Leyendo el texto «Teoría del Daño Inminente» de Javier Monroy, aplicándole en mi primer intento crítico una lectura política que destaque su denuncia de Occidente («las naciones epicúreas») y sus mandatarios y exigencias («aliarme con el amable opresor»), me dí cuenta que sí es posible que se discierna el daño inminente, que titula el poema. ¿Cuál es el daño? Y, al ir por la respuesta, con lo primero que topo es con la metáfora de una serpiente venenosa, la serpiente de cascabel de Mojave, de la cual dice que origina una «convulsión envilecida» en la humanidad, o su víctima. Víctima a la que describe como «la bestia vieja dormida devorada / presumiblemente marchita».
El daño que ha sufrido la humanidad es «remoto», léase histórica o mitológicamente determinado y, en el lenguaje de este bello poema, se asocia a la mordida de la Serpiente, al devoramiento que marchita, convulsiona y envilece. Si seguimos la pista del código bíblico, ésto nos referirá a la humanidad (Eva-Adán) después de la Caída, o seducción por la Serpiente Antigua, cuando el paradigma moral es la Degeneración Humana. El poeta Monroy maneja el proceso sicológico, explicativo de esta degeneración, con referencias a la muerte próxima, seguida de la consciencia de miedo e inferioridad posible («habitaré un mundo de seres inferiores / entrañable cadáver andrógino»).
El texto sugiere el peligro / daño inminente / procesado como asesinato (un aborto inducido) del prototipo del ser moral, criatura inocente y anhelante, llamada a ser hombre auténtico, regenerable y regenerado, mas consciente de que ha nacido de un «útero podrido, ominoso», como dice el poeta. Aquí se vale meditar otra vez sobre la Serpiente, porque, aún desde el útero podrido / la Serpiente que no es otra cosa que un contenido arquetípico de consciencia, una máscara de Sabiduría / Conocimiento del Bien y el Mal /, está en tareas de las que Monroy dice en el poema que «podia adivinarse el sigilo», su parecido a la viuda negra y su estocada en el macho. Con el lenguaje surreal, serpiente y araña se mancomunan para referir a la víctima y su peligro de muerte. Mas la muerte aludida no es pasiva. La víctima es descrita como «un ciempies desterrado y vengativo».
Siempre ha de ser la víctima, símbolo de la degeneración humana aunque el lenguaje poético / la consciencia narrativa / vea o entienda desde las perspectiva de la «bella catatonía» de un hablante lírico. En este ver, onírico o arrebatado del poeta, se «miraba el futuro sepelio florido en espera de un subito giro».
Si bien el «útero podrido, ominoso» en que se ha nacido es un símbolo del alma convulsionada y envilecida de nuestro prototipo de humanidad, ese «lagarto envidioso» que es el hombre, antes de su muerte, tiene la posibilidad del súbito giro, de una rebelión. Y he aquí la razón por la que Monroy acude al símbolo de la Serpiente, ya que hay un «veneno» emitido, como con la temida «serpiente de cascabel de Mojave» del desierto norcaliforniano; pero, por igual, hay el giro de la regeneración. Desde la «bella catatonía» de la voz poética ésto también puede ser contado. Tomo en cuenta un fragmento del poema en que se advierte en cuanto a la consciencia cognitiva:
(wachet auf ruft uns die stimme)
debia despertar despertar
la voz me llamaba
aunque fuera contra mi ajena voluntad (sic.)
Independientemente de que puedan triunfar las voces seductoras y envilecientes, la voz de despertar y de la cautela son un segundo aspecto de lo serpentino. Hay una voluntad subyacente de resistencia en la naturaleza más alta del hombre. Nosotros, judíos cabalistas, llamamos a tal voluntad, CHram y a lo que Javier Monroy llama en su teoría, «Daño inminente», lo resumimos como los Tres Asesinos: Ignorancia, Superstición y Miedo. Esta es, por igual, la interpretación masónica.
Coincidentemente, a esos tres asesinos, que están presentes o codificados en el poema, si es que se nos antoja la lectura política del texto, los tres asesinos en perspectiva histórica, podrían interpretarse como El estado (o Cesarismo, esto es las alianzas con el «amable opresor»), la Iglesia (o Sanedrin) y la Muchedumbre (el consenso de las almas convulsas e incitadas).
