¿Tendrán los materialistas razones objetivas para suponer que la materia es algo tan fiable como para edificar una civilización en su nombre? Parece lógico pensar que para que una civilización que tenga porvenir precisa basarse en conocimientos fiables. Hoy vivimos civilizaciones basadas en la materia y en una concepción materialista de la existencia. Por tanto la pregunta serÃa: ¿son fiables los componentes de esto que llámanos materia? Pues si son fiables, es decir suficientemente estables y permanentes, tal vez habrÃa que contestar que sÃ, que la tal materia es un cimiento firme para edificar nuestra vida y nuestra civilización. De lo contrario, habremos hecho de ella un mito. Veamos. Por qué la materia no es de fiar. Los átomos que constituyen la materia son más o menos sutiles. Por ejemplo, el fotón es más sutil que el átomo de un guijarro. Eso parece indiscutible. Pero ¿qué es lo que hace más o menos sutiles a los átomos? La vibración energética que determina su mayor o menor “consistenciaâ€, la velocidad de sus componentes. Por ejemplo, del movimiento de sus electrones en sus diferentes órbitas en torno al núcleo. Los electrones de un guijarro se mueven a menor velocidad, por ejemplo, que un fotón de luz. De modo que el grado de materialidad de lo existente no responde más que a su nivel vibratorio energético. La materia no es entonces más que energÃa con diferente nivel de concreción: energÃa degradada en mayor o menor medida, y eso determina su apariencia. Los átomos de la sustancia gruesa se mueven más despacio y eso determina que exista como tal. Los átomos de luz, los fotones, se mueven mucho más rápidos y eso determina la naturaleza de la luz, y sus diversas frecuencias vibratorias determinan  a su vez los colores del espectro partiendo de la luz blanca original.
Si consideramos que aquello que tiene capacidad de permanecer por encima de los cambios es lo real y fiable y llamamos irreal y poco fiable para operar con ello a lo que no cumple esta condición, la materia no es real ni fiable, pues está sujeta a innumerables cambios y variaciones. Su inestabilidad responde a los movimientos de la energÃa que la informa. Y como la energÃa que la informa, en última instancia es cósmica y de naturaleza espiritual pura,al ser energÃa, los movimientos y ciclos de la materia corresponden a los ciclos y movimientos cósmicos; están relacionados profundamente con ellos. A niveles personales, nuestra energÃa responde a las mismas pautas, aunque no existe determinismo debido a que poseemos el libre albedrÃo. Sin embargo, sà existe predisposición, inclinación en la dirección correspondiente a nuestro estado evolutivo. Y desde luego, existe la capacidad de transformar nuestra energÃa para elevar la vibración de nuestro cuerpo y de nuestra alma, que es energÃa vital y sostén de nuestra existencia material.Esto explicarÃa ,entre otras cosas, los fundamentos de la ciencia astrológica y la verdadera alquimia – que es transformación interna- tan despreciadas por el materialismo.Pero sin necesidad de recurrrir a estos conocimientos antiguos, la fÃsica cuántica trata de establecer estas relaciones, asà como la medicina psicosomática,la psicologÃa transpersonal, y otras ramas de la Ciencia evolucionada, sin mencionar los efectos positivos de ciertas prácticas espirituales y ejercicios fÃsicos orientados a la armomización de  la energÃa personal con la cósmica o divina.
Los ciclos cósmicos son eras. Ahora estamos entrando en la Era de Acuario. Esta es una Era de espiritualidad, de paz, de armonÃa, que cadavez se va haciendo más patente en grupos de crecviente número en todo el mundo, pero como humanidad  tenemos pendientes muchos asuntos sin resolver durante miles de años; muchos actos contra las leyes cósmicas que hemos grabado en la atmósfera magnética de nuestra planeta y a la vez en nuestras almas. Estas siembras se cosechan un dÃa, y ese dÃa está llegando poco a poco en forma de todo tipo de catástrofes y desastres sociales y personales, donde cada uno cosecha lo que sembró, y muchos encuentran la muerte fÃsica de un modo dramático, tan dramático como lo fuera su siembra en esta vida o en alguna vida pasada.
De nuevo es preciso insistir en la idea de que somos energÃa, y como energÃa somos eternos y eternamente conscientes.Como energÃa-vida  autoconsciente trascendemos el tiempo y el espacio, nacemos, morimos fÃsicamente y renacemos, pues ninguna energÃa se pierde, como sabemos por la Ciencia. Por tanto,  lo que llamamos materia no se pierde, sino que como energÃa densificada está  sujeta siempre a un proceso de transformación evolutiva que poco a poco le conducirá a formaciones atómicas sutiles que aunque tenga formas propias habrá perdido ya su condición de materia densa. Tal es por ejemplo, el destino del cosmos material con todos sus planetas, y estrellas, finalmente «regresados» a formaciones de energÃa pura, como vemos que sucede con el ciclo vital de las estrellas.
FÃsica cuántica y espiritualidad: un encuentro inesperado.
