¡Y yo qué pensaba que era un tipo con mal humor, sin más! Pues no, amigo, resulta que no, que soy completamente inocente, porque esta personalidad cascarrabias que se me pone al comenzar el mes de septiembre tiene una explicación psicológica, no es más que el síndrome postvacacional, así que ahora puedo comportarme como un verdadero hijo de las cuatro letras y no pedir perdón a nadie, no soy yo, es la vuelta al trabajo.
Una vuelta al trabajo que todos deberíamos de apreciar en su justa medida, corriendo los tiempos que corren, en los que quién más quién menos se aferra a una prestación antes de que se acaben, ¡ya habrá tiempo para buscar trabajo! ¿No ves? ¿Qué te decía yo de mi mal carácter?
Y es que el tiempo de asueto ha terminado, las horas de letargo ocioso han pasado a mejor vida, y España, el único país del mundo civilizado (dícese de todo aquél país en el que todavía existe la esclavitud, ahora laboral e hipotecaria, antes simplemente forzada) que todavía sigue cerrando en agosto, se ha reincorporado al trabajo, con una agenda repleta de cuestiones de gran importancia.
En primer lugar se nos plantean los efectos de la subida del IVA. Es ahora, a partir de los meses de septiembre y octubre, cuando comenzaremos a poder valorar si se ha impuesto la capacidad recaudatoria de la subida o la contracción de la demanda.
En segundo lugar estamos ante la amenaza de un bloqueo parlamentaria si el PSOE no consigue pactar los Presupuestos, lo cuál supondría un adelanto de elecciones, algo que los socialistas no soportarían, habida cuenta del hastío de la población con sus políticas. Lo curioso del caso es que los tienen que negociar con el PNV, que ha solicitado más transferencias para el País Vasco, unas transferencias que ellos no gestionarían, sino que lo harían el PP y el PSOE, curioso mundo éste, el de la política.
En tercer lugar es el momento de empezar a analizar si los famosos brotes verdes han florecido por fin. Los indicadores macroeconómicos siguen aportando datos esperanzadores, pero la realidad es que esa esperanza todavía no se ha trasladado a la gente de la calle, que sigue temerosa y sin ver una salida clara a su situación.
Y, por último, habrá que analizar los efectos económicos que un acierto estratégico de la política exterior estadounidense producirá en la economía global. La finalización de las acciones de guerra en Irak es una noticia que a todos nos debe alegrar, pero abre demasiadas incógnitas para el momento que estamos viviendo. Por un lado habrá que estar atentos a la inestabilidad de un verdadero polvorín, como es aquel país desde que los americanos le metieron mano, y por otro, habrá que vigilar muy de cerca los movimientos de la industria armamentística del país que gobierna Obama. No creo que se queden de brazos cruzados cuando empiecen a sufrir consecuencias en su cuenta de beneficios.
En definitiva, es septiembre y todos volvemos a la rutina, unos con energías renovadas y otros rememorando tiempos mejores, de playa, cubo y rastrillo, una rutina que nos rige y que necesitamos por mucho que no lo queramos reconocer.
Y, que no se me olvide, si alguien recibe una mala contestación de mi parte, que no se ofenda, recuerda, no soy yo, es mi depresión.