No podemos circular en un coche de gran cilindrada con la mirada puesta en el retrovisor, escribió McLuhan. Si queremos utilizar bien las nuevas tecnologías tenemos antes que conocer su funcionamiento. El exceso de “exposición” de un candidato lo abrasa y lo electrocuta.
Y si es cierto que los límites de mi lenguaje son los límites de mi propio mundo, es preciso reconocer que los ciudadanos que se mueven a través de las redes tienen una presencia más activa y eficiente que como miembros de un partido político, un sindicato, una comunidad de vecinos, ayuntamiento, comunidad autónoma y hasta de las “patrias”.
Reconocen, de hecho, “Patria mea est ubi bene vivere possum”, Mi patria está allí en donde puedo vivir con dignidad, como escribió Cicerón.
Los ciudadanos de la Unión Europea (UE) ya no reconocen fronteras, comparten música, arte, literatura, viajan, se mueven, se visten y conectan en una auténtica aldea global. Cualquier joven de hoy puede comunicarse mejor que con sus vecinos o colegas, con otros que viven a millares de kilómetros, de otras etnias, color de piel, género, religión, alimentación, tradiciones, situación sentimental, tipo de familia, posición social, profesión, y todo aquello que durante siglos conformó nuestras identidades.
Por eso, no están nada ilusionados con ir a votar una lista cerrada, ni con el sistema electoral, ni con la fiscalidad existente ni con las corrupciones y privilegios que les agreden nada más encender la radio o el televisor. No comprenden porque no lo admiten los paraísos fiscales, el fraude y el blanqueo de capitales del crimen organizado. Sólo en España, se calcula que los capitales evadidos a los paraísos fiscales se acercan a los cien mil millones de Euros.
Durante años, a los jóvenes se les ha tenido por “pasotas”, indolentes, despreocupados por la política y muy egoístas. Hace años que se han sabido interpelados: muertos los dioses y las ideologías, a partir de finales de los sesenta estalló el movimiento del voluntariado social sin distinción de nacionalidades, creencias o posición social. Desde Seattle hasta Filipinas los jóvenes se lanzaron a las calles exigiendo un mundo mejor, más justo y solidario. El acicate que los con-movió fueron los medios de comunicación social electrónicos.
¿De qué moral hablan los políticos cuando hablan de moral?, se preguntan.
Del mismo modo que los trabajadores no se consideraron “proletarios” hasta que no tomaron consciencia de su explotación.
Ya no preguntamos ¿cómo te llamas?, ni siquiera ¿de quién eres?, sino que nos sabemos más unidos en el camino que podemos recorrer juntos. Como alas de un mismo vuelo.
Esta experiencia de la común-unidad (no uniformidad) que nos anima y el enorme poder de los medios de comunicación y de transporte han superado las distancias, las actitudes y las conductas.
Por eso, en política, se preguntan para qué sirven, tal como están ahora, los partidos políticos, los sindicatos, las patronales, las confesiones religiosas, las formas de pareja y de familia, muchos medios de comunicación que no son sino correas de transmisión de los poderes financieros. Impresiona con cuanta más perspicacia han detectado la falacia de los “mercados”, pues saben que no existen sino los grupos de presión que los manipulan. Lo mismo se diga de las infumables “agencias de calificación de riesgos” que nadie ha elegido y a nadie rinden cuentas. Hemos llegado al paroxismo de que Standard & Poors haya rebajado la calificación de todo un Estado, Italia, “porque no confían en su gobierno”. Un gobierno elegido por el pueblo mientras que nadie eligió ni controla a esas Agencias que hunden países o engañan a los ciudadanos con sus “criterios”. No olvidemos cómo calificaron a Lehman Brothers la víspera de su quiebra, con una Triple A.
Los medios de comunicación social han hecho aflorar y participar a multitudes que se sienten implicadas en la cosa pública y reclaman una buena gobernanza.
Igual que la imprenta fue un elemento capital para el Renacimiento, la Ilustración, la revolución industrial y las formidables sociales, las nuevas tecnologías de Internet nos obligan a replantearnos los medios más adecuados para alcanzar los fines que nos propongamos.
Las nuevas tecnologías amenazan con desbordar los saberes científicos de los seres hombres que trepidan en la brusca aceleración de la historia.
Tenemos que ser conscientes de que las sociedades han sido moldeadas más por la índole de los medios de comunicación que por el contenido de los mismos.
Sin olvidar que “en la tardanza está el peligro, Sancho, amigo”.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS