Con motivo de las elecciones en Estados Unidos, muchos políticos han descubierto el potencial ciudadano durante las campañas.
En la victoria de Obama fueron importantes los dos millones de voluntarios que buscaron el apoyo ciudadano. Igual que utilizaron Internet y crearon una comunidad simpatizante en Facebook. Se trataba de dar a conocer la imagen del candidato, su actitud y sus ideas. Se dirigieron a personas corrientes que se sabían interpeladas y a las que hacían sentirse necesarias para la superación de la crisis económica, la ampliación de los servicios sociales, de las pensiones, de la educación, creación de nuevos puestos de trabajo y para terminar con los escándalos financieros y con la sensación de inseguridad y de agresividad que marcaron la política de Bush.
Les dijeron que otro mundo era posible, porque era necesario. Que no se trataba de poner parches al modelo de desarrollo actual sino de atreverse a crear uno nuevo.
No sin razón se ha hablado de la explosión del voluntariado. Algo que en Europa no está arraigado. Es difícil imaginar un voluntariado motivado ante las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Porque perciben la ausencia de líderes con carisma y capacidad de arrastre. No hay más que mirar a dirigentes que se muestran escépticos ante un desafío tan necesario como urgente. Vuelven a resonar aires de la «Europa de los mercaderes y de los intereses», y han resurgido unos nacionalismos retrógrados y excluyentes.
Cuando deberíamos conformar la Europa de las sociedades civiles, de los pueblos y de las nacionalidades, nos encontramos con políticos entecos, anacrónicos y de muy cortos vuelos. No es de extrañar que los ciudadanos se resistan a cooperar con partidistas que se descalifican unos a otros y dan la impresión de estar movidos por la codicia del poder y el disfrute de sus prebendas.
Este es el voluntariado político que algunos confunden con el social. Pensaron, “si los voluntarios sociales han sido el activo de las ONG, aprovechémoslo nosotros también”.
Pero los voluntarios sociales son mensajeros de esperanza que ayudan a las personas y a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos, y que arañan unas horas de su tiempo para llevar a los más necesitados ayuda, compañía y afecto.
Ya hemos asumido que el ejercicio exclusivo y principal del desarrollo integral de la persona y de la sociedad no compete en exclusiva ni al Estado ni a los partidos políticos ni a las religiones.
Es el ser humano en su entorno con su cultura y sus opciones libres quien debe ser protagonista de su desarrollo integral. Siempre cabrá la cooperación, pero nunca una imposición que no respete la libertad, la conciencia, la justicia y el derecho fundamental a buscar la felicidad, pues el ser humano ha nacido para ser feliz. Y la felicidad tiende a la proyección de las potencialidades del ser humano en un desarrollo equilibrado que le acerque a la plenitud de su ser como persona.
Como el ser humano se mueve por conceptos y se sirve de categorías, las organizaciones con voluntarios sociales entienden que su espíritu se caracteriza por:
La gratuidad, pues es la donación de sí mismo y la conciencia de ser para los demás lo que sostiene su concepción de la vida. La continuidad, ya que no se pueden crear necesidades en aquellas personas que no estemos dispuestos a seguir ayudando. La preferencia vocacional del voluntario, ya que uno hace mejor aquello que le gusta y para lo que está más preparado. La responsabilidad personal sostenida por un equipo que desarrolla el proyecto de la Organización con la que trabaja. El conocimiento, respeto y valoración de las diferentes personas o pueblos que pueda encontrarse en la realización de su tarea.
De ahí que nada se aleje más de un auténtico voluntariado social que: Invadir el terreno de los profesionales. Imponer ideologías, políticas culturales o religiosas, por dignas y respetables que sean. Utilizar al excluido como herramienta para satisfacer su curiosidad o sus necesidades profesionales. Crear dependencia con el asistencialismo, pues el voluntario desarrolla en las personas capacidades personales que les lleven a la autonomía.
Los voluntarios sociales tienen claro que lo que se debe en justicia no se presta en caridad.
Bienvenidos los voluntariados políticos, cívicos o deportivos pero no los confundamos con el voluntariado social, porque en éste se pasa de la compasión y de la emoción al compromiso personal.
José Carlos García Fajardo
Profesor Emérito de la UCM. Director del CCS