a James Meredith (1933- )
«I was engaged in a war. I considered myself engaged in a war from Day One. And my objective was to force the federal government – the Kennedy administration at that time – into a position where they would have to use the United States military force to enforce my rights as a citizen»: James Meredith
El primer día de mi vida verdadera y conscientiva yo lo llamé el Día Uno. El Día Uno de mi libertad, el día uno de ser un guerrero. Cuando ya había regresado de la Fuerza Aérea, a pocos años, durante el verano de 1955, lo preciso, mataron a Emmett Till, vecino de Chicago que visitaba con su familia Money, Mississippi. Yo creo que mi corazón estaba en el cuerpo de ese adolescente de Chicago; yo me he atrevido a silbar a una mujer blanca, como diciéndole usted es hermosa, y no creo que se me tenga que matar por eso.
He entrado a tiendas de la gente blanca. Veo que abren los ojos, azorados, temerosos. Creo que no soy invisible, ni un marciano o venusino ente intergaláctico. No tengo por qué sufrir que alguien me juzgue con horror. Siempre trato con amor a la gente. Y, generosamente, me visto el uniforme militar de la Fuerza Aérea para que me tengan confianza. Soy ciudadano de un país, cuya Constitución tiene una Carta de Derechos, digamos que en defensa de esta nación, yo me hice militar, en cierto modo / guerrero.
Este día ha cambiado mi vida. Ahora entiendo cuánta razón tenía mi padre durante los tiempos que hablamos… Cuando secuestraron a ese chico negro, sólo por ser negro, yo me acuerdo de mi niñez, de mis padres y mi familia toda; cuando lo golpearon salvajemente, el dolor que se aplicara contra él es en mí que duele más intensamente. El disparo que matara a Emmett Till se me alojó en alguna herida. La mujer que se ofendiera por un silbido que le echara el muchacho debe estar llena de odio y debió ser la que haya sido arrojada al río de Tallahatchie, aquel 28 de agosto. (¡Mire usted si he cambiado!)
Estoy dentro de ese féretro abierto mostrando mis heridas. Este féretro de Emmett Till es cada calle por la que voy. Todo lo que me hace sentir amenazado, prohibido o a punto de ser asesinado. Es el féretro de la consciencia atada, escupida y obstruída. Ese ataúd le pertenece a cada negro estadounidense. Conversé largamente con los abogados de la NAACP sobre Emmett. Ellos me ayudarán a que mis heridas no duelan tanto. Quiero que ese ataúd ya no esté más abierto, porque dentro está un ser humano que gime todavía y echa gritos de dolor en las calles de Mississippi.
La NAACP y yo libraremos una batalla. Cerrar ese ataúd es asunto que compete a un negro y el Gobernador. Ross R. Barnett proclamó que «mientras yo sea Gobernador, ninguna escuela será integrada / no school will be integrated in Mississippi while I am your Governor». Cada día que se me diga que yo soy un negro silbando a una mujer blanca y que ahora vengo a silbar con las hijas universitarias de los hombres blancos, es como si autorizaran a que venga una turba sobre mí. Es un acto de secuestro, maltrato y homicidio, ya no contra Emmett. Contra mí. Es alguien que abre el ataúd y blasfema el dolor que hay dentro.
Supongo que ese Día Uno yo fui visible por primera vez. El Gobernador reconoció que yo existo. El Fiscal General de los EE.UU., Robert Kennedy le hizo conocer a Barnett que yo soy un guerrero. Supongo que Emmett no llegó a ver el Día Uno en su vida; yo no voy a dejar que me obstruyan el Día Uno.
Barnett fue multado con $10,000 y sentenciado a cárcel por desobedecer lo que la Justicia Federal le dijo: Un joven negro necesita comenzar sus estudios. Ese joven soy yo. Y no vengo a silbar a ninguna mujer blanca. Vengo a cerrar todas las heridas que se infligieron sobre el cuerpo de un adolescente. Vengo, si quieren verlo así, a sacar del río el cadáver, donde se le halló con la cabeza destrozada por los balazos y el despeñamiento.
