“Defender nuestro derecho a un mundo mejor”
“El problema principal del mundo contemporáneo -también lo fue del antiguo- es la concentración de la riqueza y de los bienes en pocas manos. La desigualdad, un problema de siempre, un problema que sólo se podría resolver tomando medidas económicas, culturales y políticas. Hay que distribuir el poder. Y esa mejor distribución debe abarcar, entre otros aspectos, a los medios de comunicación.” Mario Bunge
En repetidas ocasiones en esta columna confesamos que no somos economistas, que apenas somos curiosos de esta disciplina. Nuestros conocimientos provienen de lecturas y sobre todo de la experiencia que da administrar salarios anémicos que percibimos como docentes. Sabemos que existen tantas economías como postulados ideológicos existan. Nos ubicamos en la economía cooperativa.
Están los conceptos que constituyen la edificación de la teoría que exalta el mercado como un elemento todo poderoso que signan nuestras existencias como si la voluntad política de los hombres resultasen neutrales o inútiles ante las eventualidades que de su accionar deviniesen.
Aquello resulta para nosotros los cooperativistas algo inaceptable, pero no porque somos ocurrentes, sino porque tal pensamiento y acción resultan, cuánto menos, falaces y contrarios a la realidad de un mundo en que los sectores de poder fácticos exhiben desinhibidos su capacidad de adaptar todo los resortes del Estado y sus leyes a sus intereses.
Ante tales poderes fácticos ciertos gobiernos resultan, francamente, títeres.
La Europa es un actual caso ejemplar de la crisis estructural de la economía de mercado. ¿Acaso se abandona esta política de mercado ante el fracaso evidente? ¿No es irrebatible el daño social de ello?
Latinoamérica y otros continentes entrelazados a la economía global nos permiten descubrir las falacias del liberalismo del libre mercado, y aquí nos permitimos recordar una vez más lo que Perón nos aleccionaba al respecto: “La libre empresa y el libre mercado son consumos de tontos, o la controla el Estado en beneficio del pueblo o la controlan los consorcios en perjuicio de éste”.
Estos simples conceptos analíticos que apenas esbozamos nos permiten, sin embargo, entender la dinámica engañosa porque explica por qué países en el siglo XXI siguen siendo incapaces de superar las condiciones que sumen a sus pueblos en infortunios intolerables.
Una auténtica ciencia económica y política económica ayudaría a una ruptura definitiva con las malformaciones que resultan en subdesarrollo y atraso, derivados de la dependencia.
Resulta realmente asombroso como no se erradica la supremacía de la economía de mercado atendiendo al daño que provocan, lejos de haberse anulado, se están reproduciendo, como si persistir en el error fuera una virtud y no un defecto.
En estos escasos tiempos del triunfo electoral de Dilma Rousseff en Brasil y a tenor de las informaciones que dan cuenta de la conformación de su nuevo gabinete y que, por tanto, insinúan fuertemente el interrogante; ¿Brasil vuelve al neoliberalismo?
Nosotros nos interrogamos: ¿Acaso volcar las economías a los imperativos del mercado constituyen soluciones a las quiebras económicas o por el contrario agravarán el drama social?
Del lado que estemos en nuestras respuestas estaremos ante nuestro derecho a defender un mundo mejor, un mundo cooperativo lleno de nobleza humana.
Desde Bolivia, su presidente Evo Morales, confesó su admiración por la organización que tienen las cooperativas bolivianas, cuyas estructuras están compuestas, no solamente entre socios, sino con familias enteras. Es que la estructura cooperativa constituye una economía que incluye, que devuelve al hombre y la mujer su condición humana.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!