Sociopolítica

15-M: ¡La lucha debe continuar!

El 15-M tras el 20-N

El resultado de las pasadas elecciones del 20 de noviembre en España demuestra que el movimiento 15-M tiene aún mucho trabajo por hacer.

 

Antes de nada quisiera recordar, una vez más, que yo sólo hablo en mi nombre.

Como siempre ocurre con todas las elecciones, el resultado es interpretado de distintas maneras. No cabe duda que gracias a la actual ley electoral un partido que no ha obtenido la mayoría absoluta de los votos emitidos, sin embargo, sí la tendrá en el parlamento. Gracias a dicha ley algunos partidos políticos están sobrerrepresentados en las instituciones mientras que otros están, por el contrario, subrepresentados. Esto quiere decir que la democracia “representativa” es poco representativa puesto que los votos emitidos por los ciudadanos no son representados fielmente en las instituciones. En nuestra actual “democracia” no todos los votos valen igual. La actual ley electoral atenta contra el principio básico de toda democracia “una persona, un voto”. Quienes abogamos por una democracia real no podemos dejar pasar la ocasión de recordar, cuantas veces sean necesarias, que sin la igualdad de voto, entre otras muchas igualdades, y entre otras muchas cosas, la democracia está tocada de muerte. Estas pasadas elecciones han demostrado que nuestra actual “democracia” tiene serios déficits, siendo uno de ellos, uno de los más llamativos, la ley electoral, diseñada especialmente para fomentar el bipartidismo. No cabe duda que uno de los objetivos inmediatos del movimiento de indignación ciudadana debe ser un cambio en la ley electoral. Uno de los objetivos más inmediatos, pero desde luego no el único.

Si queremos evitar caer en los extremos del pesimismo y del optimismo, si deseamos ser realistas, debemos intentar ceñirnos a los hechos objetivos. Los hechos objetivos son: 1) mucha gente (la mayoría de los ciudadanos con derecho a voto) sigue votando a los partidos del bipartidismo (PP y PSOE) y sus cómplices (CiU y PNV sobre todo); 2) El PSOE ha perdido unos cuantos millones de votos mientras que el PP ha ganado poco más de medio millón; 3) La abstención, el voto nulo y el voto en blanco han aumentado, aunque sin llegar a proporciones llamativas; 4) Ciertas formaciones políticas minoritarias han visto aumentar notablemente el número de votos recibidos pero sin suponer todavía una seria competencia para los grandes partidos. La conclusión lógica que podemos sacar a la vista de los resultados es que el bipartidismo se ha visto ligeramente debilitado, pero sobre todo por el descalabro del partido socialista, cuyos votos perdidos se han dispersado entre diversas opciones. Los resultados de estas últimas elecciones suponen ciertos cambios, pero insuficientes, como era de esperar.

Quienes apostamos por cambios sistémicos profundos no podemos estar satisfechos con los resultados electorales. Mucha gente, demasiada, sigue realimentando a la partitocracia bipartidista. Pero también es cierto que se empieza a notar ya ciertos cambios de tendencia en el electorado. Empieza a apreciarse cierto repunte de ciertos partidos minoritarios, así como del voto (o no voto) denuncia. En este sentido, el bipartidismo parece empezar a ser cuestionado por una parte del electorado. El tiempo dirá si esto es sólo debido al castigo sufrido por el partido de Zapatero o si, por el contrario, o además, se debe a cierto hastío con respecto al bipartidismo. Muy aventurado es decir que el bipartidismo se ha empezado a resquebrajar por la influencia del movimiento 15-M. En cualquier caso, lo que es claro es que el partido de la derecha oficial gobernará con una cómoda mayoría absoluta. Es cierto que con una ley electoral justa, realmente democrática, dicho partido no podría gobernar tan cómodamente, pero lo que las urnas han dicho claramente es que el pueblo español apoya sobre todo al Partido Popular y por detrás de él al otro partido del capital, al PSOE. Podemos hacer malabares con las cifras de los resultados para restar importancia a este hecho, pero la realidad es la realidad. Todavía muchos ciudadanos, la mayoría abrumadora de los que votan, siguen creyendo en los dos principales partidos del sistema actual. En este sentido, el régimen actual ha salido bien parado tras el veredicto popular. De hecho, a mi entender, ése era uno de los objetivos al adelantar las elecciones: restar fuerza al movimiento 15-M a través de las urnas, redirigir el creciente descontento popular, crear la sensación de que con un cambio de gobierno la situación se reconducirá, alejar, al menos de momento, la amenaza de cambios sistémicos (que son los que realmente se necesitan, que son los que realmente temen la oligarquía, el gobierno en la sombra, y sus títeres).

