EL ENCUENTRO…
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Así pues,… me propuse seguir a aquel desconocido para saber su vida. Caminaba muy despacio, tanto que me costaba seguir sus pasos, a cada poco tenía que detenerme para no sobrepasarle y cuando ya lo tenía a una distancia prudencial,… continuaba para no perderlo. Pero llegó un momento en que lo dejé alejarse tanto que lo perdí de vista…corrí y corrí mirando a todas partes, de pronto la calle se llenó de gente y todos me parecían iguales. NO PUEDO PERDERLE…¡ Estaba desesperado… y ahora qué hago? Pero por más que lo intentaba no conseguía encontrarlo… y me senté en un banco. Pensé en cómo es posible que haya perdido a alguien que camina tan despacio…SOY IDIOTA ?… Pero todo resultó inútil,… seguí caminando sin rumbo,… me dejaba llevar y entonces LO VÁ,… sí, allí estaba, apoyado en la barandilla que bordeaba la desembocadura del río, se había detenido como si acaso me estuviese esperando,… esperando a este idiota que no sabe seguir a alguien que camina despacio y cargado de bolsas…
Entonces decidí dejarme de tonterías y contactar con él,…pero cómo…? La muchedumbre es muy huidiza y resbalosa,..Pero tenía que hacerlo si no quería estar condenado a escribir sobre una masa informa sino sobre alguien en concreto. Entonces se me ocurrieron un montón de trucos tontos que suelen emplearse, como preguntarle por una calle cualquiera y cosas así… pero eso de fingir me pone nervioso, así que decidí entrarle por las buenas,…sin pensarlo…¡ Me acerqué a él,…me puse a su lado y miré el mar,…
– Hola,…qué haces…? (le dije)
No tardó en responder…, y sin mirarme respondió…
– Pensaba… solo eso…
– Te gusta el mar …?
– Mucho,…
– Por qué…?
– Me ayuda a pensar,…
– En qué piensas…?
Entonces creo que dí con su punto flaco, por que me miró y dijo:
-Tengo planes.
– Aaahhh,…¡ Se me olvidaba, me llamo Carlos y tú…?
– Mateo.
Y fue entonces cuando empezó a llover…
El hombre intentaba coger sus pesadas bolsas a toda prisa, pero por los nervios o por la prisa, no acertaba y entonces cogí dos de ellas y le dije…
– Corre…¡
Entramos en un bar próximo para cobijarnos de la lluvia – El Respiro – y nos sentamos en una mesa, junto a la ventana… estaba casi vacío. Era un bar de esos antiguos, como de otra época de los que me gustan, y se escuchaba una música. Pedimos unas cervezas y…entonces me dijo…
– Gracias, yo solo no hubiera podido. Siempre le entras así a la gente que te encuentras…?
Me hizo reír…y le respondí…
– Y tú…siempre vas tan cargado…?
– Hoy es un día especial…
– Por qué…? Tiene que ver con tus planes…?
– Si, …pero ya te contaré. Y tú qué haces…?
– Escribo…
– Sobre qué escribes…?
Y señalándo la gente que pasaba por la calle le dije… Ves aquel hombre de allí…? Escribo sobre él…, y sobre ese también… y sobre ti.
– Sobre mí,…? Pero si acabas de conocerme…¡
– Por eso mismo…
– Mi vida daría para escribir un libro,…
– Yo no escribo libros,… me aburre, prefiero contar historias reales,… así como la tuya…Quieres…?
– No
Entonces, dejó la cerveza que tenia en sus manos, cogió sus bolsas y se fué sin decir nada. Yo, me quedé allí sentado mirando las burbujas de mi cerveza subiendo lentamente, la campanilla de la puerta volvió a sonar a mi espalda y un instante después, alguien tocaba mi hombro…
– Si tú me ayudas… te lo cuento.
Era Mateo,… había vuelto…¡ Los ojos se me abrieron como platos, y sin pensarlo, le respondí…(En aquel momento no lo pensé, pero podía haberme pedido que secuestrase a una monja o caminese desnudo por la avenida principal…)
– Si…
Entonces se sentó, retomó su cerveza y comenzó a hablar…
“A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado.
¡Cuán dura cosa es decir cuál era esta salvaje selva, áspera y fuerte que me vuelve el temor al
pensamiento! Es tan amarga casi cual la muerte; mas por tratar del bien que allí encontré, de otras
cosas diré que me ocurrieron.
Yo no sé repetir cómo entré en ella pues tan dormido me hallaba en el punto que abandoné la senda verdadera.
Mas cuando hube llegado al pie de un monte, allí donde aquel valle terminaba que el corazón
habíame aterrado, hacia lo alto miré, y vi que su cima ya vestían los rayos del planeta que lleva recto por cualquier camino.
Entonces se calmó aquel miedo un poco, que en el lago del alma había entrado la noche que pasé con tanta angustia.
Y como quien con aliento anhelante, ya salido del piélago a la orilla, se vuelve y mira al agua
peligrosa, tal mi ánimo, huyendo todavía, se volvió por mirar de nuevo el sitio que a los que viven
traspasar no deja…” (Dante)
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