Viaje al optimismo. Las claves del futuro, de Eduardo Punset (Destino, 2011)
“Somos la primera generación que ha afectado al clima, y la última que puede escabullirse sin notar sus efectos”. ¿Cómo entender, si no, la urgencia de soslayar el impacto de la acumulación de CO2 en la atmósfera, pasando esa enorme hipoteca a nuestros hijos?
El pasado fue siempre peor, y no hay duda de que el futuro será mejor. Ese mensaje orienta el Viaje al optimismo al que nos invita Eduardo Punset. Los constantes avances científicos, que recorremos con el autor, justifican abordar con entusiasmo el futuro.
En este viaje, Punset desmiente que la crisis sea planetaria, sino una crisis de ciertos países que cometieron errores notables, como vivir por encima de sus posibilidades. Proclama la obligada redistribución del trabajo mientras la esperanza de vida aumenta dos años y medio cada década, y recuerda que ya no es posible vivir sin las redes sociales.
Hoy, afirma, la manada reclama el liderazgo de los jóvenes, es más necesario que nunca “aprender a desaprender” y debemos asumir que la gestión de las emociones es una prioridad inexcusable.
Cuando no se tiene una concepción pausada y responsable del tiempo, se vive dominado por el pesimismo o el optimismo a partes iguales. Es probable que la realidad de cada día induzca a pensar así, porque da la impresión de que ésta cambia a cada segundo, sostiene el autor.
Agobiados por el impacto de la crisis energética que se avecina, no dedicamos todos los recursos que merecería investigar cómo las cianobacterias evitaron la extinción de la vida en el planeta hace 2.300 millones de años, descubriendo para ello la fuente energética de la fotosíntesis.
Para sobrevivir hemos tenido que ser fieles a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestras tribus, a nuestra cultura, a nuestra especie y a nuestro planeta. Si nuestra psicología es complicada, dice, se debe a que es el subproducto de demandas complicadas y contradictorias.
La crisis económica ha oscurecido la comprensión del éxodo masivo de la realidad; la gente mira la tele, manda e-mails, habla con personas de otros hemisferios a las que nunca ha visto. Vive inmersa en mundos y en tareas digitales. Sólo ahora, afirma, estamos descubriendo el sentido de este excedente cognitivo y exorbitante, que tiene poco que ver con la satisfacción de las necesidades evolutivas básicas y mucho con la innovación y el futuro.
Idénticas ventajas nos conferirá la comprensión de las emociones y el aprendizaje de su gestión. La gestión personal de los mecanismos mentales será paralela y no menos visible que el cuidado de la salud física o de la dieta.
La soledad dejará de carcomer a casi un 30% de la población hoy desorientada cuando aceptemos que el cerebro no distingue entre necesidades físicas y mentales: se activan con la misma intensidad los circuitos cerebrales cuando se tiene hambre que cuando se padece soledad.
J. C. Gª Fajardo