Más revuelto que nunca está el gallinero episcopal por seguir en sus trece de no estar ni ser de este mundo. En este momento del partido les están colando goles a diestro y siniestro y no saben cómo pararlos, aunque tengan a quien tienen de portero. Jugar a la defensiva con argumentos obsoletos y atacar sin orden ni concierto de manera irracional ya no les vale. Señores mitrados, quítense la sotana para jugar este partido y cualquier otro.
Siguen apelando una y otra vez al Altísimo, a la Virgen Santísima y a todos los santos para que vengan en ayuda de esta España que cada día es menos católica y creyente que en los viejos tiempos del nacionalcatolicismo. Ellos no van a venir en nuestra ayuda por mucho que imploren.
Está en manos de los poderes públicos y financieros. Está en sus manos, señores mitrados, que tienen mucho poder. No me desvíen el discurso para otro lado. Ayuden ustedes, joder. La gente se va a seguir tirando de los balcones si los bancos carroñeros no dan su brazo a torcer, por ejemplo. Mucha gente va a seguir pasando hambre si ustedes no dan un puñetazo encima de la mesa de los políticos y dan ejemplo de solidaridad.
Y es que, señores obispos, siguen ustedes chutando a puerta contra el resto del mundo de manera equivocada. Y en estos asuntos ya no es tan normal meterle al pueblo un gol, aunque todavía hay equipos a los que les ganan fácilmente.
Recordemos, sin ir más lejos, aquel recurso presentado hace siete años contra los matrimonios homosexuales por el hoy esposo-gobierno, y en confabulación con ustedes. Creían que iba a salir adelante, pero miren por dónde este partido político que nos está desquiciando a todos les ha puesto los cuernos con este asunto esta misma semana.
Seguro que estuvieron pendientes el 6 de noviembre (martes), como si de un partido importante de fútbol se tratase, de la resolución hasta que en un momento determinado del lance, el Tribunal Constitucional les metió un gol por toda la escuadra aun teniendo en el mismo centro de la zaga al presidente.
Este, en un alarde de “hacerse el loco”, no tuvo más remedio que pagar cara su derrota y se dijo para sus adentros: “Si despejo este balón, y con la huelga del 14N a la vuelta de la esquina, el pueblo ahora sí que me lincha, y con la de goteras que tiene la casa aguanto menos que un caramelo a la puerta de una escuela. Así que, purpurados, que os den, que ya bastante sacáis del erario público”.
La alegría por parte de un colectivo al que la sociedad siempre ha humillado, vejado, insultado y despreciado por su condición sexual fue inmensa, y con ellos y ellas la de los que no les ponemos puertas a las distintas formas de amar. En el próximo artículo contaré la historia de dos personas extraordinarias, Fran y Javier, de los que me acordé ese día.
Me acordé también de la gente de raza negra. De los negros. Sí. Lo digo así porque era (y es) como se les ha llamado de forma despectiva toda la vida. A los homosexuales y a los negros se les sigue odiando: a unos por su condición sexual y a otros por su color.
Al día siguiente, miércoles, salieron ante los medios de comunicación los enemigos del amor no solo para proclamar a los cuatro vientos que el partido lo habían perdido injustamente, sino para exigir que se anulara aquel precioso gol.
“Agresión al matrimonio”, afirmó uno del que no quiero decir su nombre porque me da acidez de estómago. Qué sabrá él (como el resto) de lo que es un matrimonio. Agresión en toda regla al matrimonio es el celibato. Esa ley sí que es un ataque a la naturaleza.
“Un mal servicio a la sociedad española”, dijo otro. Qué sabrá este de lo que es servir a los demás.
“Esta decisión es injusta al no reconocer los derechos del esposo o de la esposa ni tampoco el derecho de los niños a disfrutar de un padre y una madre y de una familia estable”. Qué sabrán ellos de justicia mezclando churras con merinas.
Cada día se me hacen más insoportables estos enemigos del amor. Sepulcros blanqueados y raza de víboras. No lo digo yo, sino Jesús de Nazaret refiriéndose a la casta sacerdotal de su tiempo. Os convendría repasar el capítulo 23, versículos del 1 al 39 del evangelio de Mateo.
Esta semana me acordé también de las palabras de Luther King: “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad, y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”.