Cada vez que la coyuntura económica nos viene maldada tendemos a responsabilizar al gobierno de turno, a la alineación de los planetas o a las tensiones del equilibrio magnético del eje de la tierra, pero nunca, o casi nunca, bajamos la mirada, nos miramos al ombligo y hacemos algo de autocrítica sobre la mala gestión de nuestras profesiones o de nuestros negocios.
La eficiencia productiva española es nefasta por la ausencia absoluta de cultura de atención al cliente. El cliente, lejos de ser alguien a quien nos debemos supeditar y al que debemos de servir, dentro de los límites de la dignidad profesional, evidentemente, se convierte en manos de los empresarios y los trabajadores españoles en un estorbo o en un problema que quitarse de encima.
Bajo el lema ‘yo no llevo ese tema’ la responsabilidad se diluye entre los filamentos tangenciales de las empresas hasta que al final el culpable, por extraños vericuetos de la conciencia empresarial española, es el cliente, por ignorante, por no tener un presupuesto más alto o por, simplemente, exigir, de manera educada, en la mayoría de los casos, el cumplimiento de los derechos que contrajo al solicitar un producto o servicio.
Así no es extraño el que unos departamentos se vayan pasando la pelota a otros, mientras que el cliente aguarda una solución a su problema. Y no nos engañemos, no se trata de un mal que podamos encontrar sólo en las grandes empresas, que también, sino que es algo tan extendido que simples autónomos tratando de sacar adelante su negocio con toda la ilusión del mundo, supongo, delegan la responsabilidad del cumplimiento de su obligación contraída alegando el nunca bien ponderado ‘yo no llevo ese tema’.
Una sonrisa al entrar en una tienda, una atención amable por teléfono, un problema solucionado a su debido tiempo, un pedido servido en las condiciones adecuadas, o un seguimiento a un servicio no completado son elementos fundamentales para el buen desarrollo de todo negocio o empresa, porque si no lo hacemos así cuando queramos cobrar las facturas al cliente alegará aquello de ‘yo no llevo ese tema’.