¿Por qué la obsesión, durante el día de la visita de la Honorable Fideicomisaria de la Junta Escolar a la escuela, con el canto a la gratitud incondicional? Machacar el tema de que la comunidad inmigrante, mexicanos o centroamericanos, por igual, han de reciprocar al Gobierno, con lealtad acrítica, con un doblar las rodillas, sin preguntar cómo, o por qué? Dijo que el Gobierno / País anfitrión / «América la Bella» / da las escuelas para que estudien. ¿Se preguntará a qué precio? «Escuelas que le cuestan a los contribuyentes, al país que los acoge».
«Muy bien, Rosie… pero, yo conozco, a quienes no quieren que haya escuela. Conozco a los que dijeron a los hijos de los inmigrantes, la escuela no es para ustedes ni los servicios médicos ni queremos emplear ilegales? Los promotores de la Prop 187 no han querido estas cosas, ni ayer con Pete Wilson, ni siglos antes», comentaba un maestro a Gustavo, recordando el discurso de la Fideicomisaria de la JP. Es un maestro de historia con quien le gusta conversar. Dijo que Rosie en el campus y en la Junta Escolar le recuerda lo que se desprende de la temprana historia de California: Que una vez, «y dos son tres», hubo casi un cuarto de millón de indígenas nativos y, según fueron arribando los mineros y los primeros colonos anglo-europeos, redujeron esa población a 20,000 a pura crueldad y matanzas y, cuando se inició la educación del indígena, prosiguieron la tarea de los jesuitas en las Misiones.
«Los jesuitas prácticamente encarcelaban a los jovencitos. Los fanatizaban y le impartían, con adoctrinación, los valores cristianos, no indígenas; darles la educación no fue gratis. Tenían que hacer trabajos manuales. Trabajo forzado. Los niños eran separados de sus familias por soldados y, en muchas ocasiones, no volvían a ver a sus familias hasta ser adultos. ‘And this was after their value systems and knowledge had been supplanted with colonial thinking, Gustavo’. Con el tipo de ‘asimílate primero’, ‘ English First, Obedience & Gratitude First, that lady came here to renact the same shit».
«Pienso igual», respondió Gustavo.
«Uno de los fundamentos de la pedagogía del interno colonialismo y de la absorción imperialista que se practica con los inmigrantes y las minorías es reemplazar los liderazgos tradicionales de estas pobres gentes que llamamos minorías con la influencia de ‘ indoctrinated graduates of white schools’. A eso responde una mujer como la invitada, la fideicomisaria, y quien viene a fin de acelerar el cumplimiento de la mala pedagogía que servirá a los objetivos que se quieren… que tu gente latina siga siendo sumisa, pobre, satisfecha con migajas, sin liderazgo comprometido, rezando ‘Gracias, gracias’ en las esquinas…»
«Es verdad», asiente.
A lo que el colega anglosajón, agrega: «Yo desconfío de esos Latino Leaders. Con diez de ellos no se hace uno. No sé qué piensas tú, Gustavo; pero esa fideicomisaria es peor que Nativo al que sacaron de la Junta de Educación, porque, por lo menos, él decía sus verdades, veía un panorama político con cierta claridad… Hay quien dice que era un pillo, ambicioso y tramposo… y, claro está, ésa es la historia que se repite en California… Un día se descubrió el oro, por los años de 1848, y comenzó una migración blanca y el grueso de toda esa gente que vino al Oeste, eran ladrones, despojadores, sólo que gÁ¼eros… El Viejo Oeste de las películas, el pistolerismo, la explotación del indio y el chino, es real… Lo que sucede hoy es que las minas de oro se han convertido en las minas de la explotación del inmigrante y, largo tiempo, las minas de explotación del mexicano que se convirtió en ciudadano de tercera o cuarta clase, al
hacerse con malentendida gratitud el que hace el trabajo que el gÁ¼ero no quiere, trabajo agotador, de riesgo y mal remunerado… y llegamos al siglo XX».
«Y todavía no desparece el problema», acota Gustavo.