A través del trabajo de los fÃsicos cuánticos se ha desmenuzado la materia: partÃculas, moléculas, átomos, partÃculas subatómicas muy diversas…Todas ellas impulsadas por energÃa invisible que actúa más allá de los “cuantos†(“paquetes†mÃnimos visibles de energÃa cósmica que dan nombre, precisamente, a la FÃsica Cuántica) descubiertos por Planck procedente en última instancia del –para un cientÃfico- incierto mundo del más allá cósmico. Sin embargo, oh sorpresa, obedecen a reglas precisas, como si cada partÃcula Ãnfima llevase grabado un misterioso e inaccesible programa que le induce a interactuar en el enorme cosmos. Un programa subcuántico, tan invisible y todavÃa no reconocido pero necesariamente existente como fuente de alimentación de los “cuantosâ€, que sirven de engarce entre el mundo material y el espiritual. De no ser asà serÃa imposible que la energÃa del cosmos en general, penetrara en nosotros. Gracias, pues, a esta energÃa subcuántica que los alimenta, los cuantos –que contienen una parte de energÃa subcuántica, que es energÃa espiritual pura, y otra parte de energÃa más condensada- pueden actuar a modo de elemento de nexo entre lo extremadamente sutil y el átomo material y hacen llegar a los átomos la energÃa cósmica divina. Y debido al trayecto EspÃritu Universal(Dios)-subcuantos-cuantos, la energÃa cósmica puede llegar a los átomos.
En nuestro caso, como seres humanos, llega asà a nuestras células y órganos compuestos por átomos en definitiva. SÃ, pero ¿En qué medida? En la medida que estos se hallen libres de interferencias tanto materiales (sustancias tóxicas, p. Ej.), como sutiles, (pensamientos o sensaciones negativas p. Ej.) que pueden bloquear con su carga energética contraria a las leyes de la energÃa cósmica -la que procede de los subcuantos- el acceso de esta energÃa divina a los átomos, células corporales y órganos de nuestro cuerpo fÃsico. En el caso de minerales, plantas y en el mundo animal es mucho más fácil ese acceso, debido a que,- a no ser que hayamos envenenado su hábitat,- no existen interferencias fÃsicas ni elementos sÃquicos contrarios a las leyes espirituales. Por tanto, las plantas y los animales reciben con más facilidad la energÃa cósmica, y esa es la razón por la que enferman menos. Los animales, al ser seres puros, cuya alma colectiva no se haya cargada son especialmente receptivos a la energÃa divina y viven en armonÃa con ella. No puede decirse lo mismo de los humanos, que enfermamos por no estar en las condiciones adecuadas para recibir la energÃa cósmica al tener elementos que la bloquean. Asà que las enfermedades no son castigos divinos ni producto del azar. Son nuestra cosecha.
Una visión espiritual cristiana originaria.
Un mÃstico o un creyente practicante, sabe y experimenta que esa fuente de energÃa incesante que mantiene en pie ordenadamente al Universo en todos sus ámbitos, desde la mayor de las galaxias a un simple fotón, esa gigantesca fuerza inimaginable, pero omnipresente, es Dios.
En Dios se hallan presente las virtudes y cualidades que definen la energÃa espiritual de los cuantos: orden, voluntad, sabidurÃa, seriedad, paciencia, amor y misericordia.
Cada uno de nosotros nació con alguna de esas cualidades más desarrolladas y sus virtudes especÃficas, cuya presencia en nuestra alma son fuerzas que debemos hacernos consciente y utilizar para servir a Dios, fuente primaria  de nuestra energÃa. Esta conexión cósmica nos ayudará a fortalecer nuestra alma y nuestro cuerpo, y es la puerta de entrada preferente para nuestra vida en la Tierra y en el Más Allá. (Por tanto se hace imprescindible el proceso mÃstico de encarnar al Ser, de Cristificarse).
La contradicción cientÃfica de la ciencia materialista ante la verdad.
Aunque no a todos, de lo contrario no habrÃa avanzado la ciencia, a la mayor parte de los cientÃficos parece que esto no les interesa y que el nombre de Dios no les gusta, como tampoco esa idea de orden profundo e inmutable cuya energÃa alimenta a los cuantos. Creen estar más allá del bien y del mal, y los que afirman no creer en Dios, ellos mismos quieren serlo yde ahà sus experimentos en esa dirección, pero prefieren, -curiosamente para ser cientÃficos,- quedarse asombrados con el misterio que nutre a los átomos antes que aventurarse en investigar su naturaleza por otros medios. Los que se aferran al materialismo y experimentan para ver si consiguen la inmortalidad humana en la Tierra, no quieren saber nada sobre Dios ni espiritualidad y prefieren llamar Azar a leyes que ignoran. Asà que ahà tenemos a tantos cientÃficos actuando justo como contrarios al método que proclaman: contra la evidencia y desde la creencia, la suya, de que es posible construir una materia inmortal. Tal contradicción les impide aceptar la idea de Un Manantial creador de energÃa inacabable y múltiple y les ciega a la posibilidad de intuir la existencia de otros mundos diferentes al mundo material donde esa misma energÃa pudiera manifestarse de otros modos. Confieren al azar el papel que los antiguos griegos y romanos daban a sus dioses: caprichoso o fiel, dadivoso o tacaño, bondadoso o malvado. En definitiva, a favor a favor o en contra de uno por sus inescrutables designios. Creen en un destino ciego que les castiga o les premia, lo cual, por cierto, no tiene nada de cientÃfico.
Y en este error de apreciación se basan los que dirigen el mundo materialista que nos ha tocado vivir y aquellos que participan de sus esquemas de pensamiento, independientemente de sus rechazos o afinidades polÃticas. Y en esta profunda ignorancia y sobre ella se ha construido este mundo en el que todos hemos puesto algo de nuestra parte y al que le ha llegado la hora de ser revisado. Al mismo tiempo puede ser un un buen momento para tratar de averiguar la parte que cada uno ha puesto para hacerlo posible, y tratar de cambiar en nuestra vida lo que pensemos que es correcto cambiar para hacer de este planeta y de nuestra existencia algo hermoso.