Sociopolítica

Viaje a la transparencia

Acabo de terminar la lectura de Relámpagos, de la poetisa Carmen Moreno. Una de las partes en el que se divide el poemario, está centrada en la figura de Norma Jeane -Marilyn Monroe-, en el que a través de reflexiones, las dos mujeres hablan de sí mismas: «Subirme la falda y tener tu sexo, / abrir los ojos y verme entera, / ser mujer y estar en paz» .

Tanta ternura, tanta transparencia se confabulan, como el propio título encamina, para rasgar el cielo y entreabrir el imperio de la luz. Horacio reclama la propia identidad, «Aquellos que cruzan el mar cambian de cielo, pero no de alma«. En cualquier viaje el destino final es uno mismo.

Me deleito con algunas fotografías que Bert Stern realizó a la protagonista de Vidas rebeldes. Pocos días después aparecía muerta, al parecer por una ingesta de barbitúricos. Dice Carmen Moreno en referencia a la actriz norteamericana, «No dejes que el revólver te mancille. / Sal de la vida como mereces, / con la premura de las rachas de viento«. La mirada de Norma recoge el enigma del océano, vasta e incontrolable naturaleza, y su debilidad, suspiro fenecido en la orilla.

Viaje del espanto podría calificarse al que tiene como destino final la cárcel. El tránsito hasta ella nos descubre el talante de quienes por circunstancias se ven envueltos en este tipo de situaciones judiciales. Preguntes a quien preguntes, la unanimidad es total y absoluta. El extesorero del PP -Partido Popular- descansa sus huesos en la penitenciaria. Ya no podrá realizar esos viajes a Suiza con fines pecuniarios o al Polo Norte con tintes aventureros, que recogiera el siempre estimulante Jack London en obras como Colmillo blanco. Desatendiendo al hierático «inversor bursátil», detengo mi contemplación sobre su esposa y la celebración -no podría denominarse de otra manera- de su viaje al juzgado. Allá que desciende del automóvil y posa su prestancia en la acera con el empuje firme y decidido en decir a los cuatro vientos: ¡¡Aquí estoy yo…!! Chófer y ayudante de cámara para que no falte ningún detalle en esta escenificación de la osadía más alevosa y triste. Allá que se encamina con la barbilla elevada y la cabellera suelta. Todo un gesto de poder y afianzamiento en el territorio que pisa, y que al parecer tanta confianza le inspira.

Los placeres mundanos y viajeros de un alto prelado del Vaticano, nos confirman que el ojo de la aguja se ha ensanchado hasta lograr que un camello pase por él. Cosa fina la de fletar un avión privado para desde Suiza ascender a los cielos -quizás como acto de contrición- con 20 millones de euros y posteriormente aterrizar en Italia. Para este viaje si se necesitaban alforjas, y qué alforjas. De lo que contenga el banco de la Santa Sede apenas sabemos, pero que la impresión es de una insalubre estancia es la sensación más afín a los manejos que, como éstos, la ensombrecen.

En Meditaciones el emperador romano y filósofo Marco Aurelio manifestaba: «¿He realizado algo útil a la humanidad? En consecuencia me he beneficiado. Salga siempre a tu encuentro y ten a mano está máxima, y nunca la abandones«.

El poder es siempre la primera fase de la corrupción. La gestión de ese poder no puede estar contenido en la extensión democrática, como barbecho durante cuatro años hasta la llegada de la siembra. La igualdad, a la que tanto se refieren para esgrimir postulados contradictorios, no obedece precisamente a un derecho. Más bien a la supresión del privilegio. La acumulación de poder lo es de privilegios y, con ellos, de degeneración. Entre los principios del poder no se halla precisamente la creación del pensamiento. El carácter estoico que representaba el emperador de origen hispano, no es garantía de hechos intactos por la miseria humana, pero sí de la perspectiva moral e intelectual que acoge en sí lo más trascendente: saber pensar y ser uno mismo. Estas dos acciones de pensamiento y acción no se descartan y se persiguen en cualquier esfera de poder. «Tsvietaieva… el dolor desde la soga que se balancea en su sombra«. La poetisa moscovita se encarna en el aliento de la gaditana Carmen Moreno. Los sinsabores y penurias que sufrió en «la desesperación del silencio» la convierten en ese lugar de perenne promisión de libertad. Voz poética que respira en la desesperación y no renuncia a su espíritu de creación. Mientras algunos emprenden viaje hacia las tinieblas, la poesía nos señala el de la transparencia, «Lo dijo Saturno tras devorar a sus hijos: / -Se me atragantó el hombre / y parí tiranos«.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.