La capacidad de los bancos europeos para pagar sus deudas están sometidos a constantes pruebas de solvencia. La posibilidad de que los resultados no sean los esperados dispara los intereses que algunos países miembros debían pagar para financiarse. Los “mercados” atacan antes de conocer el resultado de los exámenes.
La Unión Europea (UE) continúa sumida en una grave crisis económica y financiera. A los rescates realizados a Irlanda, Portugal y Grecia se une la posibilidad de que otros Estados Miembros tengan que ser rescatados en un futuro próximo. “El contagio podría ser amplio si las tensiones en los países de la zona euro en crisis se trasladan a otros miembros”, ha declarado Luc Everaert, jefe de la División de Políticas de la zona euro en Europa del FMI.
Las agencias de calificación y los mercados financieros tienen cada vez mayor poder de decisión y lo ejercen a diario. Ninguna prueba o control es suficiente. Los “mercados” han impuesto su ley: todo vale para reducir el déficit. Los intereses de la deuda, los test de solvencia y los índices de la bolsa provocan más iniciativas políticas que casi 500 millones de ciudadanos. Sin embargo, son esas personas, quienes pagan los rescates financieros con sus impuestos, quienes ven peligrar sus sueldos y quienes observan cómo se endeuda su futuro y el de sus hijos.
Los ciudadanos de la UE han hecho muchos sacrificios, y por el momento no han obtenido beneficios. Justo al contrario que “los mercados”. Las agencias de calificación y los abusos del sistema financiero han provocado una grave crisis económica y social. Moody’s certificó como una sólida empresa a Lehman Brothers, cuya quiebra inició la crisis actual. La situación supuso un plan de choque mediante el cual se reflotaron empresas privadas con dinero público. Los responsables de la crisis no se han visto obligados a responder por sus actos y mantienen su capacidad de influencia. Quienes la sufren pagan los errores de otros, y la factura crece día a día.
Es necesaria una UE con mayor peso político, capaz de hacer frente a los “ataques” que recibe. A falta de una unión política fuerte y desarrollada, Estados Miembros e instituciones comunitarias deben mostrarse unidos, sólidos y concisos. “Espero de los líderes, del presidente de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo (BCE) que reafirmen la autoridad política frente a los mercados con un mensaje muy claro,” declaraba Michel Barnier, comisario de Mercado Interior y Servicios Financieros de la UE.
Algunas propuestas comienzan a tomar forma. Se pretende crear una agencia de calificación europea para hacer competencia a Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, que cubren el 90% del mercado a nivel mundial.
Desde su creación, la UE ha dirigido sus esfuerzos en generar una unión económica y comercial sólida. Su máximo exponente es la moneda única. Ahora El Pacto del Euro se encuentra amenazado y la situación económica es cada vez peor. La Europa de los Mercaderes es una marioneta en manos de “los mercados”. Es necesario avanzar en la integración política. Se necesita una UE capaz de enviar un mensaje que refleje el consenso de los países que la forman. Se debe desarrollar una unión política con capacidad y la autoridad de defender los logros que ha conseguido la UE y frenar las agresiones financieras.
La Unión tiene que tener un carácter más humano. Las consecuencias de cada ataque financiero las sufren familias griegas, portuguesas, irlandesas o alemanas. Los ciudadanos europeos son las víctimas de los recortes y endeudamientos. Avanzar en la unión política significa caminar hacia una UE más democrática, en las que los seres humanos sean más importantes que el contenido de sus billeteras y sus cuentas corrientes.
La respuesta a las dificultades se realiza con fondos aportados por todos los Estados. La solución pasa por generar propuestas alternativas comunes ante los problemas. La UE no puede ser sólo un organismo capaz de rescatar países al borde de la quiebra. Debe generar mecanismos políticos para evitar rescates y situaciones insostenibles.
Javier Fernández Díaz
Periodista