Como bien sabrán el Scrabble es ese juego en el que se ganan puntos mediante la construcción de palabras. Las palabras pueden formarse horizontal o verticalmente y se pueden cruzar y, para ganar, se recomienda tener las siguientes habilidades: estrategia, léxico y cálculo. Curiosamente la traducción al español de la palabra scrabble significa (entre otras cosas) “subir gateando”.
Convendrán conmigo en que si valoramos los cambios producidos en los últimos diez años en España y observamos este planteamiento con algo de perspectiva social, política y sobre todo temporal, podemos confirmar que vivimos en la sociedad del Scrabble, porque todos los días nos disparan hábiles estrategas del léxico y el cálculo que suben gateando por nuestro lenguaje para poder implantar gradualmente en la sociedad sus medidas, sus costumbres y sus propios valores (generalmente minoritarios) que serían rechazados de pleno por la mayoría de otro modo. Por eso utilizan la tercera de las claves para la manipulación social de la lista que elaboró Noam Chomsky y que yo reproduje anteriormente en un artículo titulado “Carne de manipulador”, la introducción gradual.
Los círculos de influencia y presión (ahora llamados lobby) desarrollan sus batallas sin prisa pero sin pausa, su principal arma es el uso del lenguaje, retorciendo y adaptando palabras para lograr su objetivo. Esta presión e influencia social mediante el lenguaje se manifiesta cada día en los medios de comunicación, en los líderes políticos e incluso en el mundo de la publicidad. Para muestra aquí tienen algunos botones:
Se combinan palabras de significados incompatibles entre sí como “crecimiento negativo” para hablar de pérdidas económicas y “discriminación positiva” para justificar que se sigue obrando injustamente, pero que ahora es con la otra parte. Se habla de Ley antitabaco cuando se trata de Ley antifumadores, puesto que si fuese antitabaco se declararía ilegal la venta del mismo, al igual que si existiese un alimento que mata no pondrían en el envase “comer esto mata”, simplemente se retiraría y los fabricantes pagarían indemnizaciones a los afectados por los daños. Pero sucede que el tabaco tributa en hacienda… y mucho.
Más ejemplos, ahora políticos. En un informativo podemos escuchar por ejemplo: “El Presidente Obama se reunió en la Casa Blanca con su Primer Ministro tras volver de su viaje a Londres”. Pero nunca escucharemos: “El President Obama se reunió en la White House con su Prime Minister tras volver de su viaje a London”, pero si debemos soportar redacciones “Lobby” como: “El President de la Generalitat de Catalunya se reunió con su Conseller en Cap tras volver de Lleida”. En una noticia ofrecida en castellano en un medio nacional se introducen palabras en catalán eliminando así su equivalente en castellano, algo que no sucede a la inversa al redactar una noticia en catalán. Vaya por delante que ambas son lenguas oficiales en España y deben ser usadas por sus parlantes, pero a día de hoy el castelán o el catallano no existe… pero se usa.
Podríamos incluir además el terrorismo de ETA, que paso a ser “lucha armada” para después ser “conflicto vasco” poniendo así al mismo nivel dialéctico a los que reciben las balas con los que las disparan, y ya de paso incluyendo a toda la población vasca en algo que sólo persigue una parte de la misma. También se juega al Scrabble al utilizar el término “violencia de género” en lugar de violencia doméstica (el ámbito en el que se produce la violencia), olvidándose así de los casos en los que pegan a los abuelos, de los hijos que agraden a los padres, de las mujeres que maltratan a los hombres y demás tipos de violencia doméstica, tan repugnante como la ejercida contra una mujer. No puedo dejar sin mención a la descarada manipulación que consiste en culpabilizar al lenguaje de ser sexista en lugar de culpar a los que emplean el lenguaje para desplegar y justificar su actitud sexista, culpando así al mensajero (el lenguaje) en lugar de al sexista en sí. Juegan al Scrabble inventándose palabras como “miembras” por la obsesión de acabar en “a” todo lo que acabe en “o” para que no sea sexista. Tal vez esto les obligue a inventar términos como dentisto, alpinisto, periodisto, etc. para justificar esas acciones mayormente absurdas. Considero que este tipo de retoques en el lenguaje sólo llevan a más discriminación porque no consiguen un fondo común, sino que desarrollan dos partes como dos conceptos incompatibles y separados entre sí. Para reforzar mi argumento usaré una frase de un presentador televisivo cualquiera: “queridos espectadores y espectadoras”, y ahora usemos esta búsqueda de la igualdad con la raza: “queridos blancos y negros”, o con la religión: “queridos católicos y musulmanes”, o con la economía: “Queridos ricos y pobres”. De esta forma nos vemos cada vez más obligados a escribir y hablar así: “todos y todas”, o más cursi todavía… tod@s.
Todo este permanente enredar en el lenguaje para implantar intereses determinados resulta como una partida de Scrabble en la que hay que buscar ganar con las palabras y al final ya nadie sabe dónde acaba la libertad de opinión y empieza el insulto, mientras que otros toman por ofensa personal una opinión que no coincida con la suya, habida cuenta de que también los hay que se levantan buscando con qué ofenderse hoy.
Personalmente creo que la verdad siempre es relativa y diciéndolo me viene a la cabeza la anécdota del hombre que decía: “Todo aquel que defiende una verdad absoluta es un imbécil”, a lo que su interlocutor le pregunta: “¿estás seguro?” Y él primero contesta: “Absolutamente”.