Dice la RAE que la austeridad es una cualidad que disfruta aquél que puede presumir de ser «sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes», un objetivo que se ha marcado ahora el Gobierno central y todas las Administraciones públicas de este país, en un ejercicio de demagogia simplista a la que ya nos estamos empezando a acostumbrar y ante la que los medios de comunicación ya no levantan la voz.
Porque la austeridad no es una virtud de un Gobierno, la austeridad es una necesidad en cualquier Gobierno, cualquier órgano elegido por los ciudadanos y, por tanto, financiado con sus aportaciones vía impuestos debería de hacer de la austeridad su seña de identidad y no presumir de ella bajo ningún concepto, como un soldado no puede presumir de su valor, ni un escritor de su prosa.
Sin embargo, vivimos tiempos complejos, tiempos de prioridades erróneas y principios volátiles, que nos llevan a presumir de lo que no deberíamos y a olvidar la esencia de nuestra actividad, y a la cabeza se encuentran los políticos, los cuáles, como representantes de la sociedad lucen sus defectos en todo su esplendor.
Porque es un error lanzar ahora una campaña de austeridad, es una auténtica tomadura de pelo, porque la austeridad no debería de comenzar ahora, de hecho no debería de haber comenzado jamás, debería de haber estado presente siempre en toda actividad política, y es que muchos representantes electos se olvidan de donde proviene el dinero que manejan.
Durante el tiempo que dura su mandato gastan a manos llenas un dinero que no es suyo, se creen de tal importancia que gestionan a su antojo presupuestos millonarios sin ningún pudor ni ningún criterio económico, sin pararse a pensar que ellos, por sí mismos, no son nada, no son otra cosa más que el puesto que ocupan, el cuál, por cierto, les ha sido otorgado por los mismos electores que financian el presupuesto que él maneja.
No es, por tanto, otra cosa más que una nueva moto que nos vende el Gobierno, a la que entran, por cierto, los partidos de la oposición, porque todos se enzarzan en un debate absurdo sobre austeridad sí, austeridad no, sin detenerse a pensar que ese no es el debate que interesa a los ciudadanos, la austeridad se debería de dar por supuesto, y a partir de ahí se debería de crecer hacia otras metas políticas y económicas.
De todas formas, y como digo, los políticos no son más que una pequeña muestra representativa de lo que es la sociedad a la que pertenecen.