Recientemente estuve con un amigo en la casa de América Latina aquí en París, con motivo de una serie de conferencias sobre el país de Chávez. Tras escuchar a los ponentes, salí de allí con la certeza de que a ellos también se los iba a comer el león, desgraciadamente no me equivoqué. El autócrata bolivariano ha sido ya bastante denigrado por sus enemigos y ensalzado por sus amigos, así que por ese lado ya no queda mucho por decir, lo cual nos permite concentrarnos sobre una cuestión esencial.
¿Cómo es posible que la renta petrolera y la concentración de casi todos los poderes entre las manos de Hugo Chávez no permita la creación del primer estado de bienestar moderno y eficaz en América?
El 85 % de los miembros de la Confederación de Industriales Venezolanos considera que uno de los principales obstáculos para el desarrollo del sector empresarial, lo constituyen los recurrentes ataques por parte de los medios de prensa gubernamentales, de los que son víctimas pasivas, porque los muestran como saboteadores del proceso revolucionario dadas sus actitudes egoístas y poco solidarias.
Críticas semejantes condujeron hace varias décadas al mentor del presidente venezolano, Fidel Castro, a expropiar sin indemnizaciones, tras un maratónico discurso de diez horas, todos los negocios que quedaban en las manos de la gente el 13 de marzo de 1968, actos que se conocieron en Cuba como la “Ofensiva Revolucionaria” y que condujeron a la quiebra del capitalismo cubano.
44 años después se redescubre, alienta e implementa en Cuba la propiedad privada, como una solución capaz de reactivar la maltrecha economía socialista cubana. Espero que al menos esta lección no se les haya olvidado a los responsables de aquel desastre (los mismos que ahora están exportando su caduco modelo, pensando que podría funcionar mejor en un país que puede indiscriminadamente costear las locuras del estado gracias al petróleo) porque se equivocan ahora como se equivocaron antes. Se ha demostrado que es Estado es un pésimo gestionario de la riqueza nacional.
Según los empresarios venezolanos 40 % de entre ellos registraron una disminución de hasta un 90% de sus operaciones comerciales y la actividad de la industria manufacturera también acusó un significativo descenso durante el año que acaba de terminarse. Otro sector que se ha visto seriamente amenazado por las políticas del régimen ha sido el agrícola, la Federación Venezolana de Productores Agrícolas ha dicho que a raíz de la asfixia económica a la que han sido sometidos, por la fijación estatal de precios por debajo de los costos de producción, se ha provocado un desplome de la producción. En su informe demostró que de las 98.500 hectáreas de arroz sembradas este año, equivale a 46 por ciento de las 214.000 que se sembraron el año pasado, en consecuencia el volumen de la producción de este año es igual al registrado hace tres décadas.
Otra empresa de encuestas “Medición” señala que la ineficiencia del régimen ha ido creciendo en la medida que avanza la permanencia en el poder de Chávez y, desde luego, 60 por ciento de los venezolanos considera al presidente como el principal responsable de la crisis que vive el país. A pesar de todas estas cifras que hablan por sí solas Hugo Chávez ha vuelto a ganar las elecciones.
Todo el mundo parece asombrarse, sin embargo estos resultados eran previsibles puesto que el avance solapado de las ideas socialistas “mixtas” es el principal mal de nuestro siglo. La creencia que estipula y condiciona el éxito de un país a la intervención del estado de bienestar en los asuntos económicos, nunca ha sido completamente rechazada por las élites pensantes como un absurdo sin pies ni cabeza.
La caída del Muro de Berlín no significó para nada su descrédito, al contrario sigue viva y haciendo estragos –como lo muestra la relección de Chávez, asociado más a un Dios Padre Benefactor que a un eficaz gestionarlo de la riqueza nacional-. El socialismo de estado, marginado como quedó al concluir aquellos tristes acontecimientos a finales del siglo pasado, parecería completamente muerto y enterrado, pero no es así. Nos rodea insidioso a escala internacional por medio de las organizaciones monetarias que rigen las políticas nacionales y los precios. Pero más grave aún, dentro de nuestras naciones desarrolladas «des nantis» se mantiene presente, confundido con la idea de solidaridad nacional. Una semilla capaz de hacer nacer el árbol de las buenas intenciones y con él, su cortejo de manipulaciones que siempre se terminan con más pobreza y drama para los Estados que se empecinan en esas vías de falsas esperanzas. El caso de Venezuela lo prueba y el de Cuba ya lo ha confirmado.