Hace unas semanas reseñábamos el segundo libro de Ernesto Calabuig: Expuestos, una obra delicada como un jarrón de cristal realizado con piezas pequeñas, fragmentos aparentemente sencillos que sin embargo daban como resultado una novela/artesanía compleja como el alma humana, mostrada con honestidad pero sin pudor, en su auténtica naturaleza, sin máscaras ni maquillajes, enfrentada a sus propias reflexiones -a veces muy alemanas. Sobre este caleidoscopio de comienzo desconcertante hablamos con su siempre amable y cercano autor:
Ellibrepensador: ¿Qué significa para Ernesto Calabuig estar expuesto?
Ernesto Calabuig: Creo que es la difícil condición en la que todos nos encontramos ante los ojos ajenos (vivir es exponerse), algo que, en el caso del protagonista -Jaume Climent, un tipo hiperconsciente- es fuente de algún que otro tormento interior.
El: Aunque la obra no sea autobiográfica (¿o lo es?) parece estar escrita utilizando material de primera mano, tomando el mundo en que te mueves, personajes que conoces, actitudes que te son familiares, y tu propios sentimientos… ¿Es Expuestos Ernesto Calabuig en estado puro?
EC: Supongo que sí. No sé escribir de otra manera que no sea tomarme a mí mismo, inventar a partir de ahí, deformarme, desmentirme y tomar otras formas en otros personajes. Hablar estrictamente de uno mismo al modo de un volcado autobiográfico tampoco me interesa, lo divertido es superponer en uno capas y planos de verdades y mentiras, verosimilitudes e inverosimilitudes.
El: ¿Qué ha significado para ti, como autor, pasar del relato breve a la novela?
EC: No lo pensé mucho, tenía una historia que parecía un relato largo y lo fui desarrollando hasta las 180 páginas aproximadas de este libro.
El: Hay una importante presencia del alemán, los escritores alemanes y la filosofía de pensadores germánicos en tu obra. Me consta que eres un dedicado traductor de este idioma. ¿Has querido homenajear una cultura y unos autores un tanto olvidados?
EC. En parte sí, pero sobre todo construir fielmente el mundo, el imaginario, de este crítico literario y traductor de alemán y el de ese amor imposible que es Anne Zieske.
El: El escritor protagonista de la novela, Jaume Climent, es una persona muy sencilla, honesta, cercana, que se deja llevar por un extraño hacia una historia que inicialmente se presenta como una batallita del abuelo… ¿Existen este tipo de autores inocentes, alcanzables, cercanos a su público lector? ¿Has compartido alguna experiencia de ese estilo en tu propia carne?
EC: Sí, también existen. Más allá de los escritores que viven en el estrellato y cultivan incomprensiblemente la soberbia de la vida, existen autores tan cercanos y humildes que a uno lo dejan sorprendido. No sé, gente como Manuel Longares, Luis Landero, el recientemente desaparecido Saramago… No debería uno olvidar que es un privilegio ser leído y comentado por otros, y si puede ser a un nivel cercano, aún mejor.
El: Da la sensación, en una cierto fragmento del libro, de que el personaje desaprueba ciertas poses de la Intelligentsia del país, poses como el sufrimiento por el «dolor del mundo», sin atender a los dramas que les rodean. Como si su progresismo bienpensante y políticamente correcto les impidiera pensar, y lo que es peor,, les impidiera sentir… ¿Compartes esa decepción del protagonista?
EC: Sí, y esto conecta con la pregunta anterior, no llevo muy bien que la gente de la cultura pierda pie y vaya por ahí levitando por encima de los mortales. Somos contadores de historias, pensamos sobre las cosas y las narramos. No deberíamos perder los papeles y ponernos unas gafas y unos aires como los de Bono, de U2.
El: Concretamente, tu libro aborda un drama individual, (o dos), una historia concreta en la que se palpan las emociones, frente a una tragedia general en la que se pueden enmarcar esos dramas (como una guerra). El centro de tu obra son (o parecen ser) tres personas (una por omisión fundamentalmente) cuyas historias se desgranan para el lector con todas sus luces y sombras. ¿No es así?
EC: Sí. En ese sentido hay una continuidad con mi anterior libro de relatos, “Un mortal sin pirueta”. También aquí se trata de personas que tienen una única oportunidad en la vida y juegan las cartas lo mejor que pueden o saben.
El: Tu obra parece coger ritmo y forma, esencia y significado en las últimas cuarenta o cincuenta páginas. ¿No has tenido miedo de que el lector se desanime por no poder ver el bosque al presentarle primero los helechos y los arbustos, las hierbas y las raíces, las pequeñas criaturas de ras de suelo antes de ascender rápidamente al final de la obra y dar la panorámica? Es decir, has explicado detalles pequeños, fundamentales aunque inicialmente no le parezcan, antes de dar un sentido global, que llega muy al final, y eso puede desconcertar al lector… ¿o no?
EC: Sé lo que quieres decir. Seguramente es así. Y era un riesgo. Lo pasé realmente mal en los comienzos de este libro, sabía que tenía una historia más o menos importante que sólo estallaría y brillaría hacia el final y a la vez sentía que casi tenía que pedir permiso al lector para que tuviera la paciencia de seguirme en el planteamiento previo. De ahí que el primer capítulo se platease como “antecedentes de Jaume” y pronto tuve que escribir ese “que comience la historia”, casi jaleándome. Yo mismo tenía ganas de despegar y de que el lector volara conmigo, pero no podía saltarme el desarrollo previo.
El: ¿Qué piensa el autor sobre el ejercicio de traducir, que no piense su personaje?
EC: Creo que pensamos igual. Aunque a los dos nos gusta traducir, por mucho que suponga disciplina y esfuerzo. Recompensa quitarse de en medio para tratar que hable otro autor con su propia manera de pensar y de sentir. Conseguirlo es una sensación increíble, que creo que se parece a hacer justicia.