Antes de ese verano, yo no era pretencioso. Quería ser uno más de los que estudiaban en el campus de la Universidad de Missisippi desde esos tiempos, pero el miedo…. el miedo… ya, cuando el 20 de septiembre de 1962, dí mis primeros pasos hacia la entrada, me sentí envalentonado, pero no se me dejó entrar; volví el 25 y tampoco y después el 26… yo quería un Día Uno de mi vida, como estudiante. Tenía ya un diploma de negro, una victoria legal que ordenaba mi admisión a la Universidad de Mississippi, la expectativa de verme fuera de la doctrina Separated, but equal. Pero también… tuve enemigos. Uno tan importante como el Gobernador y sus turbas de elitismo racista.
2.
Para que James se educara, en su natal Kosciusko, Mississippi, él tuvo que convertirse en guerrero. Sus batallas comenzaron durante su infancia. Había quien pensara que el niño no necesitaba más instrucción que la que la madre imparte ni más trabajo que el que asignara el Papá. A James le dijeron que tenía que ser más negro, más puro, no indio, para que se le respetara. Y pudiera ir a la escuela; pero él fue y se acostumbraron a verlo y quererlo.
Los Meredith y su ancestro se peleaban con parientes que tenían más pura la sangre de Choctaw; unos le pedían al pequeño Meredith que fuese un indio obediente, así «cuando crezcas se te venderá licor y la marihuana, la talarás tú mismo por ahí, en tus andurriales, camino a casa». Otros le decían: «Vé a la escuela, para que aprendas, por lo menos, a ver la cantidad que te pagan y reconozcas tu nombre con letras, no sólo por el oído».
«Mas Papá fue más terco». Instruía a James, que oía con respeto… porque ambos eran listos y entre gente lista, se abona la empatía y la sinceridad… «Yo quiero ser un guerrero, Papá». No eran cosas de niños, o boberías. Le dijo: «Prepárate para serlo». Y puede que mucho antes que el discurso de Stokely Carmichael en los ’60, ofrecido en Greenwood, Mississippi, James se lo oyera a su padre siendo niño: El negro del país que se una como UNO, que reconozca su herencia y que ayude a construir un sentido de comunidad, porque el blanco va a decirle: «Somos iguales y esa la mentira más grande entre todas la que forman la Tabla de Valores de la sociedad blanca».
Su padre dijo más: «Entre un guerrero y su víctima hay una diferencia enorme. James, ni somos iguales al indio ni al negro ni al blanco, ni siquiera dentro de una raza hay igualdades… «¿Por qué, si dicen que somos iguales: los blancos nos solicitan que estemos lejos de ellos, por qué morimos más pronto, por qué hoy bebemos más alcohol que en los días de la Ley Seca, o los días en que éramos esclavos y fue la tristeza más visible? Hoy comemos más, pero seguimos con altas tasas de tuberculosis y, James, cuando eras tú demasiado niño para verlo, a los negros los linchaban en los caminos. Los colgaban de los árboles… Para el blanco son las drogas de sulfa, al negro el remedio casero del yerbero. En Mississippi, la salud se basa en la clase. Y nosotros tenemos una clase con una mala dieta, una raza de gordos con problemas cardíacos y estrés y con mucho vicio de alcohol, una raza dolida por linchamientos, amenazada y marginada».
«Es una mentira. Nadie es igual a nadie ni por el color de la piel… A unos la inteligencia se les despierta tarde. Unos no aprenden jamás, sean los más blancos o los más prietos. Unos no quieren justificia, porque son blancos malos, otros son preferente blanco de las balas y las golpizas, porque son los guerreros buenos… Recuerdo cuando se me decía: Tú, Cabecita chata, lo que tienes que ser es agricultor; como fueron las tribus de la Muskhogea, al este de río Tombigbee», así decía una negra delgadita, la única que conocí que lo fuera».
