Cinco años después de los atentados de Londres y del impacto causado por el miedo al terrorismo islamista, llega a nuestras pantallas la película “London River” del director Rachid Bouchareb. Más que una simple representación de los hechos, la película reconstruye la confusión y el terror de esos días a través del sufrimiento de los familiares afectados y explaya, de esta manera, el rechazo que el terrorismo suscita en todos aquellos que lo han vivido.
Entre la confusión y la incomprensión
El 7 de Julio del año 2005 es el día en que la vida tranquila de la capital inglesa dejó de serlo por culpa de una serie de estallidos que, más adelante, serían relacionados con el integrismo islamista. La noticia sacudió a toda la población, paralizó los transportes de la capital y provocó la aparición de mensajes de dolor en todos los rincones del país. En la película “London river”, los padres de dos hijos desaparecidos se encuentran ante ese panorama estremecedor y, ante la falta de respuestas, tratan de conciliar sus esfuerzos. La confusión es total. Los canales de televisión emiten las mismas imágenes una y otra vez y la policía, desbordada, aconseja mantener la calma. La única forma de encontrar una respuesta a la eventualidad de la muerte es contactar a los hospitales, uno a uno, y averiguar si los desaparecidos se encuentran allí. Con todo esto, la angustia se aviva y los carteles de “Desaparecidos” pululan por toda la urbe londinense.
A toda esta confusión se añade la reacción racista de unas autoridades desesperadas. De un día para otro, todo el colectivo musulmán pasa a ser el centro de atención de los medios de comunicación. Los interrogatorios se improvisan, se suceden sin tregua y provocan un grave clima de desconfianza. La pregunta “¿Es usted musulmán?” suena siempre como a acusación y la reacción de quienes se ven envueltos en estos interrogatorios siempre es tensa. También llama la atención la reacción hostil hacia la cultura árabe en general. En la película, una madre desolada se sorprende en plena investigación por el interés que demostraba su niña desaparecida en aprender el árabe. “¿Y por qué aprende el árabe? ¿Para qué sirve?”, clama ella.
El rechazo a la violencia y la dura noticia de la muerte
Si bien es verdad que ciertos personajes brillan por su ingenuidad, la película muestra una población inmigrante que sufre al igual que los autóctonos y que siente un profundo rechazo a los actos violentos. Así pues, destaca el comentario de un líder espiritual musulmán que invita a un padre desorientado a rezar el domingo en la mezquita. “Aquí no hacemos política, rezamos a Dios”, dice él para ahuyentar los temores de quienes creen que las mezquitas son lugares de reclutamiento y adoctrinamiento. También cabe subrayar la respuesta solidaria y dialogante de numerosos colectivos musulmanes ante los estigmas causados por los medios de comunicación. Evidentemente, los atentados no sólo generaron un rechazo al extranjero sino también un miedo al rechazo.
No obstante, el punto más conmovedor de la película es el anuncio de la muerte a los familiares afectados. En ese momento es cuando el impacto de la noticia se mezcla con otras noticias igual de dolorosas: la imposibilidad de reconocer los cuerpos y la ausencia de un entierro. El sentimiento de injusticia es más fuerte todavía puesto que al rechazo generado por unos actos incomprensibles se añade la imposibilidad de despedirse de quienes no tenían nada que ver con las motivaciones de los terroristas. El mensaje queda claro: el terrorismo perjudica a todos y siembra el mal de la incomprensión y la intolerancia.