Europa tiene que ser un actor global basado en el derecho internacional, en el multilateralismo y en la necesidad de llegar a acuerdos para solucionar de manera consensuada los conflictos internacionales.
La entrada en vigor del Tratado de Lisboa va a permitir a la ciudadanía visualizar que la Unión Europea no solamente existe, sino que está en marcha. Y lo mejor que le podía pasar a la Unión Europea en esta perspectiva es que España haya llegado a la Presidencia este año, por sus características objetivas y su profundo europeísmo.
Existe una relación directa ente la caída del Muro de Berlín y la Presidencia Española de la Unión. El Muro cayó y provocó un cambio en el proceso de construcción europea. El Tratado de Maastricht, que vino poco después, trataba de responder a un cambio fundamental en el paradigma de las relaciones internacionales -dominadas por la Guerra Fría durante tantas décadas-, la perspectiva de adhesión a la Unión de muchos países del socialismo real y, sobre todo, la posibilidad de que Europa empezara a jugar un papel distinto en el mundo.
El Tratado de Maastricht respondía a estas cuatro cuestiones con el euro, la Política Exterior y de Seguridad Común, la puesta en marcha de nuevos mecanismos institucionales y mejores procedimientos de toma de decisiones. Lamentablemente, después del Tratado de Maastricht la continuidad de ese cambio cualitativo se estancó con los tratados de Ámsterdam y el de Niza.
El Tratado de Lisboa retoma muchas de las cuestiones que vinieron con el Tratado de Maastricht, como la necesidad de definir, por primera vez, una política exterior de la Unión Europea digna de tal nombre. Ya no habrá excusas porque tenemos los instrumentos necesarios para hacerlo (el Presidente Estable del Consejo Europeo, el ministro de asuntos exteriores de la Unión y un servicio exterior común de la Unión Europea).
Europa tiene que ser un poder civil relevante, un actor global basado en el derecho internacional, en el multilateralismo (que no en la multipolaridad) y en la necesidad de llegar a acuerdos para solucionar de manera consensuada los problemas internacionales, reflejando en su acción internacional lo que es: la primera democracia supranacional en la historia de las ideas políticas, basada en una economía social de mercado.
Esto tiene que ver con la lucha contra la pobreza, frenar el cambio climático o conseguir la igualdad. Al fin y al cabo, la Unión Europea va a ser un actor internacional que juega en las relaciones mundiales con nuevos postulados y que debería provocar, con su política exterior, un desequilibrio favorable en torno a nuevas propuestas de progreso.
Europa es lo que tantos europeos defendieron en común, estando en contra de intervenciones unilaterales y a favor del derecho internacional y que hoy siguen exigiendo que no rebaje sus compromisos con la ayuda al desarrollo.
El nuevo Tratado contiene preceptos que informan de toda la acción europea, también las relaciones con América Latina y el Caribe, que la Presidencia Española considera un capítulo fundamental. Vamos a celebrar una cumbre con Canadá y con América Latina y el Caribe, que debe ser distinta de las que ha habido hasta la fecha.
La cumbre tiene que centrarse en un asunto determinado, aprobando un plan de acción para aplicar lo que se decida y un programa político de trabajo entre cumbre y cumbre, buscando la eficacia y la continuidad. A partir de ahí, celebraremos cumbres subregionales y bilaterales muy significativas.
Hay dos cuestiones también que en nuestra Presidencia van a estar muy presentes: el impulso del Instrumento Financiero para Inversiones propuesto por la Comisión Europea y la creación de la Fundación Eurolatinoamericana. Trataremos además de que los acuerdos de asociación existentes todavía no ratificados entren en vigor. Con todo ese conjunto de actuaciones, pretendemos que la Presidencia Española coloque el interés de nuestro país en los asuntos de América Latina en el marco de un interés europeo renovado por la región, implicando al tiempo al presupuesto y a la voluntad política de la Unión.
De esa forma, contribuiremos a que Europa juegue su papel en un Mundo en cambio lleno de retos, desafíos y oportunidades que reclama más y mejor Europa, la que viene con el Tratado de Lisboa bajo el brazo.
Carlos Carnero
Embajador español en Misión Especial para Proyectos en el Marco de la Integración Europea