Posiblemente, la Madre de James supo algunos secretos sobre la adecuada nutrición y el vestir menos la tela de lana que la de algodón. El varón es quien no quiere control de nacimientos, pero, sí él advierte que en el campo la higiene sanitaria debe ser modernizada. Con tanta abundancia de manantiales, ¡qué muchas casas de negros no saben qué es el agua potable, agua limpia por el fuego! El blanco se queja de que el negro es maloliente. Bueno, a bañarse más y a menudo es una forma de desmentirlos y aprender disciplina de guerrero…
«Viven y comen como si fueran marranos. Por eso anglosajón y el judío dicen: Separados es mejor. Quédense allá. Allá pueden ser iguales, sí… iguales entre ustedes, ¿me comprendes hijo? … ahora te diré algo sobre la universidad. ¿Quieres ir? Hállala también en cada lugar, en la conversación con otros, los tranquilos y viejos con el corazón eterno, en el presente transitivo… La gente cree que la Universidad lo enseña todo, que allí está el almacén de la Verdad y la Sabiduría. Acuérdate en las universidades están muchos demonios encerrados. Los perseguidores y manipuladores de la Consciencia y de la Libertad. Los centros universitarios son los más penetrados por la CIA; son campos de batalla, donde se pelea una guerra de baja intensidad, que es la más importante de todas, porque es infiltración de una clase por otra y el proyecto de influir en los paradigmas del pensamiento social».
Ya cuando su padre no vive, James cuenta los días en los que será un ciudadano, no un ser mutante y escondido. «Porque los negros jugamos al camaleón y cambíamos de color, James, aprende a vivir. No estás exento de que un día venga el blanco a besarte las mejillas y después te apuñale por la espalda, cuando estés desprevenido».
«James, házme caso» para que no suceda ésto… Le han negado varias veces su admisión universtaria a la UM. Dicen que Bob Dylan sabe de su caso. «James Meredith won a lawsuit that allowed him admission to the University of Mississippi in September 1962». Cuando dicen en Oxford Town que «James parece un chico bueno y patriota», ya que sirvió en el Army, otros recuerdan: «But he is still a nigger!» … Bueno, en la naturaleza misma de las cosas, nada es liso y parejo, nada es igual ni homogéneo.
Después James se matriculó en Jackson State College en 1960, hizo dos años de Ciencias Políticas, en un afán de entender cuán profundamente enferma está esta sociedad que su padre no quiere. «¿Ves, América, que yo soy un negro bueno?»
A su padre le habría gustado que él estudiara medicina porque, en los ghettos hacen faltan médicos que instruyan a las negras primerizas. La medicina de excelencia se combine con la boca de científicos sociales, porque los pobres se están poniendo gordos, demasiado gordos para correr en caso de motines y quemazones. Y las franquicias de comidas rápidas colocan mucha grasa en los sesos. «¿Ves, América, que yo soy un negro bueno? Lo que haya sido invertido en mí, tarde o temprano da frutos».
Ahora, hasta su propio padre, especula en torno a qué puede estar pensando Dios sobre el dinero y aquel que lo tiene en abundancia. «If you want to know what God thinks of money, just look at the people he gave it to». ¿Se lo habrá dado a los blancos porque ellos son mejores? James no sabe a quien ha citado su padre. Habrá sido algo que leyó durante la Era de Roosevelt, cuando su padre, dijo que FDR, con la firma del Acta Wagner y el establecimiento del Seguro Social, estaba trayendo esperanzas a los obreros, unionados de los sindicatos y los envejecidos jornaleros. «People at least are getting something to live on in their later years». Los amigos de su padre y los jóvenes de los decenios 1950s y 1960 todavía no se enteraban de que el progreso, cuando viene, llega con mejores salarios, menos horas de la jornada de trabajo, más ocio, plus Medicare — y un seguro de salud para la gente vieja.
