El relato oficial dice que entre la muerte de Franco en 1975 y el fallido golpe de Estado de Tejero (23 de febrero de 1981), España sería una Arcadia idílica (de apellido Transición), en la que los líderes de la oposición al régimen de Franco y los reformistas del interior pactaron una agenda para preparar al Estado español para su anhelada entrada en Europa así como garantizar la democracia y el progreso generalizado, todo ello bajo la supervisión del rey Juan Carlos I como valedor de la balbuciente democracia.
Sin embargo, al cabo de 4 décadas, la crisis económica , la desafección política de la sociedad española motivada por los sangrantes casos de corrupción de la élite político-económica y el creciente descrédito de la institución monárquica han hecho revisar tales esquemas, incluida la tesis de la supuesta reconciliación nacional propagada por la “mass media” de la época de la Transición , todavía pendiente de su finiquito legal.
Para entender el cambio que se avecina tras la abdicación de Juan Carlos I, habrá que recurrir a Hermann Hesse, quien en su libro “El lobo estepario” (Der Steppenwolf,1.927), plasma el sentimiento de angustia, desesperanza y desconcierto que se apoderó de la sociedad europea en el período de entreguerras y critica mordazmente la sociedad burguesa (“la decadencia de la civilización”), dictadura invisible que anula los ideales del individuo primigenio y le transforma en un ser acrítico, miedoso y conformista que sedado por el consumismo compulsivo de bienes materiales pasa a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable.
Recordar que la entrada en recesión de las economías europeas ha implementado el estigma de la incertidumbre y la incredulidad en una sociedad inmersa en la cultura del Estado de Bienestar del mundo occidental, derivando posteriormente en un shock traumático al constatarse el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo y posterior desahucio, inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, por lo que se antoja inevitable un proceso de catarsis y posterior metanoia colectiva.
En consecuencia, asistiremos a la aparición de un nuevo individuo reafirmado en una sólida conciencia crítica y sustentado en valores caídos en desuso como la solidaridad y la indignación colectiva ante la corrupción e injusticia imperantes (de lo que sería paradigma la irrupción en el firmamento político de Podemos), generador de un posterior tsunami popular de denuncia del déficit democrático, social y de valores de la actual Casta dominante e instaurador del caos constructivo. Dicha vorágine o caos terminará por diluir el opiáceo inhibidor de la conciencia crítica ( consumismo compulsivo) y provocar la necesaria metanoia en la sociedad, no siendo descartable el retorno a escenarios ya olvidados de frentepopulismo en las próximas elecciones Municipales del 2015 que tras un previo consenso de mínimos dará prioridad en lo social a la revitalización del llamado “Estado social y democrático de Derecho” y en lo político a la reinstauración de la República en el horizonte del 2016.