de estos deseos –sexo, pareja, religión, poder- donde la mayoría de nosotros asentamos nuestra razón de estar en el mundo. Y lo peor de todo es que tenemos la tendencia a convertirlos en sucedáneos, instituciones, ritos y ceremonias. Por eso el amor es sustituido por sexo y convertido en matrimonio; la espiritualidad por religión y convertida en Iglesias; el deseo de justicia en instituciones de Derecho,  y así sucesivamente. Ante esto, los amantes de la verdadera libertad están contra las falsas democracias; los amantes de la justicia chocan  contra el Derecho; los que buscan a Dios contra las Iglesias, y así sucesivamente. Por supuesto, los deseos innobles encuentran un gran eco: ahí están los Estados, las instituciones financieras y militares para demostrarlo.

El mundo está sumergido en una espesa niebla. ¿Qué luz puede guiarlo? Estimo que la luz de todo aquello que ha sido convertido en su propio sucedáneo: el amor, la espiritualidad, la religión íntima, la Justicia, y así sucesivamente. Si algún lector duda,  que no le pregunte a su ego. Seguro que a su yo inferior no le gusta la luz y prefiere vivir en la niebla del mundo aunque este se venga abajo. Entonces podríamos intentar cambiar el ego por nuestro verdadero ser: dejémonos rescatar por el amor, por más que esta palabra haya sido tan maltratada que también precisa rescatarse de sus infinitas manipulaciones. Amor es altruismo; la niebla del mundo se construye con las partículas del egoísmo de cada cual. La cuestión es que la niebla es ya tan espesa que urge elegir.

 

 

 

 

 

 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.