Cultura

La venganza es dulce y además no engorda. Gervasio Posadas. Espasa 2009.

 

            “Sí, definitivamente, aquello de las mariposas en el estómago y los angelotes de Murillo tocando el violín no esta hecho para él… Leandro era de los que van a una boda y cuando le preguntan cómo iba la novia, sólo se le ocurre decir: <<De blanco, creo>>”.  Ése es Leandro, Leandrus, como le llama el ángel de Charlie del póster de su habitación, el protagonista de la novela. Y sus desatinos y desvelos profesionales y personales ocupan la novela y sus trescientas páginas (trescientas treinta y dos) sin que uno se dé casi cuenta. Uno de los méritos de Gervasio Posadas es hacernos pasar por estas peripecias sin que nos identifiquemos demasiado con el héroe, pero evitando que nos sea indiferente el antihéroe que contienen el personaje de Leandro. Su situación da pena, su incapacidad para salir del círculo concéntrico de su desgracia concéntrica despierta una sonrisa que se vuelve algo retorcida al contemplarle “retozar” con las mujeres más “despampanantes” que pueblan la historia, tengan nombre o no.

            Se ha dicho que la novela, a la manera de la picaresca española, contiene las desdichas de un pequeño directivo financiero al que le juegan una mala pasada y cuya carrera profesional cae en un abismo que pasa por el infierno de vivir en casa de su madre –con problemas mentales- y su tía –con problemas para ser meramente simpática-, cobrando en negro por una labor de contable para una cadena de carnicerías. Y es cierto, podría resumirse el argumento de esta forma y también añadir que hay una crítica de los tiburones financieros, de las zancadillas, de la sociedad rica y superficial… Pero se nos estaría escapando un poso innegable en el libro. Se quiere presentar un espejo deformado de la sociedad de los mandamases, sí; para hacernos reír, sí; pero también se nos quiere hacer pensar un poco: “Le interesaba más saber pequeñas cosas sobre ella: por qué sólo se mordía los pellejos del pulgar derecho, de dónde venía su pasión por las galletas María mojadas en Coca-Cola o por qué tenía la manía, nada más levantarse de la cama por las mañanas, de sintonizar en la radio las noticias sobre el tráfico en la ciudad a pesar de que ella iba andando a la oficina. Le parecía que todo aquello decía mucho más sobre quién era Rosario que cosas que ya pertenecían al pasado”. Página 197.

            ¿Qué sabor deja la venganza? A polvo reseco, a amargor, a picor de garganta que pide más venganza para remediar la sensación provocada por ella misma. ¿Hace feliz la venganza? Apenas durante unos segundos. Luego es aire, nada. Pesan mucho más en el libro las amistades conseguidas, la capacidad para pedir ayuda cuando se necesita, la decisión de salir adelante. Ni es oro todo lo que reluce ni es barro frágil lo que no brilla a primera vista. No sólo se cuecen habas entre quienes cortan el bacalao de las grandes empresas, sino entre los que se las dan de ecologistas antisistema pero se deshacen, cual helado al sol, ante un buen fajo de billetes.

            Sin ambiciones de trascender la historia de la Literatura (cosa que se agradece enormemente), el autor consigue hacernos sonreír, olvidar nuestros problemas, pensar de tarde en tarde en todo lo que tenemos y no disfrutamos y además despierta en nosotros una curiosidad por el destino de ese hombre al que vemos cantar por Rocío Jurado en una fiesta de Navidad y que se ve envuelto en tantas situaciones que no habría imaginado si hubiera podido evitar esa última copa de champagne de más.

             Imprevisible, pero lógico dentro de su historia improbable… aunque quien sabe si posible. Libro simpático para disfrutar en cualquier rincón, de la casa, del verano, del camino al trabajo.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.