«En cuanto vuelva la paz suprimiré el tabaco. Podemos hacer mejor empleo de nuestras divisas que destinándolas a la importación de veneno. Empezaré la reeducación por los jóvenes. Les diré: «no sigáis el ejemplo de los viejos.» (Adolf Hitler)
Mi nombre es Martín Cid y es ésta una carta abierta a todas aquellas personas que, como yo, somos fumadores conscientes y no criminales, a todos aquéllos que pecamos cada día al inhalar humo en contra de los designios de nuestro buen FÁ¼hrer, llámese éste Adolf o José Luis.
Á‰sta es una carta también para la ministra española de Sanidad, Trinidad Jiménez, quien viene a aleccionarnos sobre nuestros gustos y sobre nuestra vida privada.
Al menos, señora ministra, prefiero decidir yo mismo en mis asuntos y opiniones y en las cuestiones que sólo a mí me atañen, sea gordo, calvo, hermafrodita, homosexual o, Marx no lo quiera, de derechas.
«En la medida en que consigamos consenso político, conseguiremos consenso social». (Trinidad Jiménez, Ministra de Sanidad)
Consenso (definición de la Real Academia): Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.
La señora ministra pone claramente por encima del interés ciudadano el interés político, atreviéndose a decir tácitamente que los ciudadanos acatarán las órdenes que vengan impuestas por el Gobierno sin rechistar, porque para eso los han votado.
Eso en otros tiempos a esto se le llamaba fascismo.
Pero éstos son tiempos demócratas.
El hombre que no permitía a los soldados fumar en los búnkeres se llamaba Adolf Hitler y, según dicen los entendidos, fue el causante del genocidio judío y de las medidas más fascistas que ha conocido hasta ahora la historia reciente. Su partido, el nacional-socialista, ganó las elecciones democráticamente como el partido regido por José Luis Rodríguez Zapatero ganó democráticamente las elecciones. Ambos eran socialistas y, como dicen hacen los buenos hombres, pretendieron y pretenden decirnos qué y cómo debemos comportarnos, negando las más elementales libertades individuales.
Los dos, José Luis y Adolf, Adolf y José Luis, estaban en contra del tabaco y del pensamiento libre.
«Estamos culturalmente preparados para adoptarlo ya, y estamos en esa fase final de la negociación» (Trinidad Jiménez)
Dice la ministra de sanidad que el tabaco cuesta a las arcas públicas millones de euros. En la Alemania nazi dijeron lo mismo, y sólo la derrota evitó que los fumadores no mereciesen los mismos cuidados médicos que los no fumadores. También el primer ministro británico, Tony Blair, era partidario de tomar semejantes medidas.
Y es que, como bien dicen desde el Gobierno, estas medidas vienen de Europa (y me temo que la Alemania nazi también estaba en Europa).
«En 1942 la Federación de Mujeres Alemanas (BDM) lanzó una campaña contra el consumo de tabaco y alcohol.» (Un Siglo de Cenizas. Editorial Akrón. Autor: Martín Cid)
Se llame ahora Federación de Mujeres Alemanas o Ministras de Zapatero parece que ambas deciden por nosotros sobre nuestras libertades individuales. La diferencia es que el mundo condenó un régimen nazi que pretendía imponer costumbres y modos de vida y hoy en día la mal llamada democracia socialista impone costumbres y modos de vida sin tener en cuenta la opinión o costumbres del ciudadano.
El problema, amigos míos, es que la supuesta crisis económica viene marcada precisamente del cambio radical y las nuevas políticas sociales que se han impuesto en Europa en los últimos años. ¿No es acaso una crisis destrozar a impuestos a los ciudadanos arguyendo pueriles argumentos que no hacen sino tapar la mala gestión de los gobiernos? Con la nueva prohibición del tabaco en lugares cerrados los bares verán reducido el número de clientes de manera sobresaliente y no podrán hacer frente a los fuertes impuestos de los ayuntamientos. Cientos de familias que sobreviven de la hostelería tendrán que cerrar sus negocios. Eso sí, lo harán más sanos porque nuestra señora ministra cuida de nuestra salud. ¿Hablo en nombre de ellos si digo: muchas gracias por cuidar de nosotros, señora ministra? Creo que no, pero una familia que se queda sin trabajo no tiene ganas de ironías.