El que se repite «Que la piel no cuenta, que por la piel no se sufre… sufre el alma, que hay que ser bueno, no un revoltoso que inspire el odio… regresó del Ejército porque el dinero, Dios no se lo dio a Papá ni la Era de RFD lo premió, para que pudiera dar algo más que consejo … «Pero, ¿qué te hizo a tí el indochino, James? … porque elogió el nombre de James Meredith y, tras terminar, la escuela preparatoria, ingresó a la Fuerza Aérea. «Que si los coreanos no le cayeron bien, es la misma cosa de que las insidiosas objecciones al que tiene la cabeza chata y los ojos oblicuos, gente de los Choctaw». Y, porque sirvió a la aviación militar, a su regreso, se James comportaba como si ya lo que viniese a ser su destino fuese una transición hacia la blanquez. En Jackson State College, comenzó sus planes de ser el primer indio de cabeza chata, guerrero negro, afroamericano, que rompe las barreras… del Día Uno. Las que Emmett Till no
pudo romper.
3.
Previo al Día Uno fue escoltado secretamente para que participara en el proceso de registro como alumno. Seleccionaría las clases, según unos folletos de orientación, pagaría los costos de matriculación. Quería sus 18 créditos. Tiempo completo. De hecho, ese día los alguaciles federales, patrulleros de frontera y guardias de la prisión federal se apostaron alrededor del campus. No estaría solo.
Lo dejaron llegar hasta el Lyceum Hall. Pero según avanzaba el día, se reunieron centenares de estudiantes para verlo. Algunos levantaban el puño y se decían solidarios. Una enorme pancarta reproducía la fotografía publicada en la revista Jey: el cadáver de Emmett Till, que ya era un fantasma vivo por el predio de la universidad. «Unas 50,000 personas pudieron haber visto el cuerpo de Emmet Till durante el funeral en su casa de Chicago»; pero, ahora habría que ver su recuerdo encarnado en el negro que desafiara al Gobernador.
Estudiantes blancos y otros blancos iniciaron disturbios esa misma noche. Descubrieron que estaba en los dormitorios. La presencia de los alguaciles fue el mejor delato. Entonces, le arrojaron piedras y botellazos. Esa misma noche, un periodista extranjero fue muerto frente Lyceum Hall. Quería entrevistar a James para el London Daily Sketch y las balas alcanzaron a 28 alguaciles. A menos de una hora de fragor, entre los perros del odio y del racismo, se halló el segundo cadáver posteriormente.
El levantamiento segregacionista hirió a 160 estudiantes (48 policías entre ellos), a pedradas y botellazos. James ni siquiera se asomaba a la ventana. Oía los gritos. Reflexionó si era mejor abandonar el ideal de ser guerrero. Su mente se fue hasta su adolescencia y las primeras confrontaciones con la dureza de su destino. Y conste: no se le dijo el Gran Jefe Mushalatubee ni otro cacique, de sangre mixta, que se hizo llamar Pitchlynn, o Peter Perkins. Toda esa gente fue buena. No anduvo armada. Hablaron un idioma que él ya desconoce. Esa gente fue como la que él quiso ser hasta que la pobreza lo llevó a Corea. «Cuando ellos se quejaban de opresión y maltrato no se dieron cuenta que la perspectiva de ese sufrimiento fue la separación. Han admitido la palabra del Hombre Blanco, que el verdadero Gran Cacique, que dicta para blancos, negros, mestizos y mulatos, su doctrina: Separados pero iguales; «nosotros somos el Jim Crow voluntario». Medita
si vale la pena seguir SEPARADOS, porque iguales no somos. «Mira cómo ellos, blancos, atacan a sus policías blancos, lastiman a estudiantes blancos que me apoyan por llegar con mi cabeza chata y mis labios bembos».
Después de que la policía de carreteras de Mississippi salió del campus, el presidente Kennedy envió al ejército regular para suprimir el levantamiento segregacionista. Meredith pudo iniciar sus clases al día siguiente, gracias a la presencia del ejército.
