Como es normal todos los días a la hora de levantarse: pereza en general, ¡cómo nos gustaría quedarnos un poco más en la cama!, pero hay que levantarse, las obligaciones esperan. Por aquí brilla el sol como nunca, aunque hace fresquete. Bajaré a dar una vuelta, espero. Lo de nadar, lo estoy evaluando.
Muchos pensarán: ¡qué pesado, siempre escribiendo! Claro que soy pesado, y constante. A través de la escritura me siento vivo, cuerdo y sin droga. Otros, a estas horas, ni leen, ni escriben, ni nada de nada.
La droga está en sus cuerpos, pidiendo más, pues se está acabando y empiezan a notar escalofríos, tiriteras, temblores, confusión mental, angustia… no lo resisten, y de esa manera no ven ni sienten nada de lo que les rodea, y menos, claro que digo menos, la vida y las cosas bellas que tiene.
Es una enfermedad dura. Se sale, pero a veces quedan «retoques» que son muy duros, y te hacen no desear continuar. Todo lo ha complicado la maldita droga. ¿Vale la pena?
Si nosotros salimos, ¿por qué tú no?
No permitas nunca que alguien, en un momento dado y en una circunstancia especial en que pierda los papeles, te llame: borracho, yonki, etc.
Eres un ser humano y mereces u respeto, sobre todo si estás enfermo o luchando por salir, y con más razón si lo has logrado.
Todo lo que trae la droga, antes y al salir, son problemas que hay que ir resolviendo, problemas mentales, de cada uno, que se atrincheran y no logran romper esa trinchera, llegando a veces al suicidio. No ves hacia afuera, sino hacia adentro, y lo normal es que no aguanten los que están a tu alrededor, porque es muy difícil luchar y luchar.
El enfermo no puede tirar la toalla porque la enfermedad se lo come, pero el que está a su lado sí que puede, porque como ser humano no puede más. Y el enfermo vuelta a empezar. Es difícil, muy difícil todo esto.
El haber estado muchos años en la droga deja secuelas que también hay que afrontar. Y no ayudan nada ‘los miedos’ a que te abandonen, ‘los miedos’ a que te puedan internar, ‘los miedos’ a que al decirte todo esto te quedes con un vacío interior muy fuerte, sin saber qué va a ser de ti.
Te miras al espejo y ves a un tonto, pero un tonto que llora porque dejó la droga , y ahora su cabeza le traiciona, escuchando el eco de las palabras: «ingreso», «yo no puedo ni sé cómo ayudarte», y empieza el daño interno de nuevo a florecer, la angustia, la sinrazón, recuerdos, ¿volverá tu soledad?
Por eso, si alguien que dice ser ‘ayudador’, te dice bonitas palabras, te ilusiona y está dispuesto a apoyarte en el proceso, es inmoral que cuando cierre la puerta diga: «ese, es un borracho», «ese es un drogadicto».
¡¡No!! Tú eres un ser humano con una enfermedad y vamos a ayudarte a luchar para curarte. ¡Eso es lo que tienen o tenemos que decirte para apoyarte y alentarte. Lo demás, lo demás… califícalo como quieras.
LO IMPORTANTE ERES «TÁš», LA PERSONA.