El mundo goza ahora de buena salud gracias a los nuevos planes económicos que tratan de crear una nueva economía basada en salarios mínimos y trabajos rápidos. De esta manera, dicen, las empresas reducen sus costes y pueden pagar más impuestos y así todos contentos (sobre todo ellos). La realidad es que la política económica es terrible para el pequeño empresario y apenas deja margen ni beneficios. Como mileuristas sobreviven y como milesuristas pagan impuestos y como mileuristas son tratados, sin posibilidad de decidir por sí mismos sobre gustos o tendencias.
Como criminales sin derechos.
Un criminal es alguien que pierde parcialmente sus derechos debido a una falta. Fumar, señora ministra, no es un crimen ni un delito, ni siquiera una falta. «Estamos culturalmente preparados para adoptarlo ya, y estamos en esa fase final de la negociación», dice la ministra. ¿Negociación? Me temo que nadie ha hablado con los fumadores que, vuelvo a temer, son los que realmente van a sufrir esta ley.
¿Recuerdan el escándalo de Mónica Lewisky? Una cortina de humo. ¿La ley del tabaco o la «gloriosa» «semana del maltrato» con la que nos maltrataron hace no demasiado? Una cortina de humo para encubrir una gestión desafortunada… ¿desastrosa? Cuando un ciudadano comete una falta: cárcel. Cuando el Gobierno comete una torpeza tras otra, toma las riendas y hace pagar a los ciudadanos por las faltas que ellos mismos han cometido, engañando vilmente al pueblo que lo ha votado e insultándolo sin pudor alguno tachándolo de «pobre equivocado» criminal.
Es el precio del voto.
Y el desprecio de nuestro voto para este Gobierno.
Y soy mayor de edad para votar y para decidir por mí mismo sobre mis aficiones o daños, sobre mi conciencia y, sobre todo, sobre mi cultura.
Desde aquí, amigos, hago un llamamiento a los que no están de acuerdo con Hitler o Zapatero y a los que no quieren ver su vida reducida al cumplimiento absurdo de unas normas impuestas para su propio beneficio, también a los que no quieren caer en el eterno error de la pluralidad que criminaliza la individualidad y a los que han leído una encuesta que dice algo que, todos lo sabemos, no es verdad.
Y las encuestas dicen que el Gobierno cuenta con el apoyo del ciudadano.
Y mi sentido común dice: mentira.
¿Y el tuyo? Desde éste mi pequeño púlpito os pido voz que no voto, y no una voz para mí ni para los fumadores, pido que vuestra voz se escuche contra un sistema basado en la mentira de las respuestas, en la mentira de una crisis impulsada desde los propios gobiernos para crear ciudadanos aún más sumisos porque sólo cuando el hombre ha de preocuparse por la subsistencia más inmediata deja de ser hombre.
Se erradicó el esclavismo en Inglaterra porque, por desgracia, el precio de los esclavos era tan alto que era mejor declararlos libres y pagarles un salario mísero.
Los socialistas de antaño pedían un salario digno para vivir.
Los socialistas de hoy en día calculan la dignidad del español en setecientos euros.
Y me avergÁ¼enza vivir en esta España socialista e injusta.
Pero nunca me avergonzaré de ser español.
¿Dignidad? Respetar la vida privada es dignidad. Cuando el Estado interviene en la vida privada es un delito que recae en el propio ciudadano con una nueva prohibición: la imposibilidad tácita de alzar la voz. No importa si somos o no fumadores, a todos nos va a tocar porque una política que interviene en la vida privada es siempre malsana y dictatorial, sea o no el dictador elegido democráticamente.
No lo olvidemos, no hubo en La Tierra ser más perfecto que el FÁ¼hrer y aquí tenemos sus consejos:
«Hermano nacional socialista, ¿sabes que tu ‘FÁ¼hrer’ está en contra del hábito de fumar? Piensa que un alemán debe ser siempre responsable y no tiene por tanto el derecho de dañar su cuerpo con drogas» (Propaganda Nazi. 1945)
Hay cosas que nunca cambian, hermanos socialistas.
En contra del hábito de fumar o no, que sea yo quién decida dejar o no de fumar, no una ministra en nombre de un FÁ¼hrer que, reconozcámoslo, ha perdido ya la guerra.
Martín Cid, fumador