Desconcertante a la vez que apasionante aproximación de Jean Hatzfeld a la polÃtica de reconciliación llevada a cabo en Ruanda tras el genocidio del pueblo hutu al pueblo tutsi durante la cruenta guerra civil que asoló el paÃs.
 Una aproximación que se aleja de los grandes discursos retóricos y acude a las personas que sufrieron o provocaron las matanzas y que ahora asisten estupefactos al nuevo paradigma social en el que tienen que desarrollar su vida.
 Una vida que une en los mismos pueblos a vÃctimas y verdugos, pared con pared, cruzándose por la calle todos los dÃas, y pone a prueba la capacidad de perdón y de olvido de todos aquellos que asistieron a la barbarie. Pero “es la pérdida lo que impide olvidarâ€, reconoce una de las vÃctimas cuando ve que los asesinos hutus regresan a familias Ãntegras mientras la suya se desintegró a golpe de machete.
 Ello provoca una reconsideración acertada del concepto de reconciliación hacia la cohabitación sin más, sin olvido, sin perdón, unos no lo piden, otros no lo conceden, pero todos intentan mantener un mÃnimo de dignidad para sacar adelante la vida, una vida que traicionó a los habitantes de Ruanda.
 Jean Hatzfeld juega en el alambre ético y moral, pero se aleja siempre de tomar partido dejando que sean las personas que entrevista las que den su punto de vista para que el lector pueda obtener sus propias conclusiones, las cuáles entrechocan con las ideas preconcebidas sobre la vida, la muerte, y la convivencia social.
 Hay vÃctimas y verdugos, todos sabemos quiénes son, pero la vida sigue y mirar atrás sólo hace que no se pueda avanzar, parece ser la idea que subyace en el imaginario colectivo del pueblo ruandés, que ha decidido mantener las heridas abiertas mientras sigue haciendo camino, en lugar de lamerlas cayendo en su propia autocompasión.
 En definitiva, “La estrategia de los antÃlopes†es un libro que se aferra a lo más profundo de tus entrañas y te las retuerce hasta que tu intelecto comprende que más allá de la vida o la muerte, más allá de las vÃctimas y los verdugos, más allá de todo sólo encuentras la duda razonable.