Cultura

Al oeste del Edén

Una semana en Bangkok y dos en Pnom Penh. Regresé el sábado, y la impresión fue brutal. Asegura la Biblia, ese catálogo de horrores y de errores, que Yavé envió a Adán y Eva a un lugar oscuro y frío situado al este del Edén el día en que mordieron la manzana enteogénica. ¿No sería al oeste? Ignoro por qué creen los europeos que su mundo, al que llaman, con asombrosa petulancia, Primero, sin reparar en que pronto será Tercero, termina donde empieza el Islam. La línea divisoria entre Oriente y Occidente es la del monoteísmo y el politeísmo. Cristianos, judíos y musulmanes son una sola y misma cosa, salida de lo que todos ellos llaman el Libro. O incluso, con mayor y aún más estulta petulancia, el Libro de los Libros. Donde no hay Sagradas Escrituras, y en ninguna religión oriental las hay, no cabe el integrismo, por ser éste fruto perverso de la tentativa de interpretar y aplicar aquéllas en su literalidad. Nunca se ha desencadenado una guerra en nombre de Siva, Buda o el Tao. Muchas, en cambio, han sido las libradas a mayor gloria de Yavé, Cristo y Alá. Esa danza de la muerte, por cierto, no ha cesado. Que se lo pregunten a los vecinos de Tel Aviv y de Gaza, a los iraquíes y los norteamericanos, a quienes ponen y padecen bombas en Paquistán y en Afganistán… Bombas, aclaro, musulmanas y cristianas, pero occidentales todas: tanto montan, tanto matan. Lo dejo ahí. No era hoy mi intención volar tan alto, sino hacerlo a ras de tierra: la de aquí. Decía que el sábado llegué a Barajas, tras veinte días de felicidad y facilidad vividos en dos países de Oriente donde todo funciona, donde la gente sonríe, donde la buena educación es norma y donde, para colmo, la temperatura era primaveral, y me di de bruces con el frío, el griterío, la picaresca, la chapuza, el caos, las malas maneras, la envidia, la maledicencia, la quejumbre, los nacionalismos, los patrioterismos, los partidismos, las manifestaciones, la violencia, la telecaca, la zafiedad, el Pocero, el pucherazo de un don nadie con nombre de dramaturgo y la foto de Soraya convertida en episodio nacional de Galdós, sainete de Arniches y chiste de Jaimito. Callejón del Gato. ¿Será por el jetlag? No. Es porque he vuelto a un país oscuro y frío situado al oeste del Edén donde todo el mundo sigue hablando de las mismas idioteces de las que hablaba cuando me fui de él. Ya estoy en España. Que la aspen, que la zurzan, que la ondulen y que le den por lo que es su verdadero y pestilente rostro.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.