Cultura

Toilette

           

             Es verdad que los que nos dedicamos a escribir con mayor o menor fruición, solemos hablar de asuntos actuales, una costumbre que se impone dentro del mundo cultural porque vivimos en la sociedad de las prisas y los agobios. Hoy me propongo todo lo contrario, es decir, repasar con ustedes un libro que leí hace más de una década y que dejó su huella en mi cabeza. Debió dejarla, porque tras este lapso considerable de tiempo, aún lo recuerdo bien y pretendo hablar de él. Se trata de Toilette, de Manuel Pereira. El libro apareció publicado por la editorial Anagrama en 1993.

            En una primera lectura, la entrega me pareció entretenida. Y es que Manuel Pereira Quinteiro (La Habana, 1948), además de escribir bien, sabe amenizar su prosa como pocos. Habría que recordar al menos dos novelas suyas: El comandante Veneno (1979) y El ruso (1982), ambas con buena acogida de la crítica. Hace tres años, en 2005, fue galardonado con el premio internacional Cortes de Cádiz por su obra Mataperros, libro que publicó ediciones Algaida, y en el que hallamos una cierta remembranza de su infancia cubana.

            En relación a sus ensayos, quiero recordar aquí La prisa sobre el papel, editado en La Habana en 1987, y La quinta nave de los locos, que vio los anaqueles de las librerías gracias al apoyo que dio al libro Ediciones Unión, de La Habana, en 1988. Este texto obtuvo el Premio Nacional de la Crítica.

            Bien, creo que ha llegado el momento de hablar de Toilette. Desde la perspectiva de un personaje narrador, el pintor Lucio Gaitán, el autor desarrolla un apasionante discurso, mezcla de ensayo filosófico, tratado estético y relato de ficción, en torno a la búsqueda incesante de un inodoro propio, una toilette -como dicen los franceses- donde identificarse con el medio y donde poder gozar de la erótica de los quehaceres más prosaicos.

            Pereira, licenciado en Periodismo (1978), amante de las artes y discípulo del que fuera complejo y hermético escritor cubano José Lezama Lima, autor de Paradiso entre otras obras ya míticas, proyecta en Toilette un itinerario pletórico de leyendas, mitologías y fingidas vivencias personales. La novela se convierte así en un rosario ameno de peripecias contadas por el personaje con un tono equilibrado y útil. La adjetivación es amplia, suelta, excelente. En algunos capítulos aparecen juegos homofónicos de palabras recreados por el mismo protagonista, alma y sostén del relato. Se trata de un curioso personaje nacido del ensueño y la metáfora, de quien se vale Pereira con sagacidad para remontarse en sus especulaciones hasta la Roma de los césares, en la que ya existían letrinas de tertulia en el interior de las termas. Se pasea luego con él por ese oscuro mundo cristiano del medioevo, cuya filosofía fomenta la hidrofobia en los creyentes, según afirma el propio narrador. Este joven pintor, hospedado en el mismo hotel parisino que su amigo Julio Racoztra -trasunto ideográfico del apellido Cortázar- relata con gracia su peregrinaje en busca de un inodoro propio donde sentirse dominador y dueño. El humor escatológico del que hace gala Pereira en su libro resulta casi antológico, como sucede por ejemplo en el capítulo titulado “En el hotel de Vernet”, en el que Lucio nos describe sus ganas irreprimibles de orinar y sus intentos por entretener la vejiga mientras lo consigue. La facilidad descriptiva es uno de los rasgos positivos de esta obra. Cuando Lucio habla de su madre nos dice que es una modista sorda de labio leporino, mujer discreta en su toilette nocturna, hembra lunar como el hada Melusina de las fábulas medievales, que se ocultaba para bañarse.

            Salen a colación leyendas licantrópicas, hórreos, cornamusas y castros humedecidos por el orvallo del noroeste. Florece aquí la peculiar morriña de Manuel Pereira, hijo de gallegos y hombre fiel a una tradición vital que se lleva en las venas. La bisabuela de Lucio Gaitán era meiga y su abuela, por tanto, sabia (la que habla con el fuego y tiene sueños premonitorios). Y su abuelo, incurable bebedor de trementina y pintor de querubines en bóvedas eclesiales, viene a representar el antecedente artístico en el árbol genealógico del personaje.

            En su busca del baño perdido, Gaitán nos introduce en mundos quiméricos y fantasmales que nos parecen, en cambio, lugares cercanos y comprensibles. Con su palabra subimos al delirio y descendemos a los infiernos como el Dante, hasta penetrar por fin en El jardín de las delicias de  El Bosco y descubrir en él un prototipo de inodoro más antiguo, si cabe, que la misma historia de la fantasía humana.

Manuel Pereira, escritor

           Aunque se da en el libro una notoria ausencia de comas en la formación de oraciones subordinadas adverbiales, la prosa de Manuel Pereira nos parece buena, bien llevada y de una envidiable lucidez creativa. El lirismo de algunas descripciones se rompe de pronto con la rotundidad de un verbo imprudente o con una salida irónica o mordaz. Pero la novela, globalmente considerada, no sólo tiene calidad, sino también gratitud y buenas dosis de gracia, humanidad y terneza. Es cierto que hace años que anda circulando por las trochas de su propio destino, pero el libro no ha perdido por ello interés ninguno. Dedicar unas horas a la lectura de Toilette será, sin duda, una sana inversión. Eso que ganaremos.

 

.·.

Sobre el autor

Ricardo Serna

- Doctor en Patrimonio
- Licenciado en Filosofía y Letras [Historia]
- Máster en Historia de la Masonería en España
- Diplomado en Estudios Avanzados de Literatura Española