« … porque no hay liderazgos honestos. Los políticos no entienden lo que es libre empresa ni responsabilidad con la democracia social. Todo el mundo quiere ser rico, aunque sea reventando al pobre del mismo modo que los mineros hacían con el chino y el indígena. Por la ambición de tierras, de oro o de minas, ninguno se afilia a una regeneración de su prójimo, máxime si es un nativo pobre o gente de color. La historia de California y sus misiones es también la historia de los Presidios, custodiados por soldados, y misiones de San Diego a Monterey, para civilizar en ese sentido en que te dije que los anglo-europeos civilizan o educan a los aborígenes… Hoy no hay misiones, ni campos de concentración ni presidios, pero hay una cultura carcelaria y de rezago, en que los soldados son la Patrulla Fronteriza, alguaciles, agentes de Migración y políticos que observan al Latino y se antojan por repetir que es un criminal, tal vez por
indocumentado, o por racismo y el deseo al final es arrojarlo a una nueva jorndaa de ‘Trail of Tears’, como en 1838…»
Cuando Gustavo llegó a la escuela, vio que uno de sus alumnos lo esperaba.
«¡Ah, el niño de la casa en el barrio Logan! ¿Con quién te peleaste que vienes como el santo-cristo?»
«Con nadie», dijo.
El maestro sobreentendió que fue iniciado por alguna pandilla. «Yo te lo dije», dijo como indicándole el sadismo de la iniciación ritual y lo estúpido de su decisión. Darse a ser golpeado para probar lealtad y hombría. Le echó un rollo sobre el defecto que suelen tener los jóvenes por su inmadurez: la impaciencia. Y el chico le contó sobre lo que vivió la noche anterior.
Un vecino intervino, casi en la noche en que lo cogió in fraganti y aconsejó persuasivamente a uno de los alumnos en la clase de Gustavo. Pintarrajeaba una verja en un barrio y lo marcaba como su territorio. Recién lo iniciaron como gang member. En vez de llamar la policía, el vecino lo convenció de no hacerlo. Les dio varios por qués. Una patrulla de vigencia policíaca, «la placa», rondaba la calle. Lo atraparía. La gente de esta calle que marca, particularmente, con el graffiti, tiene una celosa Asociación de Vecinos. Toma fotos, desde sus casas escondidos tras las cortinas. Filma a los grafiteros y llama a la policía para que los arreste en el acto. Con sólo ver un incidente como éste, fichan mentalmente a los delincuentes.
«Este es un barrio especial. Y mírate… te llenaron en grupo de ‘catos’ y patadas. Ya pagaste tu iniciación, muchacho. No vengas entonces a patear moralmente a tu gente, a afear el barrio del que te dices custodio, si no lo eres», le habló como un adulto maduro a un niño inteligente y desorientado. Y él guardó su ‘spray’ de pintura y le dio las gracias por tan buen ‘pitaso’, por darle tiempo a huir y arrepentirse.
En fin que, a la siguiente mañana, pensó que tenía algo muy importante que contar a Gustavo, su maestro, quien es el único que le trata bien, dándoles los buenos días, siempre animándolo por cumplir las tareas escolares. El es amable y este niño, en sus cursos, se siente apreciado. No es lo común. Cuando le dicen ‘cholo’, ‘morenito’, siente que le morderían el alma con desprecio. Desde que murió madre y se sintió deprimido, cuando más estorbo se sintiera, ya que es huérfano de padre y madre, Gustavo entró a su vida. «No te descarriles porque no tengas familia. Perder a los padres es duro. Da gracias porque, al menos, vives bajo el techo de tus tíos. Cuando se es un chico bueno, nunca se está solo».
