Cultura

Vemos lo que somos

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Dos semanas en otro país, en otra ciudad, en otras ciudades…

El país es Egipto. Acuda allí quien quiera entender la historia universal. La del pensamiento, digo, la del sentimiento religioso, la de la filosofía, la del espíritu. Todo ―Oriente y Occidente, el monoteísmo (que es dualista… Paradoja) y el politeísmo (que es monista… Paradoja), el paganismo y el cristianismo― se fraguó en el Alto Nilo, en Tebas, en Sais, en la isla isíaca de Filé, en el laberinto de Al Fayún, y desde esos lugares genesíacos, desde esas matrices de la humanidad, llegó al resto del mundo.

Las ciudades son Siwa, el Cairo y Alejandría.

Puntualicemos. Siwa no es una ciudad. Es un oasis, y en ese oasis surgió una alcazaba de adobe, y al pie de esa alcazaba creció una aldea, y alrededor de esa aldea se extiende un océano de huertos, de palmerales, de dunas, de horizontes, de infinitos… Sí, sí, de infinitos, porque el infinito, en el desierto, se declina siempre en plural.

Pero en Siwa, además de todo eso, que aún existe, ahora hay turistas.

El Cairo…

El Cairo no cabe en un blog. No cabe en un libro. No cabe, ni siquiera, en el mundo. Es más extenso y más intenso que éste. Allí, en una de sus mezquitas, según Borges, está el Aleph, la letra del alfabeto judío y el concepto de la Cábala en el que converge el infinito. El infinito declinado en singular. El infinito que nace del Caos cuando el Caos se convierte en Orden para volver a ser Caos.

Eso es El Cairo: alta filosofía, caos y orden, orden y caos, un fractal, una enciclopedia de física cuántica, una cátedra de cosmogonía. Esa ciudad no cabe en ningún sitio, ni siquiera en el mundo, pero todos los sitios caben en ella y en ella cabe, sobre todo, el universo. Éste, como El Cairo, es mucho más intenso y extenso que el mundo.

¿Cómo no va a haber en El Cairo turistas? Los hay, ¡vaya si los hay! De no ser por ellos, El Cairo, pese a su desorden, o quizá por él, sería la capital del universo. Pero allí, de todos modos, está el Aleph, y en el Aleph no hay turistas. Las agencias de viajes no lo mencionan en sus itinerarios.

Alejandría… De ella, y sólo de ella, quería hoy hablar aquí. Empecé a hacerlo el otro día, en la anterior entrega de mi blog. Dije que es una ciudad de sombras, como Tánger, pero de sombras presentes, y no ausentes, como lo son las de Tánger.

Es curioso. No quedan allí muchas huellas tangibles, visibles, de lo que hubo, pero permanece lo invisible, lo intangible.

Adoro Alejandría. Fantaseo con lo posibilidad de instalarme en ella. La conozco bien. Me gustan sus viejos hoteles restaurados ―el Cecil, el Windsor, el Metropol―, me gustan sus restaurantes populares ―el Abu Ashraf, el Samakmak, el Qadoura― y los que no lo son (el Santa Lucía, el Club Griego), me gustan a rabiar sus zocos, sus mezquitas, su fuerte, sus catacumbas, sus columnas, su anfiteatro, su paseo marítimo que corre al hilo de la bahía más hermosa de la tierra, sus tranvías, sus pastelerías, sus panaderías y sus cafés. Quedan muchos, y todos están llenos de sombras presentes… El Trianon, que era uno de los preferidos por Kavafis, el Brazilian y el Sofianópulo, sin asientos, de olores intensísimos y antiquísimas máquinas, el Baudrot y, sobre todo, el Athineus y el Pastroudi’s, en el que se reunían los personajes de las novelas de Lawrence Durrell.

Por las calles del centro de Alejandría pasean las sombras presentes de la historia universal: los faraones, los tolomeos, los griegos y los romanos, Alejandro, Cleopatra, Marco Antonio, la Hélade, los últimos sabios del paganismo, Hipatia, los cristianos gnósticos y los literalistas, el oleaje del Islam, la invasión napoleónica, Kavafis, Durrell, Somerset Maugham, Noel Coward, Churchill, los nazis, los aliados, las espías, Faruk, Nasser…

No somos lo que vemos. Vemos lo que somos.

En Alejandría, además, hay pocos turistas. ¿Por cuánto tiempo? Perdónenme las sombras. Sé que estoy traicionándolas, sé que estoy contribuyendo, por mínima que mi aportación sea, al desembarco de la Horda. ¡Pero qué más da si ya todo está perdido!

Hubo, dicen, siete plagas en Egipto. La octava es la peor. Cuando llegue a Alejandría, las sombras se irán de la ciudad.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.