Supongo que es complejo evaluar el valor de la vida humana, ¿que parámetros deberíamos de colocar en la ecuación?, ¿el peso?, ¿la altura?, ¿la procedencia?, ¿el nivel de estudios?, no lo sé, lo que sí está claro es que no todas las vidas valen lo mismo, aunque deberían.
Turquía
En estos días se va a negociar el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para el intercambio de ‘cromos’ en forma de refugiados sirios, para mayor sonrojo de todos los ciudadanos europeos que un día creímos en el proyecto europeo como una forma de consolidar un Estado social y solidario, pero que ahora nos rendimos ante el fracaso más estrepitoso en favor de la crueldad.
Y no entro en la demagogia barata, porque entiendo que no es una situación de solución sencilla o unidimensional, nada más lejos de la realidad, pero sí que exijo a los gobernantes europeos algo más de nivel político y de capacidad de gestión para una crisis de este calibre.
La vida de cualquier refugiado sirio debería de valer lo mismo que la de cualquier ciudadano europeo a todos los efectos y deberíamos de ser capaces de recomponer el gesto y ofrecer una alternativa plausible a las víctimas de una guerra que sólo nosotros hemos creado, por mucho que ahora miremos hacia otro lado.
Es un ejercicio de responsabilidad social y humanitaria, una obligación que tenemos como seres humanos y como sociedades supuestamente avanzadas. No es lícito negociar con la vida de nuestros semejantes, pagar para que el olor del problema no nos llegue.
Ha llegado el momento de empezar a plantearnos el tipo de Unión Europea que queremos levantar.
Una en la que icemos la bandera del tanto tienes tanto vales, u otra en la que apostemos por la igualdad de todos los seres humanos a todos los efectos, para mayor gloria de nuestra sociedad que no podrá si no beneficiarse de este planteamiento inicial.
¡Basta ya! Los gobernantes emanan del pueblo y, por tanto, se parecen a él, y es cierto que nuestra sociedad se ha inhumanizado a pasos agigantados en los últimos 20 años tras el hedor del dinero, pero llegan momentos en la vida en la que hay que retomar aquello que nos hizo grandes. La Unión Europea se cimentó sobre una base social que ahora no podemos abandonar por mucho que nuestras gentes se hayan rendido ante el poder del dinero.
Ya lo dije una vez, y lo vuelvo a repetir, si esta es la Unión Europea que queremos construir, que paren las máquinas porque yo me bajo.