Y él, sin embargo, informa que lo está. «Ni sus tíos son buenos». No han de serlo si le sacan en cara que lo alimentan, que le compran la ropa, con que va a la escuela, a él y a su hermana más chica y lo tratan como a un pordiosero. Los tíos se han robado todo lo que había en la vieja casa, humilde hogar de su madre. Comenzaron con la lavadora, el televisor, y ya no quedan ni las vajillas. «Estoy solo, Gustavo, solo y sin nada». Ellos son los que rentan una sección trasera, el garaje de la casa de su madre y se quedan con el dinero y es mentira: «Cuando van a reparar, a dar mantenimiento a la parte desocupada es que roban, lo rebuscan todo». De él, con desconfianza, sus guardinaes imaginan que si tuviera autoridad de ocupar la casa, de pagar sus impuestos o disponer a ella, como menor de edad que es, no haría buen uso. Llevaría chamacas, o amigos para borracheras, o drogas. Y él no fue instruído así, hizo esa promesa a su madre; pero,
los años pasan y le crece la malicia. No hay que ser tan maduro pata darse cuenta que lo explotan. Quieren lo suyo y no lo quiere, con tan desinteresado amor como dicen. Se ha ido acumulando esta ira y, por fin, la palomilla lo tienta. Lo malaconseja. Lo califican de pendejo y mantenido, innecesariamente.
«Mis madre me dejó una casa. Antes de que mi padre muriera, ya estaba pagada; pero los tíos me dicen que no es mía. Se lo roban todo».
«Es tuya y de tu hermanita. No olvides; pero eres menor de edad y ellas son tus guardianes. Ten paciencia».
Ciertamente, con Gustavo se puede hablar sobre la propiedad y cómo es la ley y, por eso, al día siguiente, cuando él le pregunte, ¿por qué llegaste lleno de moretones? ¿Te descarrilaste?», él se abrirá. Quizás le pregunte si leyó su composición, «Por amor a mi cantón». Es cierto. ¿Observaría que no dije por ‘amor a la pandilla’, sólo porque se peló la cabeza? Se rapó completamente; pero, él no que se ha metido a ‘cholo’ para ser un pandillero, beber licor, o cometer robos. «¿Has visto lo que escribí?» Amor al cantón, a la casita en que creció, junto a su madre y hermanita; pero «ella murió y nos dejó solos, solo me siento. Solo».
La plática fue interrumpida al ir llenándose el aula de los estudiantes y, aunque Gustavo, le dijo que seguirían la plática después, quizás a la hora del almuerzo, lo observó distraído, absorto en sus pensamientos, durante toda la clase y, como profesor se preguntaba: «¿En qué estará pensado si ya entrar a la pandilla es un gran riesgo?» A veces le descubría el asomo de una sonrisa, casi maliciosa.
Mas, en realidad, el niño investigaba internamente, cómo lo juzgará Gustavo ahora que sabe que es un cholo en pandilla. Siempre le han dicho El Cholo, estara o no afiliado a una pandilla. El tío le dice: «Pareces cholo». Cuando su madre vivía, no se lo dijo. Era un niño tierno. Morenito y tierno. Ahora ya no se lo parece a nadie. Quizás a Gustavo, porque su profesor es medio… poeta. Es artista. Toca la guitarra y El Cholo recuerda cómo manejó la actitud insolente y desafiante de La Shakira y lo reconcilió con todo el grupo. Dejó a La Shakira, a lágrima viva y le fue explicando, casi sin decirlo directamente, que su problema es que debe o dejar la jotería, o asumirla. El fue uno de los que se emocionó cuando Gustavo explicaba lo que significa ser ‘faggot’ o ‘fag’ y, si La Shakira, no fuese puto o tan amanerado, le gustaría leer lo que escribió en su Journal y compararlo con la interpretación que el maestro Gustavo hizo de las
canciones de Shakira, la cantante de ‘Magia’, ‘Fijación Oral’ y ‘Servicio de Lavandería’.
