Hace poco mas de un año mi buen amigo, Paco Gil Díaz, me recomendaba un libro publicado por uno de sus profesores en la Universidad de Chicago y laureado con el premio Nobel de economía, Ronald Coase, quien, a sus 101 años de edad, develaba el sorprendente secreto de China en su camino, desde el fracaso del comunismo, hacia su sorprendente desarrollo que hoy la ubica como la historia de éxito del siglo 21.
El título del libro era, “Cómo China se convirtió al capitalismo”. Al iniciar su lectura, de inmediato el oscuro velo de la ignorancia corría dejando los ojos de mi entendimiento finalmente libres ante una potente realidad. China se convertía al capitalismo no por presiones de la cúpula comunista que oprimiera el país durante tantos años, sino por la presión de una sociedad cansada y harta de tantos fracasos. Es decir, al cambio se gestaba y se promovía al estilo clásico del liberalismo, de la base de la pirámide social hacia arriba y no por decreto de los tiranos.
La primera parte de esta increíble historia es la narración de dos reformas. Una estructurada por Beijing con el objetivo de revitalizar el sector estatal y salvar el socialismo. La otra es el resultado de las iniciativas de una emergente sociedad civil. La reforma liderada por el estado se llevaba a cabo en dos fases. La primera se inició a finales de 1976 bajo Hua Guofeng. El era el escogido sucesor quien consolidaría las bases de su poder luego del arresto de “La Mafia de los cuatro” terminando así la Revolución Cultural. Aun cuando Hua era leal con Mao, era también un reformista económico.
Con un soporte total de parte de Deng Xiaoping y otros líderes chinos, Hua lanzaba su programa económico de modernización. Esencialmente sería un programa de inversiones orientado básicamente a la industria pesada, un gran ejemplo de lo que los economistas llaman “el gran empujón hacia la industrialización. Sin embargo, el programa duraría solo dos años y sería abortado en 1979 en parte debido a sus defectos pero, especialmente, debido al cambio de liderazgo. En 1978 el Comité Central llevaba de nuevo al poder al verdadero padre del milagro chino, Deng Xiaoping
Durante los ochentas, la economía china fue transformada por “cuatro fuerzas marginales: los cultivos privados, las empresas de los municipios y las aldeas, el emprendimiento individual y, con mención muy especial, las zonas económicas especiales” estilo Hong Kong. Estas jugaron un rol esencial en la apertura de China a la economía global. Shenzen, en la esquina sureste de la provincia de Guangdong, era una ciudad pobre antes de convertirse en la frontera de la integración económica de China. “China probablemente hubiese continuado en el camino destinado al socialismo si no fuese por las revoluciones marginales que reintrodujeron el emprendimiento privado en la economía”.
El cambio fue tanto institucional como cultural. Por el lado institucional, la propiedad privada fue reinstituida. Por el lado cultural, el discurso político en China redescubrió la importancia del ahorro, de la auto-dependencia y de la experimentación. El emprendimiento requiere que se asuman riesgos. El futuro es incierto, por lo tanto, el emprendedor apuesta en base a sus previsiones e intuiciones.
En esos momentos se construía el futuro de esta gran nación. Ludwig von Mises, indicó que no puede haber una genuina propiedad privada del capital sin una bolsa de valores y “no puede haber socialismo si se permite que exista tal mercado”. En esos momentos nacía el gran mercado “libre” de China y se asomaba el capitalismo con la apertura de la Bolsa de Valores
Ya es oficial: China ha adelantado a Estados Unidos y se ha convertido en la primera potencia económica del mundo según los últimos datos publicados por el FMI. El PIB a paridad de poder adquisitivo de China ha alcanzado los 17,632 billones de dólares, mientras que el de Estados Unidos se ha quedado en 17,416 millones de dólares. La distancia entre ambas potencias es muy escasa, pero esta se irá ampliando con el paso de los años, sobre todo si los EU continúan en la ruta hacia la servidumbre de Obama.
Previsiones para 2019
Según el mismo informe del FMI, en 2019 el PIB chino alcanzará los 26,9 billones de dólares mientras que el de Estados Unidos será de 22 billones de dólares.
Estos datos no son de extrañar observando las tasas de crecimiento real del PIB en ambos países. En el gigante asiática será difícil ver un crecimiento del PIB por debajo del 7%, mientras que en Estados Unidos lo difícil será ver un crecimiento del PIB por encima del 3%.
Aunque estos datos revelan que Estados Unidos ha perdido el primer puesto en la economía del mundo tienen algo de truco, pues la medición usada por el FMI ha sido el PIB a paridad de poder adquisitivo (PPA).
¿Qué es la PPA?
Tal y como explica el profesor de economía Rafael Pampillón, el PIB a PPA permite la comparación entre países eliminando las distorsiones que generan los diferentes niveles de precios existentes entre ellos. El PIB a paridad de poder adquisitivo será por tanto el conjunto de bienes y servicios finales producidos en un país durante un año, pero en lugar de poner los precios de ese país se toman los precios de EEUU, lo que servirá de base de cálculo para todos los países. Para que se entienda mejor, sería como llevar toda la producción final de un país, por ejemplo China, y ponerla a precios de Estados Unidos.
Este tipo de medición se puede considerar más exacta, ya que para comparar el nivel de renta de los países no basta con calcularla a los precios de mercado vigentes, ya que con una misma suma de dinero en algunos países se puede comprar un volumen físico de bienes y servicios muy superior al que se puede comprar en otros, explica Pampillón.
Pero como se quiera medir, China se ha convertido en el milagro del siglo 21 y sus múltiples zonas libres ubicadas en su costa del océano pacifico, en los instrumentos más impresionantes de generación de riqueza, lo que ha permitido rescatar a casi 40 millones de chinos al año de las garras de la pobreza heredada por su experimento comunista.