Cultura

DRAGOLANDIA: Lecturas de verano

El escritor Carlos Salem en la presentación de Matar y guardar la ropa

Dos, por ejemplo, aunque un mes de vacaciones ―quien las tenga― dan para muchas más. Corre la superstición de que todo, durante el verano, debe ser ligero, breve, burbujeante, divertido… Las canciones, los espectáculos, la televisión, las comidas, incluso el vino tinto. No entiendo la razón de tan extraña norma, pues se supone que en esa época del año hay más tiempo para todo, pero me atendré a ella. Los dos libros cuya lectura voy a recomendar son, en efecto, lo dicho. Sorbetes de limón con un chorrito de vodka. Almejas de carril. Minifalda de volantes. No se aburrirá, de seguro, quien les hinque el diente.

Carlos Salem es argentino, regenta un bareto minúsculo en el barrio madrileño de Malasaña (tómense allí una copa… Está en San Vicente Ferrer), lo abre todos los miércoles a los poetas que quieren leer en público sus versos, publicó hace cosa de un año su primera novela, titulada Camino de ida, que era espléndida, y vuelve ahora a las andadas con otro divertidísimo relato de serie negra que no sólo no desmerece del anterior, sino que lo supera. Lo publica con el mismo sello editorial: Salto de Página. Se titula Matar y guardar la ropa. La acción ―más veraniega, imposible― transcurre en un camping nudista de Murcia y es trepidante, pero no escalofriante, pese a la crudeza de su planteamiento, porque el humor ―cáustico, sarcástico, mordaz, caníbal― la atempera siempre. Reirá después de haber temblado, temblará después de haber reído. Hay, por si lo dicho fuera poco, tórridas escenas que se la levantarían a un muerto. No sobran. Un retrato de nuestra época. Cinismo, pimienta y piedad. Una revelación. Un hallazgo. Un novelista que me ha reconciliado con la novela. No era fácil. Estaba harto de ese género.

¿Salem? El nombre marca. Este argentino es un brujo. Seguro que en su bareto sirven hechizos. Bébanse su libro a mi salud.

Stan Lauryssens se ganaba la vida haciendo agujeros en una fábrica de queso emmenthal. Luego lo contrataron para escribir entrevistas falsas con grandes figuras de Hollywood en una revista de Amberes. Después se convirtió en marchante de obras de Dalí, las vendió a miles, descubrió que eran falsas, se enriqueció, fue detenido y despojado de sus riquezas, acabó en una villa plantada en las alturas de Port-Lligat, conoció allí al pintor ―ya decrépito― de los relojes blandos, trató a todas las gentes de su pintoresco entorno y… No sigo. Lauryssens, con esos mimbres, ha escrito unas memorias divertidísimas: Dalí y yo. Llevan un subtítulo: Una historia surreal. Lo es. Tanto, por lo menos, como lo fue el propio Dalí. Se está haciendo en Hollywood una película basada en ese libro. Al Pacino interpreta el papel del pintor. Habrá que verla, pero de momento conviene leer las memorias en las que se inspira, recientemente publicadas en España por Ediciones B. Un acierto de su director: Ricardo Artola. Dalí y yo es, además de todo lo dicho, una novela picaresca en la que se denuncia el monstruoso negocio de las falsificaciones en la historia más reciente del arte moderno. ¿Arte? Lean y decidan. Yo no voy a decir más. Una vez fui a Arco y…

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.