Ese día que Gustavo improvisó una reflexión sobre el por qué a los niños les gusta oír música y se vuelven esclavos del IPOD, bajando canciones, y el por qué, entre las necesidades de crecer, los adolescente acuden a lo rítmico, a una sed lírica, o se van apegando a slogan, frases cliché, rituales, a veces a peligros convencionalismo y estereotipos, El Cholo aprendió mucho. Por eso es que está tan absorto, anhelando e imaginando lo que Gustavo dirá, a medida que medite y lo comente, lo que dijo en su Journal / «por amor al cantón». Ojalá, piensa él, que Gustavo sepa qué es un ‘cholo’, cómo se forjó esa palabra, esa etiqueta, que lo sepa con tantos detalles como supo lo que faggot significa… que ahora, así como ha visto que no trajo consigo nada que transgreda el Dress Code Policy, acaso sólo la cabeza rapada, asociada a ‘gang related styles’, acceda a este deseo que siente por conocer sobre las inquietudes que siente por la
vecindad de Logan. El vecino le dijo que es uno de los barrios antiquísimos, una zona territorial del honor de los mexicanos / californios / que allí se radicaron antes que Uncle Spurgeon comprara tierras a los rancheros californios para fundar la Ciudad / antigua Santa Ana.
Por de pronto, por una actividad que propone el profesor de Historia, al terminar la clase, Gustavo le dijo al verlo salir:
«Todo el tiempo estuvíste distraído. ¿Quieres que nos veamos a la hora de almuerzo, o me dejarás plantado».
Aseguró que sí lo esperaría en la cafetería y Gustavo no supo cuánto lo incentivó lo que le dijo: «Por si acaso me fallas, o no nos vemos, por la razón que sea, lo que me contaste que te dijo el vecino sobre los barrios antiguos de Santa es el tema de un programa especial que en esta escuela se prepara. Van a invitar a una Peralta, familia antigua de una cepa santanera. Para esa ocasión se permitiría que vengan padres y vecinos; se reunirá a todos a los mejores estudiantes de CHS y de la SAHS, grupos de honor y los que no son de honor, se invitan como alumnos especiales, por el mero hecho de que son latinos… Será un día especial, me gustaría que extiendas esa invitación al vecino, tu vecino de Logan, quien no te echó la Chota cuando querías pintar un graffiti en su calle…»
El Cholo estaba contento. Le encanta la idea de que le hablen de los barrios en la época de los californios.
Originalmente, se dispuso que se hablara sobre las aportaciones culturales de la diversidad. «There is a sort of Hispánic Thing in Santa Ana». En la Ciudad Más Pobre, no se suele apreciar este tema como es debido. Casi todos los políticos, activistas y adminstradores demócratas, lo lamentan de este modo: «Republicans hate Latinos». Y los mismos alumnos de la prepa, que son mucho más perspicaces que esos invitados de ocasión, dicen: «Mexicans are invisible; a real Mexican did not seems to exist anymore». Y cuando los cholos de la escuela vociferan este resentimiento es claro que demócratas y republicanos están incluídos. Ambos grupos, o partidos, odian a los latinos, aunque ambos dicen quererlo. «Siempre hablan sobre lo que a ellos les place. Nunca de lo que queremos nosotros. O necesitamos».
La fideicomisaria Rosie, republicana, tenía que referirse a lo que exigía el programa convenido para el Auditorio de la Century H. S.: la valía de la diversidad. Fue por lo que autorizaron que fuese parte del programa, según le dijo el profesor de historia que propuso el evento. «Es que la Ciudad cumple años», dijo.
En la Ciudad Más Pobre, decir valía de la diversidad es connotar a la mexicanada; pero, según Rosie lo visualizara, el mexicano no trajo valía. Lo ha dicho, claramente, con mensajes que viene dando dondequiera que va, como imponiéndose. Es una intrusa, pero están en el poder de la JE.
Se rememora cuando dijo que los inmigrantes mexicanos han traído el 28% de la tasa de pobreza que diezma a la Ciudad. El día que, por fin, se unió al programa, se le dio una queja. Unos truhanes, seguramente alumnos del mismo plantel, entraron en la noche anterior y vandalizaron un salón de clases. Robaron material y equipo de la escuela. Se llevaron dos televisores, al menos, tres computadoras, diskettes y programas. Los malnacidos sabían lo que hacían. Lo que querían llevarse y donde exactamente estaba.
Por esta razón, el odio republicano de Rosie, ni siquiera pudo consolar el odio demócrata de los administradores de Century H. S.. Una comunidad que en el Condado Más Rico vandaliza a más de 59,000 propiedades, es decir, tiendas y restaurantes, edificios públicos e inglesias, es seguramente mexicana.
