Comprar oro, plata, papeletas de empeño, relojes de primeras marcas e incluso automóviles se ha convertido en el negocio de la crisis. Letreros con grandes letras brillantes rezan por toda España “Compro Oro”, “Orocash”, “Se Compra Oro”. Incluso se compran y empeñan coches en algunas urbanizaciones de España. Pequeñas y grandes ciudades se han convertido en el lugar ideal para la compra-venta de metales preciosos y objetos de valor.
Los negocios de compra-venta de oro empezaron a multiplicarse en el inicio de la crisis. En tiempos de declive económico su valor se multiplica. En 2002 el precio de la onza de oro rondaba los 250 dólares; la semana pasada el precio de la onza se situó en 1.639 dólares. Estas cifras son los precios del lingote y las monedas, el oro en forma de joya pierde valor al tener que pasar por toda la cadena de intermediarios y fundidos.
“Vender caro lo que se compra barato es el lema de los propietarios de las tiendas de empeños”, afirma Javier Morálvez. Llegó a España hace 15 años desde Ecuador y sin dificultad encontró empleo como albañil en una gran empresa constructora. Hace cinco años tras una reducción de plantilla fue despedido. Ante este panorama decidió buscar un nuevo trabajo: captador de clientes para tiendas de empeño. Javier es uno de los cientos de captadores que recorren la Puerta del Sol cada día cubierto con un chaleco amarillo fosforito y letras negras que anuncian Compro Oro.
El negocio del Oro es un valor seguro. Los más agudos lo supieron cuando vieron venir la crisis. Ahora todas las joyerías cuentan con uno o dos captadores. “La mayoría de los que trabajamos para las joyerías y casas de empeños venimos del mundo de la construcción. Es un buen trabajo, son muchas horas pero tenemos un buen sueldo”, explica Javier.
Negocios que se establecen en oficinas de astronómico valor, cuentan con una plantilla de entre 10 y 12 empleados y no conocen los días festivos. Estas tiendas compran el gramo de oro por 25 o 26 euros, cifras que varían cada día según su valor en Bolsa. A continuación venden el metal a las fábricas de fundición por unos 36 euros. Los lingotes que salen de esas fábricas son adquiridos por grandes inversores que pagan por ellos el precio de mercado. En definitiva, estos negocios ganan una media de 7.000 a 8.000 euros limpios por semana.
Un cordón de oro, una cadena con su nombre y un anillo herencia de su abuela son las tres joyas que Lucía Molina ha empeñado en El Monte de Piedad de Madrid. Los Montes de Piedad son los antecesores de las actuales casas de empeño. Estas instituciones tienen su origen en el siglo XV con la misión de atender a las clases sociales más necesitas. Mediante la concesión de préstamos gratuitos sin interés, que garantizaban con alhajas y ropas, trataban de suavizar la usura. Con el paso de los siglos los Montes de Piedad dejaron de lado su carácter solidario para empezar a cobrar intereses.
“Empeña tus joyas y recupéralas por el mismo valor”, anuncian muchas casas de empeño. La realidad es muy diferente. Por cada cuarenta días que transcurren desde su empeño el valor de la joya aumenta un 10%, lo que se traduce en un sustancial aumento en el precio cuando el depositario quiere recuperar sus joyas.
Lo que nació como una herramienta para ayudar a los más desfavorecidos se ha convertido en un instrumento de usura. Son las personas más desfavorecidas las que acuden a estas tiendas para vender parte de sus recuerdos. Tienen la esperanza de recuperar sus joyas algún día, sin embargo la mayor parte no logra rescatarlas. Ya sea porque carecen de los recursos económicos necesarios o porque sus alhajas terminan siendo vendidas o subastadas.
Con la crisis ha vuelto el oro y sus negocios donde miles de españoles venden su joyero familiar. Cada una de estas joyas contiene una historia. Dinamita, toneladas de roca triturada y algo de ilusión se oculta en cada anillo de boda. En el negocio del oro se ven reflejadas las consecuencias del declive económico, el desempleo y un desarraigo obligado para poder salir adelante.
por Irene Casado Sánchez
Periodista