La renuncia a la voluntad regeneradora hace que el hablante de Monroy pregunte: «qué podia yo hacer con las manos amputadas», con lo que se confiesa la virtual impotencia e indefensión. La ignorancia es descrita como un NO-SABER en negligencia («cuál era mi deber ante la inercia imperativa de estas articulaciones calcáreas y negligentes»); la actitud de muchedumbre se nombra como el «patalear en el aire esquivo», las «espinas gimientes» que amarran el corazón «a una estaca de vampiro», cosa que me recuerda las películas en que salen los campesinos de una villa, encabezados por un cura y un alcade a exocizar a muerte el Peligro, con estacas, crucifijos y otros símbolos de superchería, y así al Drácula o al Ser Amenazante.
Mas el problema histórico del asesinato, la ignorancia y la manipulación, prevalece aún hoy. Los Césares / con su plantel de ladrones / son esas «pirañas (que) se repartian audaces mis lobulos temporales», la riqueza de la comprensión y de la inteligencia. La orden machacada, reiterativa de subyugamiento para mayor degeneración y daño inminente, continúan:
las espadas nunca descansan letales fatales
mortales calaveras de parásito
insecto enmarañado en las aspas distantes del buque insignia
esas espadas que nunca duermen
martillan con preguntas que se oyen como respuestas (sic.)
Y el resultado es el no despertar, el aletargamiento, por el que se calla, dizque que se descansa y se piensa, dentro de esquemas de la inautenticidad de la Muchedumbre / la masa que obedece, en la tranquilidad de los «comportamientos diseñados» (Heidegger):
tuve entonces que cortar mis días o hacer que los corten
o dejar que se acorten
busqué opuestos satélites redenciones
debí aliarme
con el amable opresor
y callar
y descansar
y pensar tan correctas serán me dije sus sólidas instrucciones
(correctas como los motivos de un sargento)
que no había sino que abrir el mapa desvencijado
y apuntar en el norte la funeraria más cercana. (sic.)
Hay, a mi juicio, una metáfora en el poema que me induce a pensar que la visión que Monroy tiene del alma es cósmica, más valiosa que la admisión de una matriz ominosa que hay que entregar a los amables opresores y su batalla de sobrevivencia contra las «naciones epicúreas» y el miedo inducido, o «pánico natural» a los Beatniks. Es cuando mienta a la «supernova individual» y al «secuestro Beatnik».
Sospecho que el poema de Monroy está escrito bajo el influjo de éstos. Los Beatniks mientan un tipo de sensibilidad que, en el decenio del ’50 y principios del ’60, que redescubre la Voluntad rebelde o de resistencia. Con Jack Kerouac, tal sensibilidad se orienta a las fuentes espirituales, a lo que estuvo furtivo y fue hallado, al sentido de lo visionario que rescata ideas espirituales y que, como parte de las distorsiones de la seudosabiduría de las chusmas en los suburbios, vino a significar en la mass-media los meros sweaters de tortuga, gorras, bongos, gafas oscuras, fiestas sabatinas con mucha marihuana. El verdadero «secuestro Beatnik» está relacionado a un despertar que incluye valores antimaterialistas, aperturas al Taoísmo, el budismo, lo africano, el jazz, pero, sobre todo, la importancia de mejorar ese «Yo Interior», que es el alma como una supernova, no como un útero podrido y ominoso.
Ahora, finalmente, utilizando el texto, voy a resolver el asunto subliminal del por qué me ha provocado y su apocaliptismo sugerido una lectura cabalística al considerar la idea tradicional de que las Serpientes representan el Mal y la prostitución del alma, hecho que nace de las referencias a la Serpiente Antigua, a dragones y Satanás (Ap. 20:2). Si partimos del presuposición de que el daño inminente es para el Alma y que la Serpiente suele verse, por la gente más suti como un símbolo literario de la Astucia, se vale preguntar sobre esos versos finales del texto de Monroy:
el día que me dejes entrañable
cadáver andrógino
…
(y nunca más me verás) (sic.)