El Día Uno que James vive preambularmente y del que aspira a que sea el primero de su libertad, no ha llegado todavía. Ya no tiembla en sus manos un telegrama fechado el 4 de de febrero de 1961. Había escrito sobre el telegrama «No Soy Libre Aún». Lo relee. Lo tiene sobre su cuaderno dentro de un aula. Medita como en la noche anterior que los imperativos de la sociedad blanca son antisociales; pero duelen en la sociedad más pobre, que es la suya. Desde que la negrada como grupo se emplea y educa en la ciudad, ya no sabe para quien trabaja. Abundan los accidentes industriales y las farmacéuticas, los hospitales y las agencias de seguro, forman equipos ominosos. En la universidad, hay policías blancos defendiendo su paso franco y expedito por los pasillos, pero él los oye. Se lamentan de que el caprichito de un negro mueva el Establecimiento a protegerlo, sacan cuesta del costo financiero, de hacer rey a un pobre indio-negro-a son of bitch, a
final de cuentas.
Decía su padre que la Sociedad Blanca mata con la hipertensión y el estrés, utiliza asesinos silenciosos que se originan en las condiciones sociales. La principales causas de enfermedades modernas son ambientales. «The largest kilers!» Entre el 70 y 90% de todos los cánceres se origina en querer estar unido al blanco que no los quiere; «pero, ni el mismo blanco se quiere a sí mismo. El blanco quiere su dinero. Que nadie venga a quitarle lo que él mismo ha robado». James dice que su padre, si lo hubiera visto en uniforme, sería para que defendiera a los negros. Un guerrero que sabe lo que quiere. Que no se venda a la CIA… Su padre lo soñaba, si algún día él fuese capaz de no dejar la escuela y estudiara con denuedo, el primer médico de los Meredith. Guerrero espiritual. Gran consejero. Pero, al estudiar Ciencias Políticas, su idea es conocer la Ley y demostrar que la política es, a largo plazo, una medicina, «la que llamas Medicina
Espiritual, Papá».
Su padre habría entendido que él quiera ser abogado. Esa es la meta por la que quiso ingresar este verano a la Universidad de Mississippi y, aún más, despuésd querrá ir a Columbia University. Espera que ya surja esta agresión que ha visto en el campus de Oxford Town. Que no tenga que comerse la uñas esperando un telegrama que diga un No al Día Uno, como Mississippi que prefirión hundir en violencia al campus antes que desistir de la segregación educativa.
4.
Alguien se lo dijo: «No abofetearás con guante negro la cara mi Gobernador». En meses fue el único blanco que le dirigió la palabra. Puso un diario del día sobre su mesa en la cafetería. Como siempre, James comía solo, aislado por los blancos y los extranjeros. Leyó el titular de la portada: Charges on Barnett dismissed by the 5th Circuit Court of Appeals. Nadie multará al Gobernador. Ninguno lo acusaría ni lo hallaría culpable, haga lo que haga. Ninguno debe llamarlo racista, aunque sea un homofóbico crónico. Después el estudiante blanco gritó, voz en cuello, el titular leído y los que daban sus espaldas a James Meredith (por la idea de no verlo) enderazaron sus asientos, se voltearon y miraron al que dio tal pregón. «No hay delito. Barnett es inocente». Aplaudieron y vitorearon, con mayores gritos, el nombre de Barnett. Manoteaban en las mesas y hasta tiraban servilletas humecidas hacia el negro.
El terminó su almuerzo, pero, por momentos, estuvo a punto de salir huyendo. Aquella cafetería universitaria parecía un circo pavoroso, encuentro con bestias de infiernos mitológicos. En las noches, hasta altas horas de la madrugada, sus vecinos de habitación en la sección de dormitorios, jugaban el baloncesto. Saltaban al parecer sobre el piso de maderas, rebotaban un balón en las paredes, todo para provocar a James y descubrir cuánto soporta de martirio. El balón disparado al mismo definía el impacto de un temblor con movimiento oscilatorio, capaz de echar el edificio abajo.
