Cultura

Una lágrima falaz

Una lágrima falaz fue tu única despedida. Ni tan siquiera una palabra, un susurro, un intento, nada, me dejaste como quién deja un trasto en un contenedor, como quién abandona a su mascota en verano.

Una mascota a la que quisiste, con la que pasaste buenos tiempos pero que ahora sólo te hacía de lastre. Querías mejorar y yo te quedaba pequeño, era poco para ti, tu madre siempre te lo dijo y al final acabaste por creerla.

Creíste lo que siempre te negué, creíste que no era más que un vago sin oficio ni beneficio porque te ofrecía una vida bohemia, sin ataduras financieras, con libertad sobre nuestros actos, pero la sociedad te impuso su criterio.

Un criterio que me obligaba a vender mi dignidad por un puñado de monedas de oro cuando yo tenía otros planes para ella, planes de grandeza o de mediocridad pero en libertad, dejando que mi dignidad se expresara tanto como le permitiera mi talento.

Talento por descubrir, a la caza de las musas, esas que nunca aparecen pero a las que siempre se llama, talento inexistente aunque soñado, talento imperceptible para el ojo crítico del tercero y desde ese día para ti, porque te convertiste en eso, en el tercero.

El tercero en discordia en nuestra vida conjunta, una vida en la que fuimos uno, poco a poco nos convertimos en dos y que terminamos siendo los terceros, los terceros en discordia, una discordia plagada de convencionalismos sociales.

Una lágrima falaz fue tu única despedida y yo te habría pedido al menos un adiós.

Sobre el autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.