Cultura

Mirar al agua. Javier Sáez de Ibarra. Páginas de Espuma. 2009.

Mirar al agua

“No negaré que algunos de aquellos curiosos, en número creciente, esperasen en medio de la vía sólo por el placer bien elemental de contemplar durante un minuto un pecho femenino; pero otros me han declarado con emoción que aquella mujer les mostraba la fragilidad de un cuerpo, un pecho que arrostraba las dificultades que ellos mismos sentían a diario, y una mama que para algunos hacía el recordatorio de una infancia perdida y, con ella, la experiencia de quimeras y sueños que habían perseguido siempre y por los que aún peleaban”. (Página 59).

“Hablen los pájaros, que tienen melodiosas voces. Responda el cierzo. Susurre la nieve de pies minúsculos. Discurra el sol con su torrente seco y luminoso, y ocupe y llene y se expanda en su dominio de abajo, y alimente la sed de los hombres. Yo callaré como las piedras, sin tristeza, sin ansia, sin deseo”. (Página 84).

“Cenando los dos solos en la cocina, el hombre no puede soportar el silencio de su mujer: esa vida ordinaria acumula palabras tras palabras que no nacen, y todas juntas como ladrillos mudos construyen un tabique cada día más espeso”. (Página 89).

“Aunque no he probado más que un poco de carne y pan ácimo, me siento ahíta; con ello me vienen pensamientos prosaicos que sé que no voy a registrar nunca, que las comidas unen a las gentes, como la tranquilidad de la sobremesa atenúa nuestras convicciones, nos hace blandos, menos predispuestos para la violencia; si todos comiéramos en abundancia, se me ocurre, acaso las severas digestiones ayudarían a no tomarnos tan en serio a nosotros mismos, nos sería preferible la siesta a la venganza, y dejaríamos que el sopor del vino desbaratase las rencillas”. (Página 123).

Los cuentos contenidos en Mirar al agua, premio Narrativa Breve Ribera del Duero, son cuentos a veces duros, de temáticas ásperas, amargas como la vida cuando se empecina en retorcerse y hacerse difícil. Por estas páginas transcurren las historias de una joven y prometedora artista cuya existencia se trunca en la miseria y la reivindicación; los trabajos literarios de un jovencísimo preso enfermo de cáncer; las impresiones de una periodista en la presionada Palestina; un matrimonio que pierde a un hijo a las puertas de la juventud en un accidente; las rencillas entre críticos y escritores, y entre críticos, y entre escritores…

Se trata de narraciones donde la palabra se cuida delicadamente pero no se oculta al lector las penalidades y las ironías salvajes de nuestro acontecer. No es libro fácil, y el cuidado que ha puesto el autor en cada título, en cada giro, en cada ironía, exige de quien lee atención y tiempo para apreciar la riqueza escondida en cada elección.

En el propio libro se destaca la relación de la obra con las artes plásticas, modernas, tradicionales (exposiciones que parecen ARCO, referencias a Las Meninas y a los Caprichos de Goya…) pero es también muy alta la atención que el autor pone en lo literario, en transmitir la importancia de las elecciones del autor, su debate interno entre las influencias recibidas y la apuesta por la “originalidad”… En definitiva una obra de sobrada riqueza en matices y espejo de la realidad, espejo que no falsea, que no edulcora, sin necesidad de caer en lo truculento o en lo escatológico: la realidad se basta por sí misma para descorazonarnos, para hacernos pensar en nuestra fragilidad, en nuestra mezquindad, en nuestra ignorancia.

Por último, y por dejar un buen sabor de boca, destacaremos “Las Meninas”, que genera una atmósfera claustrofóbica y alocada de la vida moderna, con las imposiciones en las que incluso los afortunados, los triunfadores, se ven envueltos. El humor, la ironía de este relato aligeran, a pesar de todo, la carga de una obra que se escribió para reflexionar, y ya se sabe que esto nunca es cómodo.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.