El 15-M hizo bien en no apostar por ninguna opción política. El tiempo juega en su contra. No se puede pretender que en pocos meses la ciudadanía se conciencie y cambie radicalmente su manera de votar. Sin embargo, yo creo que no puede evitarse tener cierta sensación de insatisfacción por cuanto aunque los indignados no se pronunciaron oficialmente por ninguna opción a la hora de votar, sin embargo, como mínimo, se apostó por el voto con conciencia crítica. El 15-M cuestiona sobre todo el bipartidismo. ¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera existido el movimiento surgido el pasado mayo? Esto es muy difícil de decir. Pero yo creo que, probablemente, los resultados de las elecciones hubieran sido bastante parecidos. ¿Cómo podemos pensar esto? Porque siempre que el PSOE ha sufrido cierto castigo, ha sido sobre todo a costa de aumentar la abstención, el voto denuncia o los votos de otras formaciones minoritarias, que es justo lo que ha pasado. En cualquier caso, de lo que no cabe duda, es que el Partido Popular ha logrado más votos (cerca de 11 millones de ciudadanos lo apoyaron), que el PSOE ha perdido muchos votos, pero que sigue teniendo el apoyo de casi 7 millones de ciudadanos, a pesar de la brutal crisis que padecemos y del desastroso gobierno que la ha “gestionado”. Yo pienso que el movimiento 15-M no puede dar la espalda a estos hechos. Á‰stos nos indican que los indignados debemos hacer mucho más para que los cambios que propugnamos puedan llevarse a cabo. No debemos estar hipotecados a las elecciones, pero tampoco debemos darle la espalda a esos momentos puntuales en que el pueblo habla, a pesar de todas las limitaciones, en las urnas. Esto implica forzosamente evitar toda autocomplacencia. ¡Queda mucho trabajo por hacer! No hemos hecho más que comenzar.

Sin embargo, tampoco debemos caer en el pesimismo, en el derrotismo. Como decía, no puede pretenderse que la gente cambie mucho de mentalidad en unos pocos meses. Los hechos objetivos son también que las encuestas siguen reflejando un apoyo mayoritario al movimiento 15-M por parte de la ciudadanía (aunque las encuestas siempre hay que tomarlas con mucha prudencia, las mejores “encuestas” son las votaciones), que en la movilización internacional del 15-O participaron en España muchos más ciudadanos que en los meses anteriores, que el movimiento de indignación sigue vivo, aunque debe revitalizarse. La participación de los ciudadanos en las movilizaciones de los indignados oscila, tan pronto se producen actos minoritarios como otros mucho más masivos. En unos pocos meses el movimiento 15-M ha logrado ya una gran repercusión mediática, incluso entre los partidos de la partitocracia ya nadie puede darle la espalda al movimiento de indignados, el cual se ha hecho también internacional. Incluso una de sus principales e inmediatas reivindicaciones políticas, la reforma de la ley electoral, ya ha entrado en la agenda política. Nunca antes hasta ahora se había hablado tanto de cambiar la injusta ley electoral. Otra cosa es que se logre cambiarla, pero por lo menos el debate sobre ella existe a una escala nunca antes vista. El 15-M, como mínimo, ha logrado, por lo menos ha contribuido a llamar la atención sobre algunos de los déficits más escandalosos de nuestra actual “democracia”. Sin embargo, lo que es evidente, como ya indiqué en Los peligros de la #SpanishRevolution, es que al movimiento de los indignados le acechan numerosos peligros, como el de la autocomplacencia, el de pensar que esto ya no hay quien lo pare. Quienes aspiramos a cambiar radicalmente el sistema no podemos hacer la vista gorda ante el hecho muy significativo de que muchos millones de ciudadanos, la mayoría, apoyan todavía a los principales partidos responsables de la escasa calidad de nuestra actual democracia. Esto significa que lo logrado hasta el momento, sin tampoco despreciarlo, aunque esperanzador, es claramente insuficiente, muy insatisfactorio.

