Mateo 8:14 Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre.
8:15 Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía.
Acabo de regocijarme imaginando el momento en que la suegra de Pedro fue tocada, en su mano, por Jesús, para luego levantarse y servirle, luego de estar postrada, con fiebre. Qué maravilla, qué milagro, qué alegría y gozo de los que presenciaron y, por qué no decirlo, de los que nos recreamos, hoy, de ese acontecimiento. Con mi regocijo, claro está, también hubo, hay y habrá risas y alegrías perpetuas porque, los que nos recreamos en nuestro Señor, hemos sido predestinados a eso, a tener un gozo perpetuo en nuestro espíritu por causa de la presencia de Dios en nuestros corazones. A esto se añade la multiplicación de motivos por los cuales estar en ese gozo perpetuo; pues, la Biblia, está repleta de esos acontecimientos admirables que confirman como ciertos los que están por venir.
En este punto me viene a la memoria los comentarios suscitados a raíz del terremoto en Haití, sobre todo aquellos que tratan de espetarnos el “reclamo” acerca de: ¿Dónde estaba Dios en el terremoto de Haití? Nosotros, los cristianos, podremos responder que Dios estaba en el mismo lugar donde está ahora y podríamos decirles también que no nos hacemos esa pregunta porque nosotros sabemos dónde estaba, donde está y dónde estará y si lo tratamos de explicar, no lo entenderían porque necesitan tener el Espíritu Santo para ello.
Evidentemente que, aquellos, no creen en Dios. Saben de su existencia pero no creen en ella y ahora, sabiendo de su existencia, reclaman su presencia para argÁ¼ir y “confirmar” su inexistencia. ¿Por qué? Porque son utilitaristas, es decir, personas que consideran la utilidad como principio de la moral y la valoran tan exageradamente que anteponen su consecución a todo. En otras palabras, dicen: “…….Si Dios no me es útil, no me sirve y punto…….”
Todo lo que poseen tiene que tener un viso de utilidad inmediata y Dios no encaja en sus pretensiones porque quieren un Dios servil y, claro, poderoso, sin que ello signifique el comprometerlos a una vida santa. Su mundo ideal es un mundo sin terremotos, es decir, sin muertes, sin huracanes, sin deslaves. Todo lo quieren bien puesto, nada de fiebres ni enfermedades, dinero en abundancia, vacaciones perpetuas, comida gratis, bebida a millón, no agua, no, no, no, no; quieren cerveza, vino, whisky y claro fiestas, sexo y drogas. No se dan cuenta que el gozo que consiguen con ello es temporal, efímero y perecedero y la confirmación de ello es que lo tienen que volver a repetir porque, si por ejemplo, se fumasen un cigarro de marihuana y sus efectos se quedasen con ellos para siempre, no fumarían más nunca marihuana; lo mismo con sus borracheras u orgías.
Qué diferencia con todos los cristianos que obtenemos nuestro gozo perpetuo en nuestra comunión con Dios a través de Cristo, quien trastoca nuestra realidad de manera que la hace más fantástica que todas las fantasías juntas y tan fantástica es que no nos hacen falta las disoluciones del hombre para tener “gozo” porque tenemos el gozo divino y perpetuo de sabernos hijos de Dios. Ven con nosotros, te invitamos a descubrir dónde estaba Dios en el terremoto de Haití y dónde está ahora. No entenderás hasta que vengas.