Ciencia

¿Por qué software libre?

Llevaba toda la noche rondándome la misma pregunta. ¿Qué aporta el software libre que no aporte el software de marca? No es mejor, no es gratis -a pesar de lo que algunos piensan-, y las garantías de uso son limitadas o nulas, en especial para quienes no tienen muy claro como se usa un ordenador.

No había pegado ojo dándole vueltas al asunto, cuando recordé que tengo un amigo en un centro comercial, trabajando en una de esas grandes superficies especializadas en informática, que me contó lo que le ocurrió en su tienda cuando empezaron a vender equipos con Windows Vista. Para empezar su jefe le exigió que vendiese a toda costa unos equipos en los cuales no podía instalarse el nuevo sistema operativo de Microsoft. A esto, tuvo que añadir que Microsoft les retiraba todas las licencias de Windows XP para todos aquellos equipos que no las llevasen de serie – lo que se conoce como licencia OEM-, solo podían vender Windows Vista. Mi amigo optó entonces por aconsejar la instalación de Ubuntu -un sistema operativo de licencia no comercial- en esos equipos para facilitar su venta.

Llegó el primer cliente, necesitaba un ordenador para trabajar en casa, necesitaba que fuera potente pero no quería Windows Vista porque le habían dicho que el sistema operativo se le iba a “comer” la mayoría de los recursos y no podría trabajar. Mi amigo pensó inicialmente en venderle uno de aquellos equipos que quedaban obsoletos para el Vista, y pensó que podría recomendarle al cliente un equipo con Ubuntu. Pero el cliente se negó en redondo, ya que era diseñador gráfico y debía trabajar con el software con el que se trabajaba en su empresa. Mi amigo intentó convencerlo de que había programas de diseño gráfico open source -código libre- que ofrecían tan buenas o mejores prestaciones como las que ofrece el software comercial. El cliente se enfadó y le dijo que si no tenía un ordenador con Windows XP que le mostrara algún Macintosh de gama G, -unos equipos en general más caros que los equipos con Windows-, pero que ni se le ocurriese intentar venderle un ordenador donde no pudiese instalarse el Photoshop, ya que era su herramienta de trabajo y que nadie del gremio utilizaba software libre, algo que en ciertos ambientes puede ser un suicidio profesional.

Mi amigo se quedó tan perplejo que no supo que decir. Pensó: -¡Este tío es idiota! ¡Pero si quiere pagar más, mejor para mí! Eso que me llevo en comisiones-. Le acabó vendiendo un ibook de Apple con MacOs X. Se gastó más dinero que si hubiese comprado un PC de sobremesa con Windows Vista, pero como no podía llevarse un XP decidió comprarse un Mac.

Aquella misma tarde apareció un matrimonio de ancianitos encantadores en la tienda. Su nieto les había convencido para ponerse Internet en casa y ellos, que no habían usado un ordenador en su vida, tenían que aprender para poder intercambiar “emilios” con su nieto. Así que le pidieron a mi amigo que les aconsejase qué ordenador era el más adecuado. Mi amigo pensó: -Esta es la mía. A estos les puedo vender un Ubuntu, como no lo van a distinguir de Windows y sólo van a navegar por Internet y enviar correos…

Mi amigo se disponía a enseñarles los equipos con Ubuntu, cuando el amable anciano le dijo: -Mi nieto es consultor de Microsoft, así que no intentes engañarnos que si no es bueno el ordenador, él vendrá y os pondrá a caer de un burro hasta que nos devolváis el dinero-. Mi amigo estaba desesperado. -Así que ¿consultor de Microsoft? Vale, a estos un Windows Vista, que si no el nieto vendrá a darme la vara, porque si se dedica a vender productos de Microsoft puede que no sepa ni hacer la “o” con un canuto.

A los pocos días quedé con mi amigo a tomar un café y me contó lo que aquí acabo de relatar. Si bien el diseñador gráfico no era demasiado espabilado, tenía cierto punto de razón, en los ambientes en los que él se movía se usan unas herramientas muy concretas que no están soportadas en los sistemas no comerciales. Sin embargo los ancianitos se podían haber ahorrado mucho dinero de no ser por el “listillo” del nieto. Para navegar o enviar correos no es necesario tener un ordenador última generación ni pagar una licencia comercial. Fue entonces cuando le pregunté a mi amigo si me recomendaba cambiar mi actual Windows XP con Office 2003 por un Ubuntu con Open Office.

-Porque somos amigos te voy a ser sincero- Me dijo. – Antes de cambiarte de sistema operativo, instálate las Open Office y comprueba que todo lo que habitualmente haces con el Office 2003 lo puedes hacer con las Open Office. Si la respuesta es que sí, entonces te desinstalas el Office 2003, pero si no ni se te ocurra. Office 2003 tiene muchísimas más prestaciones, la cuestión es si las utilizas o no.

-Pero entonces… ¿qué tiene de ventajoso el Software Libre?-, le pregunté. Mi amigo me miró y me dijo: -Que es más barato.

-¡Toma claro! ¡Es gratis!- le dije yo, a lo que me replicó: -De eso nada chaval. Depende del programa, de la empresa que lo promueva, de las actualizaciones que requiera… es más económico, en general, aunque hay casos que pueden ser un saco roto, no sé si me entiendes…

A estas alturas yo ya me había perdido. ¿Un saco roto? Eso me sonaba a bolsillo sin fondo. Mi amigo sonreía mientras degustaba su coca-cola y yo le eché un trago a mi cerveza mientras intentaba comprender lo que me acababa de decir. Por lo visto había sistemas operativos de software libre que cobraban por las actualizaciones automáticas. Era su manera de rentabilizar el que dicho software se distribuyese de forma gratuita. Es algo así como cuando te regalan un antivirus pero tienes que pagar para que la lista de virus a detectar esté actualizada durante los siguientes meses a su instalación. Un sistema operativo lo actualizas por el mismo motivo que actualizas un antivirus, para evitar problemas de seguridad. Visto lo visto, los sistemas open source ya no parecían tan atractivos, pero eso no significaba que un producto como Open office no lo fuese.

Ya nos íbamos cuando le pregunté a mi amigo: -Por cierto ¿qué tienes tú en tu casa? – A lo que me contestó: -Windows Vista, pero pirata.

Después de pensar en todo aquello empecé a considerar por qué debería comprarme un ordenador con Ubuntu la próxima vez que tenga que cambiar de equipo, y llegué a la siguiente conclusión: Cuando probé Open Office me di cuenta de que tiraba el dinero comprando Microsoft Office porque no lo aprovechaba. Y cuando probé el Live CD de Ubuntu, me di cuenta de que navegar y escribir correos era igual de fácil que con Windows. Además Ubuntu tenía de serie un software con el que podía ver todas las películas de DVD y DivX que quisiera. En cuanto al anti-virus me iba a costar lo mismo, porque todos los que merecen la pena son comerciales, sólo que unos son más baratos que otros. Así que a partir de mañana trabajaré con Software Libre. Mejor eso que acabar usando un sistema pirata por ahorrarme cuatro perras.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.