En estos versos que condicionan, o profetizan ante un Ser Amado (el «entrañable cadáver andrógino»), el impacto de los peligros, ya activados contra el alma, esto es el peligro cuando daña, se revela que la dualidad habla a la parte superior de sí misma, la Voluntad. Este es el punto de vista del hablante lírico: el temor a lo inminente por alguien que no quiere arrastarse ni sentirse amputado de la mejor parte de su dualidad, que es el Ser entrañable, aunque esté en el cuerpo / el cadáver. Si la escisión potencial se da en el alma, el hombre / mujer quedará como un habitante inferior («habitaré un mundo de seres inferiores»). Será muchedumbre y dejará de ver la Voluntad que regenera.
La metáfora de «andrógino» se relaciona a lo serpentino, animal con la habilidad para desprenderse de su piel y dejarla atrás. Mudar la piel es símbolo del abandono del pasado del alma, en cuanto proviene del útero ominoso, de un inframundo con fuerzas agresoras y mortales, con influencias que son neurotoxinas, que muerden la Voluntad regenerante. La Serpiente del Apocalipsis es símbolo de lo que, dentro de nuestra propia alma, entrega el poder de la voluntad a la Bestia y a los roedores de las madrigueras, hábitat frecuente de las serpientes de cascabel.
La bestia supone el entrejuego de la tiranía, la ignorancia y el miedo. Para entender cómo realmente se vencen estos peligros, gestores de «daños inminentes», hay que dejar que el «entrañable cadáver andrógino» permanezca y nos ayude a discernir a Levitán, la serpiente enroscada, tortuosa de la que habla Isaías y el dragón que está en el mar (Isaias 27:1). A este Dragón aludido muchos cabalistas lo han señalado como el carácter de perversión de la razón, en cuanto su realidad son teorías y cantos de sirena; la mar es el conocimiento envilecido de los hijos de la oscuridad, tergiversadores en oficios de la ignorancia, la superstición y la tiranía.
La seudosabiduría de estos dragones marinos son instrucciones ambiguas, erráticas, aunque convencen a los incautos. «… tan correctas serán me dije sus solidas instrucciones / (correctas como los motivos de un sargento)». Los sargentos son seres sólo orientados por la autoridad. No son sabios, son maquinales y unidimensionales, parte del aparato de opresión. Y cuando aconsenjan lo hacen desde un «mapa desvencijado» que apunta a la muerte («la funeraria más cercana»). «Opuestos satélites / redenciones».
Cosa distinta es el entrañable andrógino, al que los cabalistas llamamos el Mártir Cósmico. En cuanto es mártir, ser que fue ya sacrificado, aunque no espiritualmente vencido, es el cadáver aludido por el poeta. Infiero que lo que Monroy lo nombra como «entrañable cadáver» es lo mortal del vehículo orgánico. Son estos / los mártires cósmicos / potenciales del alma / los que instruyen sobre la regeneración humana; la generación entrañable de los CHiram / Hiram Abiff, símbolo del espíritu crucificado de lo bueno, el Maestro interior que la Voluntad de Sobrevivencia que no quiere cederse ni agonizar. Este es el espíritu, o pathos, de los versos finales de Javier Monroy: la celebración del Mártir Cósmico / la «supernova individual» que confiesa ante el Maestro: «el dia que me dejes / entrañable cadáver andrógino / habitaré un mundo de seres inferiores».
En resumen, el poema es un lamento y una esperanza a la vez. La esperanza es, en cuanto Monroy discierne, a través de su hablante lírico al Padre, el Espíritu Universal, que es la esencia, aunque tres en el aspecto andrógino. En la cábala es obvio que las enseñanzas de Hiram Abif o la revelación de CHiram, se asocian a tres consonantes: Cheth, Resh y Mem. Cheth mienta a Chamah, la luz del Sol, o. el fuego Universal, y el invisible frío de Naturaleza atraída por el Sol, manifestado en luz y enviado a cada cuerpo planetario que pertenece al sistema solar. Es interesante cuando Monroy codifica lo que sucede en la consciencia dormida:: «se derretía y rodaba como el anuncio de un iceberg inesperado / más fría que dos centímetros de agua polar filtrados en el femur izquierdo». Cotéjese la presencia del agua y el implícito Sol que derrite el iceberg, como alma endurecida y fría.