¿Qué debemos hacer? ¿Por qué sigue habiendo tantos ciudadanos que realimentan al actual sistema? Es evidente que sigue siendo necesaria una intensa y continua labor de concienciación. Es imprescindible recuperar la conciencia de clase del proletariado. No podemos despreciar el hecho de que muchos trabajadores, de que muchos pensionistas, en suma, de que gran parte de las clases populares, apoyan a los partidos del capital, al PSOE y al PP. Esto es lógico que aún sea así. El sistema dispone de todos los medios posibles, del dinero, de la ley, de los grandes medios de comunicación, etc., etc., etc. Las elecciones del 20-N nos han recordado que debemos ponernos mucho más las pilas, que debemos combatir el monopolio ideológico del sistema no sólo en Internet, sino que en las calles. No sólo debemos ser ciberactivos, sino que también, sobre todo, debemos ser activos a la vieja usanza, repartiendo octavillas en los lugares estratégicos, en las entradas de las empresas, en las bocas del metro más transitadas, en los hospitales,… Debemos tener en cuenta que mucha gente, que la mayoría, se sigue “informando” a través de los medios de comunicación convencionales, controlados por el capital. Debemos, más que concienciar a quienes ya lo estamos, sobre todo concienciar a quienes todavía no lo están, es decir, al ciudadano corriente de la calle. Debemos hablarle concisa y sencillamente, con contundencia pero también con humildad. Nosotros también somos ciudadanos corrientes, como ellos, que simplemente acabamos de despertar. Debemos promocionar insistentemente la prensa alternativa de Internet, ciertos libros, ciertos artículos. Debemos también usar el tradicional boca a boca, en el trabajo, en nuestros círculos de amistades, en la familia, en… En definitiva, se necesita intensificar la labor de propaganda. Todos debemos implicarnos activamente, a diario. Debemos lograr que mucha más gente acuda a nuestros actos. Debemos lograr que la ciudadanía, en conjunto, mayoritariamente, se apunte activamente a nuestra causa, que es también la suya, pues la democracia real es la causa de la inmensa mayoría. Tenemos muchas cosas en contra: el sistema no se queda de brazos cruzados, la tradición, la inercia de las mentes, la apatía y la comodidad de la mayor parte de la gente, incluso de muchos indignados,… Pero también tenemos muchas cosas a nuestro favor: la probable política que va a ejercer el nuevo gobierno (con más recortes, con más neoliberalismo), la probable intensificación de la crisis, que la razón y la lógica están de nuestro lado, que defendemos los intereses de la inmensa mayoría,… Los factores objetivos favorables a la revolución van aumentando, pero deben ser acompañados de los necesarios factores subjetivos: la conciencia, la organización.

Como ya expresé en mi artículo Revitalizar el 15-M, los principales retos de los indignados son, en mi modesta opinión: 1) establecer una metodología de trabajo común en todas las asambleas (en las cuales se decida todo primero por consenso, si es posible, y si no es posible mediante mayorías); 2) mediante democracia directa elegir portavocías y coordinadores en cada asamblea local que a su vez elijan a ciertos coordinadores generales de todo el Estado (todos estos “liderazgos” deben ser rotatorios, deben ser en todo momento elegibles, revocables y controlados por las bases), la portavocía es crucial en todo movimiento popular, el movimiento debe explicarse ante la opinión pública en los grandes medios de comunicación mediante portavoces elocuentes que tengan las ideas claras, que se sepan expresar de manera sencilla, humilde, breve y contundente; 3) fijarse un programa político mínimo y centrarse, sobre todo, por ahora, en él (el gran objetivo político a corto/medio plazo debería ser un proceso constituyente popular, con el máximo protagonismo de los ciudadanos, siguiendo el ejemplo islandés); 4) toma de contacto con partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales (de toda índole, siempre que estén de acuerdo con el gran objetivo básico, la regeneración democrática) para coordinar acciones, pero manteniendo siempre la independencia del movimiento 15-M, respetando el apartidismo que tan buenos resultados ha dado, gracias al cual muchos ciudadanos han empezado a liberarse de prejuicios; 5) expansión del movimiento por toda la sociedad (universidades, instituciones públicas, barrios, ciudades, pueblos y sobre todo también empresas, los trabajadores deben tener un papel esencial en el movimiento, pues de ellos depende el funcionamiento de la sociedad, pues ellos son quienes pueden paralizar su funcionamiento, pues ellos son quienes pueden poner en jaque al sistema mediante huelgas sectoriales o generales); 6) establecer una estrategia más ambiciosa de toma más intensa y continua de las calles (creo que es tiempo de volver a hacer acampadas, si es posible en los centros de las ciudades, hay que tomar las calles, de una u otra manera, se admiten sugerencias); 7) fomentar el activismo (tanto colectivo como individual); 8) hacer todos los esfuerzos posibles para hacerse oír ante la ciudadanía, usando todos los medios posibles, es decir, hacer una labor mucho más intensa de propaganda.

