Mirar al agua es un volumen de relatos premiado y duro que hará las delicias de aquellos a quienes le guste el arte, la Literatura, la reflexión y la narrativa breve. Su autor, Javier Sáez de Ibarra, profesor de Lengua y Literatura en un Instituto, aún saca tiempo para dejarnos colecciones como ésta (la tercera ya, además de un libro de poemas) que van directamente al corazón del lector y no precisamente para acariciarlo con ñoñas historias de amor.
ELLIBREPENSADOR: ¿Por qué unas historias tan duras, tan desgarradas, aunque no te regodees en lo escabroso?
JAVIER SÁEZ DE IBARRA: Creo que ningún autor elige sus temas, sino que estos nacen con él y lo acompañan. Uno puede tratar de explicarlo, siempre a posteriori, y en ese intento se me ocurren algunas consideraciones: mis primeras lecturas adolescentes incluyeron a Poe, el padre del cuento, cuya intensidad y dramatismo quizá he heredado, junto a otros autores leídos entonces: Lorca, Buero Vallejo y Cela. Por otro lado, mi visión dramática -no diré trágica- de la realidad en que vivimos, y también el hecho de escribir a menudo a partir de un problema, una inqueitud, una pregunta…; o acaso todo sea cuestión de mi propio carácter.
El: El cuento «Caprichos» parece sacado, no sólo de la serie de Goya, a la que debe el título, sino de algunos titulares de prensa: ¿cuál es su fuente más directa?
JSdeI: Quise imitar en un cuento los caprichos de Goya, para ello describo con brevedad una imagen y pongo un subtítulo que alude a ella y a su posible significado. La actitud crítica de Goya la encuentro también en el genial viñetista Andrés Rábago, El Roto, que retrata nuestro mundo en sus dibujos. El contenido de esas narraciones-viñetas mías es también el eco de muchas noticias que nos trae el injusto e injustificable sistema económico y político bajo el que vivimos.
El: Hay una clara relación en muchos cuentos con la obra pictórica o plásticas de clásicos y contemporáneos… ¿leitmotiv, excusa, preocupación del autor?
JSdeI: Me gusta la pintura. Admiro la actitud y la conciencia con que muchos artistas plásticos trabajan, los riesgos que asumen y la radicalidad de sus propuestas. Algunas de sus declaraciones sobre sus planteamientos creativos y las de ciertos críticos de arte me sirvieron de inspiración para escribir (y he dejado constancia de ello en las citas); luego, el libro fue recogiendo algunas fórmulas, temas y géneros de pintura hasta completarse el proyecto inicial, escribir cuentos a partir de las artes. Dialogar con ellas.
El: Por cierto, ¿te quedas con alguna etapa concreta de la pintura o con todas en general? Aparecen en tu obra de forma expresa Velázquez, Goya, obra abstracta…
JSdeI: Creo que hay maestros en todos los tiempos. Los citados son indiscutibles, pero no tendría mucho sentido tratar de pintar hoy como lo hacían ellos, pues creo que el arte ha de buscar formas más verdaderas de expresar y de experimentar lo que vivimos en nuestro tiempo. Además, la imitación cansa. Lo que pasa es que uno parece que tiene que justificarse porque admita el arte actual. Cuando yo creo que el problema es vencer una cierta incomprensión inicial, esto no equivale a admitirlo todo, sino atreverse y mirar con atención.
El: Hay también una clara preocupación por lo meramente literario y se mandan al lector mensajes sobre el porqué de las elecciones en cuanto a narrador, mensaje… incluso hay un cuento en el que se entra de lleno en las rencillas entre críticos y escritores, y entre críticos… ¿por qué ese interés en transmitir ese mundo al público?
JSdeI: la narración habitual la realiza un narrador generalmente anónimo e inedintificable que admitimos sin discutir, para mí es importante que el autor (también el lector) se pregunte sobre el narrador que utiliza, ese narrador actúa sobre el cuento, lo determina; pero el escritor sabe que ese narrador encierra una historia más o menos explícita. De modo que no vale decir por parte de algunos creadores: «yo sólo cuento una historia», porque no es él quien la cuenta, sino el personaje narrador que ha creado. De ahí que la forma de contar el cuento adquiera un lugar esencial en la narración misma. A mí me gusta hacerlo consciente al lector, porque forma parte del relato; y si de rebote el lector se hace consciente de ello, me alegro, quizá lea con menos ingenuidad en adelante.
El: El cuento digamos más divertido, «Las Meninas», tiene también una carga de humor negro que al final lo vuelve también desasosegante… ¿no has querido dar tregua con tu obra?
JSde I: No dar tregua al sólo entretenimiento, nunca. Para eso ya están las cadenas de televisión, la música pop o el cine comercial, ¿no? Ese cuento quiere ser subversivo: habla del poder, la apariencia y la verdad, la manipulación, el engaño personal y social. Y tiene humor, claro que sí, que no es incompatible con la crítica.
El: Le has dado un peso específico a los títulos de los cuentos, para que los pensemos, para que los saboreemos a veces… El del primero de ellos lo cede también el conjunto, ¿por algún motivo en especial? ¿Algún secreto que contar?
JSdeI: El cuento «Mirar al agua» funciona como prólogo a todo el libro. Por un lado, porque introduce el mundo del arte contemporáneo y nuestras dificultades con él. El cuento plantea que sí es posible entenderlo y disfrutar. De la misma manera, se espera que el libro, que hace muchas referencias al arte, pueda ser entendido y disfrutado por el lector. Por otro lado, mirar al agua» es una metáfora de mirar al arte: podemos mirar al agua (en una instalación que se describe en el cuento), donde encontraremos alguna verdad que nos sirva para vivir, en lugar de mirar sólo las apariencias, que nos confunden y engañan. ¿Un secreto que contar? Es este: el tiempo que le dedicamos a la contemplación de un cuadro o a sentir y pensar en un cuento, es tiempo de vida que nos concedemos. Creo yo.