Común denominador en todos los gobiernos totalitarios y dictatoriales: controlar todos los medios de información que les resulten incómodos. Tenemos claro ejemplo de ello en el señor Correa de Ecuador, el señor Morales en Bolivia, la señora Kirchner en Argentina, el señor Ortega en Nicaragua y el sargento Chávez en Venezuela.
El caso venezolano es de antología. Los patéticos dirigentes del equipo gobernante, no guardan reparos ni tienen tapujos a la hora de expresar el deseo de mantener una hegemonía comunicacional que satisfaga las apetencias del amo. Esto les permitirá manejar la información de tal manera que puedan desvirtuarla o adecuarla a las conveniencias del régimen militarista.
El gobierno del Sr. Chávez es propietario de la mayoría de las estaciones de televisión del país, y de unas cuarenta emisoras de radio que ha confiscado y puesta en manos de personas afectas a su régimen. De cinco televisoras independientes de cobertura nacional, solamente un par de ellas siguen manteniendo una línea editorial ajustada a los principios de equidad, justicia y democracia establecidos en la Constitución Nacional. De estas dos emisoras, queda una conocida como “Globovisión” que no se ha doblegado a las pretensiones de la dictadura totalitaria quien, dicho de paso, desea eliminarla a toda costa; por ese motivo, es la más golpeada y perseguida por los entes gubernamentales viéndose obligada a trabajar bajo una presión constante de cierre, multas y confiscación por la dictadura, ya que se ha convertido en una ventana abierta al pensamiento crítico de aquellas personas que no comulgan con ese Frankestein ideológico compuesto por fragmentos de comunismo, fascismo, nazismo y otros “ismos” que han dado origen a ese mal llamado “Socialismo del Siglo XXI”
La situación de la radio y la televisión independiente, se hace cada día más difícil en el país: el gobierno dictatorial les retira las pautas publicitarias, acosan al sector privado para que no inviertan en publicidad, obligan a transmitir propaganda gubernamental sin pagar un centavo por ellas, , presionan a los directivos de los canales para que retiren los programas de opinión que les son adversos, o que acorten el tiempo de duración de los mismos, y si no lo hacen ¡¡Ay papá¡¡ aténganse a las consecuencias.
La mayoría – por no decir todos – de los programas de opinión y entrevistas, los fueron eliminados poco a poco de las parrillas de las televisoras; únicamente queda en Globovisión uno muy popular, conocido con el nombre de “Aló Ciudadano” el cual ha sido víctima de muchos atropellos amenazas y violaciones a sus instalaciones por bandas armadas auspiciadas y pagadas por el gobierno. Por decir la verdad en sus noticieros, una de las notas de prensa fue tergiversada por uno de los genios comunicacionales del oficialismo; pero fue tan bruto este “pequeño Goebbels” que, sin quererlo, una alta funcionaria del gobierno lo desmintió, dejándolo muy mal parado.
La última gracia de la dictadura fue imponerle a la televisora una enorme e injusta multa en dinero, la cual, de hacerse efectiva, el canal se vería en la imposibilidad de pagar, lo que puede traer como consecuencia su cierre definitivo. Lo absurdo de todo esto se ve reflejado en la actitud de los adulantes y voceros del gobierno quienes pregonan a los cuatro vientos que en este país existe “libertad de expresión” Lo que no dicen es ¿cuánto nos cuesta esa libertad? y el “mucho cuidado con lo que piensas expresar” porque te puede salir desempleo, cárcel, exilio o muerte. Por cierto se dieron cuenta que ese lema: “Patria, Socialismo o Muerte” era bien pavoso y lo cambiaron.
Pero el gobierno deseoso de extender sus tentáculos comunicacionales más allá de la frontera de Venezuela, creó un canal de televisión internacional, financiado con los petrodólares, transmitido por satélite y por cable, donde su programación se dirige a rendir loas y alabanzas, tanto a los gobiernos totalitarios de Latinoamérica y del Caribe, como a los sátrapas asiáticos y africanos “amigos” de la dictadura venezolana.
Durante la gesta revolucionaria en Libia, que al final dio al traste con la dictadura del coronel Gadafi, esta televisora fascista catalogaba a los rebeldes libios como bandidos, revoltosos y otros calificativos mal intencionados; y el colmo de los colmos, llegaron a comparar al coronel sanguinario con el Libertador Simón Bolívar.
La televisora de marras a la cual se hace mención, es la denominada “Telesur”, la misma está dirigida por personas de confianza del régimen, ahí no trabaja nadie que no sea afecto al gobierno. En su programación no existe equilibrio informativo y los espacios de opinión son copados por los ultradefensores de la dictadura. Allí se ofenden e insultan a quienes piensan diferente, a los demócratas que se niegan a aceptar que la nación sea convertida en un estado fascista.
Como en todo medio de comunicación de tendencia nazi – fascista, en este canal no tiene cabida lo que tenga que ver con los judíos; por eso, cuando el venezolano Maickel Melamed ganó la Maratón de Nueva York el 6 de noviembre de 2011, recorriendo los 42 kilómetros, a pesar de su discapacidad física motora, los canales oficiales a penas si hicieron mención del hecho; pero la torta la puso Telesur, cuando uno de sus comentaristas hizo una alusión despectiva de la proeza de Maickel, lo que ocasionó una protesta de la comunidad judía venezolana.
Pero así como la hazaña de Melamed tuvo poco espacio en las televisoras oficialistas, existe la figura de un corredor de autos de Formula 1, financiado por el gobierno, al cual le dan un enorme espacio publicitario, a pesar de que, en las competencias siempre llega en el puesto 16; sin embargo, lo catalogan como héroe del pueblo.
Conocemos muy bien que los pueblos no son idiotas, y saben donde les aprieta el zapato. Pueblo pendejo está condenado a desparecer. En el caso que nos atañe, las emisoras de radio y televisión de corte fascistoide en poder del gobierno no tienen audiencia, y así lo han demostrado las constantes mediciones elaboradas por las empresas encuestadoras, (aquellas que no son pagadas por el gobierno) donde los numeritos no las favorecen en nada. La radio oficialista casi nadie la oye – salvo uno que otro despistado chavista – y las plantas de televisión en poder del gobierno sólo las ven aquellas personas que padecen de insomnio, y eso para agarrar el sueñito, dado lo fastidiosa de su programación.