El debate sobre la reforma del mercado laboral se ha convertido en un tema recurrente en todas las reflexiones económicas que se están pudiendo leer o escuchar en los últimos meses, un debate sano y que nos tiene que llevar, inexorablemente, a la flexibilización de nuestro mercado laboral.
Ayer, martes, vimos como hablaban sobre el tema los líderes sindicales y el Presidente de la CEOE en el programa de televisión «Tengo una pregunta para usted», pero también lo pudimos escuchar en la apasionante presentación del libro de Guillermo de la Dehesa, «La primera gran crisis financiera del siglo XXI».
El debate, por tanto, sigue de plena actualidad, porque cada vez son más las voces que claman por una reforma urgente y necesaria, siempre y cuando se realice una aproximación económica al tema y no una reflexión demagógica y «bienpensante».
El mercado laboral español es rígido, extremadamente rígido, lo cuál provoca la proliferación de empleo temporal, en el que las empresas se refugian para protegerse del empleado ineficaz o de los tiempos de desaceleración económica.
Díaz Ferrán, Presidente de la CEOE, propuso en su intervención televisiva de anoche una indemnización por despido de 20 días por año trabajado convirtiendo todos los contratos nuevos en contratos indefinidos.
Es una propuesta adecuada pero corta. Bajo mi punto de vista la indemnización por despido carece de sentido en un país que cuenta con el soporte del seguro por desempleo, y lo único que consigue es repercutir un gasto que debería ser del Estado en las empresas.
Con el modelo actual lo que se está consiguiendo es desincentivar a las personas que se quedan desempleadas a buscar un nuevo empleo de manera inmediata, ya que han recibido una indemnización por el despido y, a su vez, reciben la prestación por desempleo.
Este dinero que las empresas abonan a sus trabajadores en caso de despido debería de ser invertido en la formación continua de dichos trabajadores, de forma que la empresa siempre contaría con trabajadores productivos, y éstos estarían «actualizados» en caso de que su empresa tuviera que prescindir de ellos.
En definitiva, la propuesta más eficaz, desde un punto de vista económico y comprendiendo la idiosincrasia del estado del bienestar español, sería un mercado laboral sustentado en dos conceptos básicos: eliminación de la dualidad (convirtiendo todos los contratos en indefinidos) y eliminación de las indemnizaciones por despido (invirtiendo ese dinero en la formación continua de los trabajadores).
De esta forma se conseguiría mayor estabilidad laboral y se generaría más empleo, tanto directo, en las propias empresas, como indirecto, en las labores de formación.