Por meses y meses, él vio cómo no fue bienvenido a ningún diálogo. Si se sentaba en una mesa en que estuviesen blancos, al segundo se levantaban a mudarse de asiento y su mesa quedaba vacía. Estaba olvidando lo que se llamaba sonreir y aquel don tan suyo de añadir a todo: Muchas gracias. Bendito sea usted. «Y pensar que Emmett perdió su vida por silbar, «qué niñas lindas», a mujeres de este tipo, elitistas, narcisistas, macabras, cómplices desvergonzadas de este síndrome de deshumanización y antipatía.
Por querer salir, con su diploma, cuanto antes, intensificaba su poder conscientivo y su memoria. Se graduó el 18 de agosto de 1963. Fue el resultado de meditar en una frase que le escuchó a Carmichael: «Un hombre que pierde la conciencia de pueblo pierde la conciencia de sí mismo». Por eso un día, saliendo del campus de Oxford Town, por un rato para quemar en un cigarro todas las penas, vio la escena más hermosa en años: «Los gorditos de su vecindario», esos manduletes que juegan en los parques llamándose «Bro» unos a los otros. Jóvenes negros de los que no han conocido aún las promesas decantadas y pomposamente publicitadas sobre la alta tecnología para el cuidado médico: son negros a los que nada se les cumplen. Ahora le han tratado de «Hermano», le han sonreído y cree que está en el paraíso. Alguien le dicho: «Bro, el cigarro mata» y después. «God bless you, bro!»
No todos son iguales entre los negros. Lo que iguala es el amor y la Doctrina de la Separación, dentro de la fantasmagórica igualdad, es la evidencia de que el amor está escaseando y vivimos en estado de emergencia. No todos son iguales entre los blancos. James ha ido a ver a un amigo nigeriano, vive fuera del campus, y le recuerda que los dos asesinos de Emmett fueron declarados inocentes y que deliberación de 67 minutos por parte del jurado fue una burla peor que la aecaecida con el Caso Scottsboro Boys en el decenio del ’30.
Y él que perjuró que hay que hacerse guerrero, todavía no se ha asomado al Movimiento donde los guerreros no tienen ningún ancestro ni se basan en el color de la piel, o la cabeza chata, o la nariz de simio. El amigo de la NAACP telefoneó. Quiere que vea a estos manifestantes de los parques de Oxford Town. Son inspiradores, le ha dicho. También ya abundan en Chicago, Nueva York, Boston y se les observa en las playas, librerías, cines, museos, restaurantes y otros espacios públicos. Hacen sit-ins. Silenciosos. Disciplinados. Bien vestidos. Cuando la Policía los arresta, hacen votos de jail-no-bail. No quieren que nadie las pague las fianzas y cumplen en la cárcel el tiempo del castigo. Defienden el Movimiento, o privan a éste del pago del gasto que implica que se merme sus fondos financieros por las fianzas.
«Por ahora hay que sufrir todos un poco».
5.
Le dijeron que No dos veces en 1961. Es joven y, por tal negativa, le duele el pecho como si fuera un negro cardiopatógico. Esta sociedad lo enferma. Está fuma que fuma. Se da cuenta de lo necio que fue él al irse al Army, donde se aseguraba que, tras su baja honorable, lo educarían para hacerlo un Guerrero Civil, ya no viendo mortandades. Le darían becas, le abrirían todas las puertas. Y él, se sustentó con esa promesa, entre 1950-1953. Unos se morían, él no. La oferta que se le hizo a 36,576 estadounidenses que murieron durante su servicio en la Guerra de Corea, fue la misma hecha a otros 17,670 que muerieron fuera del teatro de batallas.
Han sabido que James Meredith se va para Nigeria.
«Allá es donde debiste irte al nacer», le dijo uno al que creyó un hombre respetuoso, sin envidia, un profesor inspirado. Le ha entregado el diploma de la Licenciatura; pero James quiere más… «donde debíste irte al nacer». ¿Qué estupidez es ésa? Tiene deberes el que es libre y al Derecho de sus Libertades se atiene. Hay que tener un Día Uno aquí, antes de marcharse. Nigeria necesita un hombre libre; no que vaya el que ha nacido esclavo de nacimiento.