Por otro lado, la izquierda real, la institucional y la no institucional, tiene mucho trabajo que hacer. A IU se le presenta la oportunidad de canalizar el descontento social luchando desde dentro del sistema para propugnar cambios radicales. Si sabe aprovechar la ocasión que la crisis y el movimiento 15-M le brindan, en este país la izquierda del PSOE puede resurgir con fuerza. IU debe trabajar intensamente para unificar alrededor de ella a toda la izquierda extraparlamentaria. A su vez, las fuerzas de izquierda que no lograron entrar en las instituciones deben trabajar para unirse ellas, por lo menos para empezar, con el objetivo de unirse con IU también. Este país necesita un frente unido de izquierdas amplio y plural que dé la batalla en las calles y en las instituciones, en todos los frentes. IU debe luchar prioritariamente para hacerse oír ante la ciudadanía, denunciando ante los tribunales nacionales e internacionales los atentados a la libertad de expresión, aprovechando los medios de que dispone, sobre todo ahora que ha entrado con más fuerza en las instituciones. ¡Esperemos que en verdad se cumpla la promesa de no volver a institucionalizarse! IU debe usar a las instituciones y no al revés. Si no logramos romper el monopolio ideológico que ostenta el capital y sus cómplices, no lograremos cambios sistémicos. El 15-M nos ha mostrado el camino a recorrer, pero el camino es largo y está lleno de dificultades. La lucha deberá hacerse desde fuera del sistema, y aquí es donde el movimiento de los indignados debe trabajar, pero también desde dentro del sistema, desde las instituciones políticas, y aquí es donde IU tiene una gran responsabilidad. En ambos casos deberá hacerse una importante labor de concienciación. Si no convencemos a la mayoría de los ciudadanos, no será posible transformar el sistema. Toda revolución debe ser protagonizada, por lo menos apoyada activamente, por la mayoría de la ciudadanía, por la mayoría de los trabajadores, por las clases populares.

Si queremos cambiar la realidad, lo primero de todo es tenerla en cuenta, tal como es, no tal como nos gustaría que fuese. Los resultados del 20-N son claros: la mayoría de la ciudadanía todavía apoya a los partidos del actual régimen. Esto debe cambiar radicalmente. Es obvio que no podrá hacerlo en dos días, pero también es obvio que no lo hará por sí solo. Los indignados, así como la izquierda real, debemos trabajar mucho durante mucho tiempo para lograr cambios reales de cierta envergadura. Sin prisas pero sin pausa. Sólo podremos cambiar el sistema si luchamos obstinadamente y de manera inteligente, adaptándonos a las circunstancias cambiantes, pero siendo fieles a los objetivos básicos (la democracia real, un sistema más justo y libre) y a las líneas generales estratégicas, las cuales contribuyeron notablemente al surgimiento del movimiento ciudadano de indignación: apartidismo, horizontalismo, asamblearismo y pacifismo. Con el tiempo, con esfuerzo, con insistencia y con paciencia, tal vez, tarde o pronto, recojamos los frutos. Lo que es seguro es que si no luchamos estamos ya perdidos. ¡La lucha debe continuar!

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.