«¡Qué suerte! pese a tantos delitos contra la propiedad, este ataque contra la escuela no es uno entre los 7,919 crímenes violentos de este año». Anaheim y Santa Ana siempre salen a relucir, como sedes de la Gran Violencia. El número de niños integrados como miembros a las pandillas en el Condado de Orange aumentó casi en un 50%. Y demócratas y republicanos arguyen, al tener a los jóvenes y adolescentes como auditorio: «Ustedes son los malagradecidos. Ustedes trajeron el 28% de la tasa de miseria infantil que desluce esta escuela en la comunidad. Anoche mismo robaron. En la mañana, cuando queremos hablar sobre los riquezas culturales que puedan darse asociadas a la diversidad étnico-cultural, el periódico más importante del Condado Más Rico nos saluda con un informe detallado de que las Ciudades Más Pobres se cometen 59,000 crímenes contra la propiedad y casi 8.000 actos felonicos contra las personas… y, ¿quién es el autor?
¿Quién el culpable, Comunidad?»
Rosie dejó la pregunta en el aire; pero, junto al selecto grupo de personalidades que se invitaran para el acto, muchas de las cuales serían los comerciantes y funcionarios gubernamentales, los funcionarios educativos coincidían afirmativamente en la respuesta. Los autores y culpables «somos nosotros», la comunidad latina.
Aquí están los comerciantes cómplices, porque, en cada esquina, en todas las arterias comerciales de las Calles Broadway y Cuarta, al sur de la Calle Main, de Este a Oeste, estamos con agencias de viajes para que los mexicanos y centroamericanos vengan, vayan, lleven y traigan, como juanes por su casa. Que compren sus boletos aéreos, que salten desde Tijuana a Guadalajara, de Michoacán a Chiapas. Les tenemos todo aquí: «Muden a México al Condado de Orange». La Ciudad Más Pobre del Condado ha de ser también su capital, sede adminstrativa de gobierno.
Y la cuestión es que ya ganaron la presencia política. ¿Querían Alcalde latino? Ya lo tienen. ¿Cabildo de sólo Latinos? ¿Congresista latina? Ya los tienen… Todo lo que la mexicanada ha querido tener en la Ciudad Más Pobre lo tiene.
Demócratas y republicanos se quejan de la misma cosa: «¡Pero falta sentido de vergÁ¼enza! Una historia de gratitud con el gringo que, si bien no les abrió la puerta, después que están aquí, legal o ilegalmente, les dio sus escuelas, sus permisos para que pongan mercados o agencias de viajes, o les licencia el tráfico para sus carritos de frutas o paletas. ¡Les asigna los campos de fútbol para que diviertan sus mañanas y tardes en sanos deportes, combinadas con six-packs de cervezas! Les autoriza que hagan sus festejos del Cinco de Mayo o cualquier embeleco cultural que les guste. «Y no son agradecidos. Vienen en la noche. Se hurtan los computadoras y dejan un graffitti en la pared: MS 13 rifa».
¿Por qué, si había un programa específico preplanificado en beneficio del auditorio, que quiso oír otra cosas, defraudan a la niñez y la encierren para escuchar toda esa mierda de la cual ellos no tienen la culpa? Con razón Gustavo se sintió frustrado y el organizado gÁ¼ero, maestro de historia, se quema en hiel. Echa sus fieros contra el Liderazgo Latino y lo compara con las fieras que fundaron las Misiones o los anglo-europeos del Este que llenaron, por la codicia del oro, de explotación a California y crearon las pedagogía de exclusión.
«Gustavo, son como fascistas y nazis, y me recuerdan a Goebels, el encargado de la propaganda nazi, cuando decía: ‘Al escuchar a alguien mencionar la palabra cultura, saco mi pistola’. Quedamos muy pocos entre quienes sabemos invertir esa predicado: ‘cuando oigo a alguien mencionar la palabra pistola, saco mi cultura’. Es una frase de Bertold Brecht».