Cultura

Internet y anonimato

Nadie dudaría en afirmar que la gran revolución de este nuevo siglo -aunque ya empezó a finales del pasado- ha sido Internet. A través de la Red se puede conseguir todo o casi todo. Es un instrumento de mucha utilidad, pero como todo gran potencial al servicio del hombre se puede convertir en un arma de doble filo.

Desde que Internet apareció, al hombre se le ha facilitado la vida, en muchos aspectos, aunque en otros parece que se la ha complicado más de la cuenta. Hasta hace unos años, el anonimato social era un bien que nos permitía salvaguardar nuestra intimidad de la mirada curiosa de muchos congéneres ansiosos por saber más de la cuenta sobre la vida y milagros de los demás. Hoy en día, esto ya no es posible.

Cualquier Buscador cibernético, por malo que sea, nos ofrece en pocos segundos, la más amplia recopilación de aquellas informaciones personales, hasta entonces ocultas para la mayoría, y a la que ahora todo el que quiera puede tener acceso gratuitamente.

Sin embargo, la globalización de la información ha permitido igualmente que, en nada de tiempo, el mundo entero pueda estar al corriente de lo que ocurre en el lugar más recóndito del planeta, y además en tiempo real. Por un lado, Internet acelera la conexión entre todos y posibilita la promoción y conocimiento de lo que a través de otros medios más tradicionales de comunicación, nunca hubiera visto la luz.

Pero por otro, posibilita que cualquier usuario pueda opinar e intervenir directamente en aquello que se publica en la Red, haciendo que la democratización mundial haga público el ataque verbal y ofensivo de lo que antes se quedaba dentro del círculo familiar o de la tertulia del café de media tarde.

Personalmente, alabo la participación de todos los usuarios que se atreven a manifestar una opinión a favor o en contra de cualquier artículo que se publica en Internet. Por una cuestión de ética y valentía, admiro mucho más cuando los que se atreven a exponer públicamente sus ideas lo hacen a través de un nombre y en muchos casos acompañado de una fotografía.

Por el contrario, me parece un ejercicio vergonzoso, cobarde y poco ético, cuando estas expresiones públicas se hacen a través de un nick, de un nombre falso y de una identidad inexistente. Pero, si además, cuando la intención es la de criticar las opiniones de los demás -que abiertamente dan su nombre y muestran su rostro-, se hace desde el cobarde anonimato o la identidad suplantada, la cosa me parece deleznable.

Toda opinión pública puede ser criticada, especialmente si está bien argumentada, que es de lo que se trata. Las descalificaciones personales, que por ser incapaces de construir una sólida razón intelectual, se convierten en la única forma de contradecir el sentir de otros, no me parece de recibo. Si a esto añadimos que se hace desde el anonimato, entonces apaga y vámonos.

Toda opinión es lícita, siempre que esté fundamentada. Los argumentos ad hominem, realizados desde el anonimato no merecen tener un sitio en la Red, y menos aún en aquellos medios serios y con un alto número de lectores.

Escribir insultando, y encima sin dar la cara es la osadía mayor que Internet permite, por desgracia. Poder opinar de todo, e intervenir donde se quiera y como se quiera es un gran ejercicio de democracia civil. Deberíamos valorar con mayor seriedad lo que implica participar en un debate público, si las pretensiones son que nuestra opinión sea tenida en cuenta y tenga cierta autoridad moral.

Detrás del cobarde anonimato, cuando encima hay descalificaciones personales, se denigra la esencia de lo que es Internet y se quita seriedad a aquellos medios que pretenden ser una referencia dentro de la Red y que se constituyen por la aportación gratuita de muchos usuarios que regalan sus noticias o reflexiones.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.