El régimen del presidente Bashar Al-Assad ha cerrado herméticamente a Siria de cualquier injerencia occidental, se mantiene claramente alejado de EE.UU. y técnicamente aun mantiene su “estado de guerra” con Israel. Siria es la gran incógnita en los vientos de cambio que se producen en relación al contagio y la difusión de la ira popular en el Oriente Medio. Su alianza con Irán y el antiamericanismo distinguen a Siria de Túnez, Egipto, Bahrein, Libia y otros países árabes que pueden padecer reacciones contra sus gobiernos como, Jordania, Yemen y Argelia.
Aun así, los movimientos de oposición han tratado (desde el exterior) de organizar protestas contra el presidente Bashar Al-Assad iniciando acciones de características similares a Túnez, Egipto y Libia. Varios grupos de protesta ciudadana han estado utilizando sitios de Internet y redes sociales como facebook y twitter para convocarse y participar en manifestaciones en Damasco y otras ciudades del país. Este accionar de los opositores demócratas en el exilio, tiene la esperanza que Assad sea el próximo en el proceso de cambios que se esta dando en la región.
A mi juicio, en el caso sirio no descartaría levantamientos, pero no albergaría una expectativa razonable de que pudiera prosperar exitosamente alguna movilización contra Assad, ello en virtud de las características represivas del régimen sirio, que difiere en mucho (por su brutalidad) de sus vecinos regionales. Aunque el pueblo sirio padece las mismas condiciones de pobreza que los egipcios junto a niveles altísimos de opresión del autócrata que gobierna por los últimos 10 años y heredó el poder ejercido con similares características por su padre, Hafez Al-Assad, fallecido en 2000 después de gobernar rígidamente durante 30 años los destinos de Siria. Y aunque algunos analistas sostienen que hay elementos idénticos al caso Mubarak, efectuar un paralelo entre Egipto y Siria puede resultar no solo simplista, sino erróneo y engañoso.
Hay diferencias sustanciales entre Siria y Egipto. Fundamentalmente porque el país africano es el más poblado del mundo árabe, lo que ha sido determinante en las masivas movilizaciones que se han visto, Siria en tanto, es mucho menos susceptible al espíritu de una revuelta social a gran escala, sencillamente porque es mucho más pequeño y dispone de menos de la mitad de habitantes que Egipto. En Siria, el nivel de pobreza es levemente menor en relación a su menor cantidad de habitantes y aunque no existe solidez confesional como en Egipto. Si se efectúa una comparación entre las líneas sociales e ideológicas (mucho más homogéneas) del Islam sunnita egipcio, se observara que Siria esta mucho más fragmentada en sus comunidades sectarias, fundamentalmente porque la sociedad siria es una sociedad mucho mas reprimida y asfixiada políticamente.
En otras palabras. A pesar que todo es posible en estos días y el escenario se encuentra abierto de manera absoluta en aquella región del planeta, nada indica de forma terminante que Siria vaya a experimentar un proceso similar de agitación social al de Túnez y Egipto, y si sucediera, seria mucho mas similar al escenario Libio dadas las características represivas de su gobierno.
El presidente Assad declaro días pasados al Wall Street Journal que su régimen permanecerá inmune a la ira de la calle árabe porque a diferencia de los países afectados hasta ahora, Siria refleja y encarna la hostilidad popular hacia Israel y los EE.UU. Pero Assad no debería estar tan seguro de ello puesto que a Khaddafi no le sirvieron de mucho sus declaraciones de semanas pasadas instando a los palestinos a desembarcar en las playas israelíes. Es obvio que el presidente sirio está muy preocupado por su futuro. Assad juega el juego infantil de la negación cuando dice que esto no puede suceder en Siria porque Siria es anti-estadounidense y anti-israelí. Pero hasta ahora no se ha visto que el pueblo sirio muestre señal de ello y si contrastamos el antiisraelismo de los libios, nada indica que lo mismo no suceda en Siria. Lo cierto es que la gente esta hablando más acerca de libertad y de sus derechos para terminar con regímenes autocráticos. Sin embargo, el presidente sirio puede haber estado insinuando (con razón) que no dudara en ordenar reprimir con la brutalidad que caracteriza a sus fuerzas de seguridad para aniquilar sin piedad cualquier desafío a las decisiones de su régimen.
Muchos ciudadanos sirios opinan que su gobierno es ilegítimo y que ejerce el terrorismo de estado, pero hasta allí han llegado las cosas pues existen tantas divisiones como temores en Siria. Lo cierto es que la Republica Árabe Siria no es un país democrático, es un Estado autoritario. Pero a mi juicio, si en Damasco sucediera un levantamiento popular como lo acaecido en El Cairo, el aparato de seguridad sirio lucharía hasta el final y hasta el último hombre en defensa del régimen a pesar que la naturaleza comunitaria de la sociedad siria esta profundamente dividida por las divergencias existentes entre la mayoría sunita y la minoría (solo un 8%) de la secta alawita que gobierna el país y a la que pertenece la familia Assad.
Los ciudadanos sirios conocen su historia y saben que habrá una ofensiva sin cuartel contra cualquier manifestación de disidencia pública, ellos aun recuerdan la sangrienta represión desatada por el padre del actual presidente Assad ante un levantamiento popular inspirado en la reivindicación de libertades y derechos ciudadanos en la ciudad de Hama en 1982 que el régimen saldo con el asesinato de unas 30.000 personas en el transcurso de una semana cuando la fuerza aérea y la artillería del ejercito sirio bombardearon la ciudad y masacraron a casi la totalidad de sus residentes civiles.
Según algunos colegas árabes, el aparato de seguridad sirio es el más represivo de los países de la región, y no están desacertados en sus afirmaciones, pues los servicios de seguridad del régimen sirio han sido entrenados a imagen y semejanza de los servicios de inteligencia de ex estados comunistas como Alemania Oriental y Rumania durante la guerra fría. Como resultado, los reclamos de la sociedad civil y la prensa que pudiéramos calificar como de oposición han sido arrasados en Siria. A diferencia de ello, en Egipto los ciudadanos si lograron manifestarse y algunos sectores de la prensa pudieron mantenerse libres a pesar de los intentos por acallarlos de parte del régimen de Mubarak, pero estos sectores están prácticamente ausentes y maniatados en Siria donde se ha eliminado cualquier intento de acción opositora.
De igual manera y a pesar que muchos sirios quisieran vivir en democracia, su gobierno ha eliminado cualquier tipo de asociación o grupo de oposición que pudiera tener similitud con Egipto. En Siria no hay una sociedad civil dinámica como la de egipcia. No hay prensa libre de ningún tipo, tampoco existen asociaciones profesionales de abogados, ingenieros o médicos y menos aun sindicatos, como si había en Egipto.
Por tanto y más allá del escenario regional convulso, puede ser erróneo esperar que Siria caiga bajo la influencia de esta corriente destituyente que se observa en el mundo árabe. De todos modos, lo cierto es que los regimenes represivos de los dictadores árabes no transitan su mejor momento, eso esta a la vista, y aunque de momento Siria pueda esquivar el alud y la tormenta no habría que descartar que en un futuro cercano el presidente Assad camine sobre arenadas movedizas.