Las indias que parieron a sus ancestros se juntaron con esclavos y ya, cuando su generación fue negra, a este niño se le olvidaría su propia historia. Dijeron que se olvidó dell predicador Allen Wright, y de Joseph Dukes, que era el gran intérprete de los sueños e ideales de los Choctaw. Porque se fue a la Escuela, se educó hasta en el Colegio, ahora es digno de ingresar a esa escuela nigeriana…
James tiene suerte de que las tasas de sobrevivencia para infantes y niñajos hayan mejorado y que haya gente que haya creído en fundar un colegio para negros, así los que «ni entre ellos mismos son iguales están separados de los que lo son, ¿será eso?» Otros negros se han hecho adictos al tabaco, muchos más a la marihuana, adictos al azúcar, a la sal excesiva, a los óxidos nitrosos de las chimeneas y fábricas, a los humos del tráfico en la hora pico, y se cree mucho estrés por todo lo que se oye. Las promesas de la Tecnología Informativa es mera propaganda. «The mountain of corpses gets too high to be occluded by even the most refined techniques of the PR industry and the most lavish contributions to politicians».
Meredith quiere irse a Nigeria tan pronto salga con su diploma de marras. Alguien le escribió de la Universidfad de Ibadan en Nigeria. Ven por un grado de Leyes y el Movimiento lo espera. La semana siguiente, según lo había prometido, el 19 de junio de 1963, JFK presentó al Congreso el proyecto de Ley de Derechos Civiles. «Van a necesitarse muchos abogados: los guerreros desmentidores».
George Wallace, gobernador de Alabama, tampoco se ha salido con la suya. Obstruye ilegalmente la integración racial en la Universidad de Alabama y el Presidente John F. Kennedy envió suficientes fuerzas federales para retirar del camino al gobernador y permitir la inscripción de dos estudiantes negros. Esa misma tarde el mandatario se dirigió a la nación por TV y radio, con un discurso histórico sobre los derechos civiles. Al día siguiente, asesinaron a uno de los líderes. Medgar Evers en Mississippi. Y James Meredith está deshecho. Y ha escrito en unas cartas: «Aún no soy libre. Aún está insepulto el corazón de Emmett Till. Aún no puedo irme a Nigeria. Aún no es Día Uno de mi vida».
6.
Sin embargo, se fue. Y regresó y se matriculó en Columbia University. Y viendo que no cesaban las injusticias, un cinco de junio se lanzó a lo que llamar la Marcha Solitaria Contra el Miedo. Comenzó en Memphis y esperaba terminarla en Jackson, donde comenzó su deseo de ser libre en pleno siglo XX. Lo estuvo siguiendo uno de esos defensores de América y sus valores, su agenda de Separated, but Equal, viva el racismo, abajo Martin Luther King, Jr. y le dio tiro para que James sufriera en carne y hueso lo que Emmett, por si acaso no lo admiró lo suficiente… Fue en 1966 que pensaba en haber nacido en una tierra de asesinos y cobardes, negros gorditos, vacilones, cingadores, apáticos y viciosos, demasiado obesos para escapar de una lluvia de balazos o comarchar con anglos de la izquierda, que son los que sacan bandera militante.
Están cantando una canción de J. B Lenoir. Shot on James Meredith. Es la segunda canción que le han dedicado a las causas de un hombre educado, inspiración para los combativos.
Martin Luther King, Stokely Carmichael y Floyd McKissick han decidido un proyecto conjunto. El primero que se observara entre blancos y negros. Van continuar la marcha que James dejara interrumpida por causa del asesino «de paga» del gobierno. O el cobarde que, a escondidas, le echó par de balazos. Los manifestante irán de Memphis, Tennessee a Jackson, Mississippi, como lo había pensado aquel ‘Pobre-Indio-Negro-A Son of a bitch’, al final de cuentas.
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