La segunda letra que interviene para significar el CHiram es Ruach, que mienta el espíritu, el aire, el viento, como el vehículo que comunica y colecciona la luz en focos innumerables. Ahora los rayos solares de la luz son agitados por un movimiento circular y manifestados en el calor de la vida. La tercera letra es Mem, que significa «majim, agua, humedad», la madre del agua o la Humedad Radical o una clase particular de aire condensado. Estos tres elementos de vida constituyen al Agente Universal o el fuego de la Naturaleza: el Hiram para la «supernova individual»: el Alma Viviente o la verdadera serpiente que mienta consoladoramente a la fertilidad y la fecundidad.
En la leyenda leyenda hirámica, según explica Albert Pike hay formas derivadas del nombre CHiram: que son Khirm, Khurm y Khur-Om, cuyo final contienen el monosílabo hindú, o mantra sagrado OM, que puede ser extraído de los nombres de los tres asesinos. Estos tres rufianes se relacionan a una tríada de estrellas en la constelación de la Libra. Es por lo que la alusión de Monroy al «alma» como «supernova individual» sirve al contexto de hablar sobre los Ladrones del Alma que los judíos, por su parte, antes de metaforizar al dios Bal de los caldeos como demonio, asignan sus nombres a cada uno de ellos: Jubela, Jubelo y Jubelum.
Estos son los tres rufianes que asesinaron a Hiram Abif en el Templo, en el Lugar Santísimo. El hinduísmo llama a Hiram Abif Krishna; los chinos Kioun-tse; los persas, Sosiosch; los escandinavos, Balder; los cristianos Jesús; los masones, Hiram y los poetas: el Andrógino.
En fin, ¿quién ha dejar que muera el «entrañable andrógino» y el Mártir Cósmico que todos tenemos, preso en carne como un cadáver, pero, tres veces esencial para que sobrevivamos y para que nos despierte? Su geometría cabalística es el 33.
debía despertar despertar
la voz me llamaba…
El poema lo reproducimos completamente abajo:
* * * *
Teoría del Daño Inminente
desde el fondo del útero podrido ominoso remoto podía adivinarse el sigilo de una serpiente de Mojave
la convulsión envilecida de la bestia vieja dormida devorada presumiblemente marchita
se derretía y rodaba como el anuncio de un iceberg inesperado
más fría que dos centímetros de agua polar
filtrados en el fémur izquierdo
era la estampa misma de la viuda negra antes de sufrir
el macho suicida su estocada indemne
igual a las patas de un ciempiés desterrado
y vengativo
que podía yo hacer con las manos amputadas
sentía empero dedos patalear en el aire esquivo
cual era mi deber ante la inercia imperativa
de estas articulaciones calcáreas y negligentes
tenía el corazón amarrado a una estaca de vampiro
la piel erizada de espinas gimientes
las pirañas se repartían audaces mis lóbulos temporales
y desde mi bella catatonia miraba el futuro sepelio florido en espera
de un súbito giro de lagarto envidioso
(wachet auf ruft uns die stimme)
debía despertar despertar
la voz me llamaba
aunque fuera contra mi ajena voluntad
siempre escuchaba la orden como un inusual acorde nacido
de la guitarra de un gitano belga
verdugo de naipes letales
las espadas nunca descansan
letales fatales mortales calaveras de parásito
insecto enmarañado en las aspas distantes del buque insignia
esas espadas que nunca duermen
martillan con preguntas que se oyen como respuestas
tuve entonces que cortar mis días
o hacer que los corten
o dejar que se acorten
busque opuestos satélites redenciones
debí aliarme con el amable opresor
y callar
y descansar
y pensar
tan correctas serán me dije sus solidas instrucciones
(correctas como los motivos de un sargento)
que no había sino que abrir el mapa desvencijado
y apuntar en el norte la funeraria más cercana
Natgeo dice que pasaré veinte años durmiendo (sin ser Van Winkle)
olvida que solo tengo un quinto de mi vida para vivir la muerte definitiva de la supernova individual
ahora frente a mi yace el fin esperándome
con sus lanzas de roído bambú africano
y mientras vivo el pánico natural de un secuestro Beatnick
sigo esperando sobrevivir a la batalla de las naciones epicúreas
el día que me dejes
entrañable cadáver androgino
habitare un mundo de seres inferiores
entrañable cadáver andrógino
(y nunca mas me veras)
Javier Monroy (poeta peruano)